Por Sergio Rivero y Abel Pérez
Desde
que abrimos los ojos al mundo, en infinidad de ocasiones dormimos con el
susurro de mamá leyéndonos historias hermosas, y más tarde con la llegada del
cine y la televisión, tuvimos el privilegio de verlas graficadas. Así sucedió
con Pinocho, cuando en 1940 Walt Disney dio vida en un animado al personaje de
la novela de Carlo Calolodi, merecedora de dos Premios Oscar, con gran
relevancia internacional, personaje que también es utilizado para denominar a
las personas mentirosas arraigándose el consejo: “No digas mentira, que te va a
crecer la nariz”.
Antes
que Disney creara esa imagen idílica de Pinocho, ya el fantasma de la mentira
señoreaba y se convertía en carta de presentación de muchas personas, países,
transacciones y hasta valoraciones de los grandes medios de comunicación
masiva, que referenciados por la historia que nos motiva, no perdieron
oportunidad de manifestar los códigos de terror y deshumanización de lo que
nombraron COMUNISMO, convirtiéndolo tantas veces repetidas un una aparente
verdad, generalmente horrible con fines perversos y fuentes de incontables
conflictos, para desviar la atención
sobre los verdaderos mentirosos.
Aun
no existía el comunismo, ni siquiera se ha llegado a ese estadio del desarrollo
social por parte de ningún País, ya que supuestamente en la teoría
Marxista-Leninista debe producirse a nivel global a la misma vez, cosa aún
imposible. Entonces los llamados países “comunistas” que son los
denominados de izquierda o progresistas con procesos sociales revolucionarios y
que no aceptan las recetas neoliberales y del FMI como China, Rusia, Irán,
Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, que solo han puesto al ser humano por
encima del capital, constituyen el perverso horror de la humanidad hoy, según
las teorías del Pinocho inquilino actual de la Casa Blanca.
Pongamos los pies en la tierra y analicemos
que según
el último informe demográfico de las Naciones Unidas (2019), la Población
mundial asciende a unos 7 700 millones
de habitantes y solo el uno por ciento
atesora las riquezas equivalentes a la del resto de su población. No hay mejor
ilustración de esta desigualdad que la forma en cómo enfrentan unos y otros la
Pandemia de la Covid 19 y los desafíos que, como espada de Damocles, penden
sobre nuestras cabezas.
La
Historia se ha encargado de demostrar que a los fabricantes de la gran mentira
cada vez les crece más la nariz, y han
dejado al descubierto que el “fantasma” del comunismo también es una creación
para desviar la atención de los verdaderos conflictos que ha tenido que
enfrentar la humanidad y a sus indudables culpables: Las grandes potencias
imperialistas, especialmente Estados Unidos; no obstante, muchos en el mundo sin el más mínimo
razonamiento, han culpado al llamado comunismo de crear todos los males que los
dañan, sin darse cuenta de que en este planeta la mayoría de los países que lo componen
han sido y son capitalistas hasta el día de hoy. Entonces cabe preguntarse: ¿Quién
es el mentiroso, y quién es el verdadero fantasma?
El verdadero fantasma, que como el personajillo de Pinocho sobrevive hoy a costa de las constantes mentiras para desviar la atención de sus verdaderos errores en el tratamiento a la covid-19, que afectan no solo a su país, sino a la humanidad en su conjunto por la repercusión que tienen como consecuencia la deliberada política exterior que aplica, llega hasta el retiro del presupuesto que abonaba Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud, culpar a terceros como a China y Rusia, así como emprender su carrera desesperada por el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, miles de vueltas de tuerca al bloqueo contra Cuba y la agresión a sus misiones médicas, a la vez que enjuicia sostenidamente a Nicaragua.
En este mundo que en lo adelante será
diferente, también las políticas de todos los países debieran cambiar para
bien. Hay que echar a un lado la confrontación y aferrarnos a la colaboración o
dejaremos de existir, desapareceremos como especie si no cambiamos el rumbo y
nos quitamos la espada de nuestras cabezas.
Para sobrevivir a esta especie de holocausto pandémico nunca
antes conocido, debemos apartarnos de la ingratitud, la envidia, la vanidad, la
ambición, la mentira, el egoísmo, la traición y la venganza, conductas enemigas
de la prosperidad y la felicidad de las personas. Si nos llevamos mejor,
viviremos mejor.
Hagamos más honestas y consecuentes las
relacionas entre los seres humanos, la familia, la sociedad y la humanidad, en
la que prevalezca la verdad y aplastemos las pinochadas imperiales. Entonces, es
que podremos sobrevivir a la pandemia.
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