Por Sergio I. Rivero Carrasco
Una mañana
diferente fue la de aquel domingo 16 de abril de 1961 cuando los capitalinos,
volcados a las calles en marcha solemne y antiimperialista, acompañaban a las
víctimas del a ataque a los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los
Baños y Santiago de Cuba, que habían cobrado la vida de siete retoños en su
plenitud y causado cientos de heridos.
Ante el
planeamiento de Fidel, desde la tribuna ubicada en la céntrica esquina de 23 y
12, en el Vedado capitalino, el pueblo armado para defender sus conquistas,
levantando los fusiles juró hacer realidad lo dicho por el Mayor General
Antonio Maceo: “quien intente apoderarse
de Cuba, solo recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en
la lucha”. Así se dispuso a formar los destacamentos de milicias como lo
indicó el máximo líder, e ir a defender la Patria Socialista seriamente
amenazada por el yanqui opresor.
Solo bastaron
unas 72 horas para que los cubanos demostraran lo que vale defender la patria
con el corazón y con las uñas si fuera necesario. Siempre el enemigo sostuvo
que sería
muy fácil someter al país porque no contábamos con los dispositivos
militares para ello y el día anterior habían inutilizado siete aviones; pero se
impuso la moral, valentía y defensa de las mayores tradiciones de lucha de los
cubanos iniciadas el 10 de octubre de 1868. Quedaron con las maletas hechas
para formar el “gobierno provisional después del supuesto triunfo”.
El socialismo en
Cuba, fue el que logró la unidad, entregó la tierra, la justicia y el derecho
de todos a ser dignos y libres. Fue el socialismo el que hizo de la educación,
la salud, la cultura y la recreación sana junto al deporte, derechos del
pueblo. Una economía planificada, asediada y bloqueada desde 1962 no podía ser
vencida si no se lograba la unidad de todas las fuerzas en torno al socialismo
que se construye todavía hoy.
En el Informe
Central al Primer Congreso del Partido, Fidel precisó: “Hoy necesitamos una constitución socialista, en correspondencia con
las características de nuestra sociedad, con la conciencia social, las
convicciones ideológicas y las aspiraciones de nuestro pueblo. Una constitución
que refleje las leyes generales de la sociedad que construimos, las profundas transformaciones
económicas, sociales y políticas operadas por la Revolución y los logros
históricos conquistados por nuestro pueblo. Una constitución, en fin, que
consolide lo que somos hoy y que ayude a alcanzar lo que queremos ser mañana” .
Esa Constitución
fue la que aprobamos el 24 de febrero de 1976, es la que se acaba de proclamar
este 10 de abril al cumplirse el aniversario 150 de haberse aprobado la
Constitución de Guáimaro en campaña insurrecta. Una Carta Magna muy armonizada
con nuestro tiempo, esperanzadora y proyectada a las grandes metas del futuro
mediato e inmediato, la que también ha tenido como brújula la ratificación del
Socialismo cubano, que no se parece a ninguno, construido a puro golpe de
sacrificio, unidad e inteligencia de un pueblo que se resiste a perder su
independencia y a ser esclavo.
El socialismo en
Cuba llegó para quedarse, para aderezar la esperanza y objetivos de su pueblo,
a fortalecer el papel de las masas en su construcción y desarrollo, a hacer del
derecho la práctica cotidiana del ser, el respeto a la dignidad que nos
caracteriza como cubanos en medio del convite antisocialista y anticomunista
que pretenden imponer el imperio y sus aliados.
Esta es la época
de consolidar la unidad, de enfrentar las vandálicas e irreverentes políticas
lanzadas por el imperio contra nuestro país, Venezuela y Nicaragua, países que
nos esforzamos por salir adelante en este mundo tan desigual en el que han pretendido
privar del desarrollo a nuestros pueblos.
Hoy más que
siempre cobra una gran dimensión el 16 de abril de 1961 cuando el Comandante en
Jefe proclamó la Revolución Socialista como el único camino que podíamos seguir
en ese momento para mantener la liberación frente al asedio yanqui. En aquella
ocasión el propio Fidel en su discurso, con mucha claridad que trasciende hasta
nuestros días, expresó:
“Porque lo que no pueden
perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos
los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica,
el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba ( …)
Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que
hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados
Unidos!”
Es la decisión
ratificada por más del 90% de los cubanos, con la guía certera del Partido
Comunista y la gestión gubernamental bien cercana al latir de los cubanos.
Como se diría en
los primeros años de la Revolución, en las manifestaciones de los cubanos se
lanzaban con mucha fuerza estas coplas:
“Somos
socialistas,
por dentro y por fuera
y al que no le guste
que tome saldiguera”.
por dentro y por fuera
y al que no le guste
que tome saldiguera”.
Por eso, el
socialismo en Cuba, como la vía más certera para conducir al pueblo y mantener
sus derechos, y desarrollarse, llegó para quedarse.
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