Andan raudos los dirigentes del Consejo de Transición libio (CNT). Sin el beneplácito todavía de todas las tribus imperantes en el país y antes de que exista una rendición total o hayan capturado Muamar el Gadafi, emprendieron una gira para recolectar fondos. Dicen que necesitan 2 500 millones de dólares para reconstruir lo aniquilado por la OTAN: hospitales, escuelas, carreteras y puentes, entre otros recursos de infraestructura, fabriles o suministro de agua y gas, elementos todos que le dieron al país un nivel de vida alto y trabajo tanto a los nacionales como a ciudadanos de países vecinos.
Un negocio parecido ya se probó en Irak, aunque los auditores del propio Congreso norteamericano descubrieran un defalco multimillonario que no se sabe, o no se desea saber, adónde fue a dar y no castigaron a nadie en la Haliburton cuando se supo que entregaba suministros defectuosos y comida sucia a las propias tropas estadounidenses.
Afganistán ha vivido experiencia igual o peor. Las edificaciones se desmoronaron a semanas de ser levantadas o, sencilla y tristemente, las fuerzas de ocupación de Estados Unidos y Europa, estimularon (quizás participen) la siembra de amapola y el tráfico de heroína, aunque ello implique otro tipo de efecto, hasta más letal que el que ocasionan con sus bombas.
¿Pensarán en Washington o en Europa que el después libio les ayudará a salir de la crisis que atraviesan? Quién así suponga no anda muy bien, según las conclusiones de un grupo de premios Nóbel de economía y otros muchos que identificaron al modelo neoliberal como el causante del desastre y de la inoperancia de las medidas para aliviarlo.
Diferentes informadores y analistas están convencidos de que el voluminoso gasto occidental realizado para doblegar al régimen libio será resarcirlo por el grupo de antiguos íntimos de Gadafi, de pronto opositores, y en un santiamén convertidos en autoridad legítima también nominados desde el exterior. Deben haberlo acordado incluso antes de algunas deserciones.
Francia e Italia se disputarán los contratos para gestionar la restauración, así como el control de las extracciones de los yacimientos a través de sus grandes empresas petroleras, pues fueron los mayores contribuyentes en la misión bélica. Así lo dan por descontado la mayor parte de las publicaciones del Viejo Continente. En definitiva, el premio es gordo: 1,6 millones de barriles diarios de petróleo a precios nada bajos.
Qatar (cuyo gobierno aceptó gestionar la venta de petróleo de Bengazi, cuando todavía no habían conquistado nada los conspiradores) fue signada sede para una conferencia de donantes donde el presidente del CNT, Mustafá Andel Jalil, se reúne con representantes de Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Italia, antes de iniciar una gira para recolectar más fondos.
La pista del dinero es amplia. El Reino Unido y Alemania se comprometieron a entregar unos 30 millones de dólares cada uno. El gobierno Sarkozi, de cuyo protagonismo en esta historia nadie sospecha, sacó de sus fondos de ayuda internacional 420 millones de dólares y la Unión Europea dice que dará 215 millones de dólares. Eso da un total de unos 700 milloncejos.
Con su periplo, el flamante jefe del CNT, quiere obtener el resto, pero parece insuficiente. Por eso ya pidieron que se desbloqueen 5 000 millones de dólares del estado libio. También en este asunto hay que andar ligerito. Ya mismo, antes de que concluya agosto, dijeron.
El CNT está convencido de que Estados Unidos les dará los 1 500 millones de dólares congelados por la Casa Blanca como parte de la asfixia aplicada al régimen liderado por Gadafi. En general, similar lance sufrieron entre 160 000 y 170 000 millones de dólares del gobierno libio ubicados en varios países. Entonces la suma, solo con lo citado, se eleva a 180 mil millones aproximadamente.
Es alto el riesgo de que esos activos no se empleen en beneficio del pueblo ni tampoco de las asociaciones panafricanas de las cuales Libia fue el principal inversor y donante, propiciando desarrollo y posibilidades que casi seguro resulten suspendidas ahora.
El tema es uno de los muchos que se quedan aplazados, por dilucidar, en este país árabe foco de sucesos injerencistas de alta talla, que tiene facha de ser otro peldaño en el mega-plan para controlar recursos e influencia. Da lo mismo cómo se llame o qué haga el que esté al frente de estado que se ataca, porque, sobre todo, se viene instaurando, reconfirman, la validésdel uso de la fuerza con fines externos interesados, usando el comodín de la lucha antiterrorista o la defensa de los derechos humanos que, según parece, existen para un solo lado.
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