|
Mi nietecita y sus amiguitas disfrutan ese ambiente narural |
Texto y fotos: Sergio Rivero Carrasco
La vida de las personas se torna cada vez más dinámica,
estimulada por la inmediatez de los sucesos, las telecomunicaciones que nos
permiten conocer lo que sucede en el otro lado del mundo en fracciones de
segundos, en la vida laboral que nos absorbe más de la mitad del tiempo que la
naturaleza nos ha dado cada día y sobre todo, esta vida virtual que atrapa,
compromete, captura y hasta enferma, que impide poder saciar nuestras mínimas
necesidades espirituales en unos pocos minutos que dediquemos al día.
Admiro a las personas que día a día dedican unos minutos a
ver el sol, a disfrutar de las fuertes jornadas agrícolas o los que por un
placer especial pululan en los parques, leen un libro en ese entorno, acompañan
a sus pequeños hijos o nietos a jugar en esos sitios tan preferidos sobre todo
en las granes ciudades.
Pero a veces tenemos esa oportunidad en la punta de la nariz,
y somos incapaces de apreciarlas en la medida que ellas pueden llevarnos a ese
éxtasis humano por lo bello y lo noble que, detrás están las manos de personas que amamos, esas que
le dedican siempre un minutico de su vida y aunque concluyan muy
cansados, sienten la satisfacción cuando alguna persona les diga: ¡Qué hermosas
están tus plantas! ¡Ese patio es un primor! ¡Aquí uno llega y se relaja! ¡Esta imagen es paradisíaca! ¡Cómo me gusta estar aquí!
Hoy amanecí con esas necesidades y dediqué unos minutos en dar
un paseo por mi entorno inmediato, ese que siempre veo corriendo casi
sin aparecer las primeras luces del sol y regreso cuando la luna puja por salir; entonces, es que me di cuenta de cuánta hermosura tenemos reunida en pequeñas
cosas que ensanchan el corazón y multiplican la admiración por esas personas
que, como mi esposa y mi hijo mayor, dedican un tiempo cotidiano para verlos resplandecer.
Para ellos, mi mayor respeto, y el compromiso de dejar
de mirar para seguir apreciando lo que los seres humanos necesitamos y en
ocasiones, como me sucede, la dinámica me pone vendas en los ojos y me deja a ciegas.
Aquí les muestro esas insignificantes maravillas que nos hacen más humanos.
|
Los cactus siempre enriquecen el ambiente interior |
|
Una mata de frutabomba florecida |
|
Ya la otra viene dando sus primeros frutos |
|
Los cocoteros abastecen todo el año |
|
La cepa de esta planta de babano ya crece |
|
|
|
A lo lejos el arbol del Mapén o fruta del pan, rico para freír |
|
El centenario mamoncillo vigila desde su altura |
|
Muy pronto comenzarán a crecer los ajíes |
|
Diminutas flores enriquecen el entorno |
|
El árbol del Nim sirve para todo y crece magestuoso |
|
Ya esta tare sus frutos. Pronto se reproducirán |
|
Las arecas, casi palmas adornan el entorno |
|
El tronco de este árbol del Nim fue trenzado cuando pequeño y así creció |
|
Este helecho arborescente dellumbra por la brillantez y fuerza del color |
|
En hilera para escoger |
|
Esta begonia nos ofreció su prir regalo: la flor |
|
Esta llamada Mala madre, es buena porque mantiene vigorosa a sus hijas |
|
Chamadorea, malangonas trepadoras, singónio, se ponen de acuerdo para ocupar cada una su espacio |
|
Esta es la llamada varita de Santa Bárbara, hermosa y casi lista para ocupar su lugar |
|
Ellas compiten por el elogio del conjunto |
GRACIAS A TODOS LOS QUE HAN HECHO MI RECORRIDO HASTA AQUÍ
No hay comentarios:
Publicar un comentario