El año 1980 pretendió apagar las luces de
casi un siglo de creación a manos anchas, de uno de los más prolíferos
intelectuales cubanos del Siglo XX: Alejo Carpentier Valmont, nacido el 26 de
diciembre de 1904 en Lausana, Suiza, hijo de un arquitecto francés llamado
Jorge Julián y de una maestra rusa nombrada Lina Valmont. Con el pequeño Alejo
llegó el matrimonio a La Habana, ciudad en la que decidieron a vivir el resto
de sus días. Cerró sus ojos en Francia mientras
se desempeñaba como consejero cultural en la embajada cubana en ese país.
Carpentier niño |
Este
hombre- luz residió en Paris entre los 12 y 17
años, metrópoli en la que estudió teoría musical, y al regresar
a Cuba se inició en la carrera de arquitectura, pero solo fue un intento porque
finalmente terminó abandonándola para dedicarse a la literatura y al periodismo.
Se sumó así al “Grupo Minorista” y escribió importantes artículos en el diario
“La Discusión” y en la revista “Carteles”.
De
ideología política izquierdista, ante la toma de poder de Gerardo Machado
Morales y tras pasar unos meses en la cárcel por sus ideas comunistas, logra
salir al exilio en el año 1928, llegando de nuevo a Francia ayudado por el
poeta galo Robert Desnos. Allí logró contactar con las vanguardias literarias,
especialmente con el surrealismo, ahondando también en su faceta de musicólogo.
Es
precisamente en el año 1933 que ve la luz su primer libro “Ecué-Yambá-Ó”, una novela enraizada en la cultura afrocubana, en
la que comienzan a mostrarse sus intenciones de tratar el tema de los huracanes
caribeños con el doble sentido de mutación rápida y de evento meteorológico
capaz de transformar lo que encuentra a su paso. Posteriormente su obra, con
gusto por la ficción histórica, se incluye dentro del llamado realismo mágico,
del que fue su principal precursor.
La
huella de Carpentier en la cultura
cubana y mundial se plantea por los especialistas que fue más allá de lo
extraordinario. El Mar Caribe o de las Antillas es un referente ineludible en
la mayoría de los cuentos, novelas y artículos del más universal de los
escritores cubanos.
Esa
vida agitada del escritor lo hizo residir también en México, Haití y finalmente
en Venezuela, en la que vivió hasta el Triunfo de la Revolución Cubana el 1ro.
de enero de 1959, año en que regresó a Cuba en la que ocupó diferentes
responsabilidades diplomáticas entre ellas, la de embajador de Cuba en Francia.
Un
hecho importante de su vida fue el año 1941, cuando contrajo matrimonio con su
compañera de la vida Lilia Esteban. Los años subsiguientes ocuparon la mayor
parte de su creación literaria con la publicación de sus libros más destacados
como “El Reino De Este Mundo” (1949), “Los Pasos Perdidos” (1953),
“Guerra Del Tiempo” (1958), la novela histórica “El Siglo De
Las Luces” (1965), “Concierto Barroco” (1974), “El Recurso Del Método” (1974), “Temas De La Lira y El Bongó” (1976) “La Consagración de La Primavera”
(1978) o “El Arpa y La Sombra” (1979)
y en el año 2018 fue publicado “Alejo
Carpentier y La Música”, un ensayo escrito por Blas Matamoro.
Alcanza
su mayor esplendor en las letras hispanas y universales con el otorgamiento del
Premio Miguel de Cervantes Sahavedra,
el cual recibe en la significativa fecha del 4
de abril de 1978 de manos del rey Juan Carlos, célebre galardón que lo
inmortalizó en la Literatura Uni9versal e Hispánica. Entre otros, ya le había sido
entregado el Premio
Mundial Cino Del Duca (1975) y el Premio
Médicis Extranjero a su novela histórica “El arpa y la sombra” en 1979.
Discurso en recibimiento del Premio Cervantes |
Como
hombre de pensamiento y acción revolucionaria entrega el metálico que le
correspondía por el Premio Miguel de Cervantes
a la máxima Dirección de la Revolución para que fuera utilizado en la
remodelación las instituciones culturales, las galerías de Arte y adquirir reproducciones
de algunas colecciones de Arte Universal para todas las provincias del país y el
Municipio Especial Isla de la Juventud, con lo que se produjo un florecimiento
de las Artes Plásticas en la nación.
Aunque
sus ojos se cerraron muy lejos de aquí, sus luces no fueron apagadas. El el 24
de abril de 1980, a sus 75 años, la ciudad de París fue testigo de cómo la luz
que de él brotaba se expandió por el universo y llegó a los sitios más
inusitados llevando su carga de amor, belleza y espiritualidad, esa de la que
supo impregnar a cada una de las obras crecidas por encima de sus insospechados
propósitos, enriqueciendo la historia, las artes, la música y el espíritu
revolucionario que también lo hizo universal. Carpentier descansa ahí, en la
Necrópolis de Colón, en su Habana, la que arropó sus primeros sentimientos y
dio rienda suelta a sus luces.
Alejo Carpentier por Xulio Formoso |
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