Por Lázaro Fariñas*
Si hubo una época sumamente peligrosa
para vivir en Miami, esa época fue en la década de los setenta. El solo salir a
la calle constituía un constante riesgo de muerte. Por un lado, estaban los
llamados cowboys de la cocaína, y por otro, los grupos terroristas de
cubanoamericanos. Los cowboys de la
cocaína, lo mismo tiroteaban en pleno tráfico en las calles, que se batían a
balazo limpio en el parqueo de cualquier centro comercial, y los terroristas
cubanos, lo mismo ponían una bomba a las afueras de cualquier oficina, que la
ponían en algún carro para que explotara en plena vía pública o formaban una
balacera en medio de cualquier calle. Los ejemplos sobran.
El dinero
corría en Miami como si fuera agua por un alcantarillado bajo pleno
aguacero. Por aquellos años, Miami era una gran lavandería de dinero. Los
narcotraficantes recogían los dólares, producto de sus ventas de
estupefacientes, y con ellos compraban mercancía que exportaban, principalmente
a Colombia, en donde la vendían a comerciantes locales y así recuperaban su
dinero. Millones y millones de dólares del narcotráfico se blanquearon en
Miami por esa vía. Por otra parte, las extorsiones de los terroristas de origen
cubano y los juegos ilegales de bolita, garitos y peleas de gallos producían
grandes cantidades de dinero, que estos se gastaban en bares y restaurantes de
la ciudad y en construcciones de edificios familiares para la renta o la venta
de los mismos. La corrupción había llegado al máximo posible.
Fue por esa
época que en el mundo de las drogas empezaron a surgir personajes que, al pasar
los años, llegaron a acumular inmensas fortunas. Willy Falcón y Sal Magluta
fueron dos de esos personajes. Amigos desde sus años en High School, ambos
continuaron en el negocio de la droga hasta la década de los noventa del siglo
pasado, en la que fueron detenidos, acusados y condenados de cuantos delitos uno
se pueda imaginar. Uno de ellos, el de haber mandado a asesinar a un ex socio
nombrado Bernardo González. Los individuos contratados para asesinar a González
eran dos ciudadanos colombianos que, estando en Miami para su misión,
conocieron a una mujer, también colombiana, de nombre Yuby Ramírez, quien, a
sabiendas de lo que estaba ocurriendo, albergó en su casa a los asesinos y
además les prestó su carro para que llevaran a cabo el asesinato.
En el
juicio, Falcón llegó a un acuerdo con la fiscalía y está cumpliendo solamente 20
años de prisión, mientras Magluta está condenado a 195 años. Nunca he
comprendido estas condenas que son completamente imposibles de cumplir. Es
ridículo condenar a alguien a esa cantidad de años de cárcel.
En aquel
juicio, los asesinos sirvieron de testigos contra Falcón, Magluta y Yuby
Ramírez, y a esta le tocó una sentencia de cadena perpetua por ser encontrada
culpable del cargo de conspiración para cometer un asesinato. Después de
permanecer en prisión por 12 años, acaba de ser puesta en libertad por el hecho
de haber sido mal aconsejada por los abogados que la representaron al no haberse
declarado culpable antes del juicio y haber aceptado una condena de 10 años que
le ofrecían los fiscales del caso. Así es que, una persona que fue hallada
culpable ante las cortes de haber conspirado para asesinar a otra persona, está
en la calle libre por orden de la jueza que volvió a examinar su
caso.
Quizás este
hecho sea un acto de justicia de parte de la jueza al comprobar los malos
consejos legales que recibió la condenada, quizás no tenga la menor importancia,
quizás a nadie le debería interesar este caso, quizás yo no me vería en la
obligación de escribir este comentario, si no fuera que la jueza que acaba de
poner en libertad a Ramírez es la misma que mantiene en prisión, condenados a
largos años en las mismas, a jóvenes cubanos cuyo único delito fue infiltrarse
en las organizaciones terroristas que operan en esta ciudad tramando actos
criminales contra Cuba.
La jueza
federal, Joan Lenard, condenó a dos cadenas perpetuas, más 20 años de prisión,
al ciudadano cubano Gerardo Hernández por el mismo delito por el que fue
condenada la ciudadana colombiana, Yuby Ramírez, a una cadena perpetua, la
misma que Lenard acaba de poner en libertad, quien incluso, después de ser
liberada, confesó que también participó en otro plan de asesinato.
¿Es posible
que alguien pueda afirmar que el caso de los jóvenes cubanos no es un caso
político? ¿Es posible pensar que no es una vendetta del gobierno norteamericano
contra Cuba? ¿Es posible pensar que no se les ha aplicado una justicia
selectiva?
Yuby
Ramírez está libre por una decisión de la jueza Joan Lenard, y los jóvenes
cubanos están presos, ¿por decisión de quien?
*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en
EE.UU.
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