En este minuto de la humanidad la soberanía es una ilusión y la sostenibilidad planetaria un imposible. Solo Estados Unidos es soberano. Desde que Internet
se convirtió en el sistema nervioso central de la economía, la
investigación, la información y la política, las fronteras
estadounidenses extendieron sus límites a toda la geografía planetaria,
aunque los viejos mapas digan otra cosa. Su fuerza parece difusa, porque
está encubierta con números IP, nombres de dominios,
cables transatlánticos, conexiones satelitales y una retórica de la
neutralidad que nos vende el sueño de que estamos en la ruta del
desarrollo y el progreso. Sin embargo, nunca fue más imperial ese país
que cuando se convirtió en el zar del ciberespacio, con total
inconciencia de que su modelo de acceso, dependiente de las lógicas del
mercado y la depredación ecológica, no solo cava la tumba de nuestros
nietos, sino la de los suyos.