Por Roberto Únger Pérez
Historiador dela Isla de la Juventud
La piratería, el corso, el contrabando y la bucanería, así como la trata de esclavos fueron factores de importancia en el proceso de poblamiento de Isla de Pinos, amén de la mercedación, que aquí tuvo carácter excepcional, pues no tenía problemas de límites con otras propiedades e hizo de la ínsula un gran latifundio ganadero.
Los pineros tenían falta de una armonía de
intereses económicos con el Rey, así como con las autoridades de La
Habana, porque cuando en ocasiones solicitaban ayuda a las fuerzas
exploradoras navales, ante el inminente peligro por la presencia de
filibusteros, se les negaba y abandonaban a su suerte. Por otra parte, a
las autoridades españolas solo les interesaban los impuestos del Rey en
relación con el desarrollo ganadero, así sucedió con los esfuerzos
industriosos en la producción de brea y alquitrán de la resina del pino,
que solo interesaba en época de guerra.
La escasa población pinero-española, a
falta de apoyo, no tuvo otra opción que participar del contrabando de
carnes, cueros y madera que poseían en abundancia y se extendió del
siglo XVI al XVIII.
Las relaciones entre filibusteros y pineros
las mediatizaron la brutalidad de los primeros, a tal extremo que un
hombre de Rock el Brasiliano “…usó de enormes crueldades con los
españoles, de los cuales hizo asar en asadores de palos a algunos, y
esto, no por delito que porque tal cual vez no querían mostrarles los
lugares o corrales, donde podían hurtar ganado de cerda”.
La otra vía de acercamiento fue de mutuo
acuerdo, pues las mercaderías alcanzaban altos precios en los mercados
de Batabanó y los pineros escasamente las podían adquirir, mientras que
la presencia de las dotaciones navales españolas para la defensa del
puerto de La Habana y la exploración al sur de esta, eran un peligro
para los hermanos del mar a quienes convenía entonces tener un mercado
seguro en de Pinos, para mercaderías tales como esclavos africanos,
paños, licores.
Hay documentos españoles como el ya
mencionado informe, en un artículo anterior, del escribano de La
Yaguana, Jerónimo de Torres, del siglo XVI (año 1577) donde refiere al
Rey que tanto los súbditos españoles ricos y pobres mantenían
contrabando en dicha ínsula.
El pirata holandés John Exquemeling, de
finales del siglo XVII (1688), refiere durante su paso por Isla de
Pinos, y cita Antonio Núñez Jiménez, que: “…comimos abundantemente, sin
tener temor de algún enemigo, porque los españoles y nosotros estábamos
allí en buena amistad”.
Existía también la práctica de determinados
filibusteros, de asaltar los territorios para robar ganado y otras
riquezas e incluso llevarse a hombres y mujeres como esclavos y también a
la isla de Tortuga, por lo que la escasa población organizó la defensa.
La concentración de la población hacia la parte central es evidencia de
ello, y Santa Fe fue el centro aglutinador.
Aunque en 1822 ya había pasado la piratería
clásica, las relaciones entre el pirata Pepe el Mallorquín y pobladores
de Santa Fe, son ejemplo de lo hecho por ese conglomerado para
sobrevivir en la violencia y abandono.
La buena amistad y vecindad estuvo
condicionada a necesidades económicas, defensa, crueldad del filibustero
y capacidad de algunos dueños absentistas con aventureros y españoles.
(*) Colaborador, historiador de la ciudad y profesor de la Universidad Jesús Montané Oropesa
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