El 6 de enero de 1959 tuve mi primera muñeca: la recuerdo preciosa,
con pelo largo y ojos azules. No fueron los Reyes Magos quienes me la
regalaron sino mi hermano quien, con la alegría del triunfo de los rebeldes, decidió invertir su bajo salario en obsequios para toda la familia.
Para mí, los días posteriores al 1ro. de enero de 1959 fueron una gran fiesta de hombres barbudos que entraron a Holguín,
con largos collares de semillas rojas y negras, sonrisas permanentes y
la alegría lógica por la victoria sobre una dictadura sangrienta. Yo,
que no cumplía aún nueve años, lo recuerdo todo como un carnaval
especial donde los abrazos y la felicidad del tiempo porvenir invadían a
viejos, jóvenes y niños.
No sé si escuché el discurso de Fidel
-para mí el más apuesto de los rebeldes- o lo leí después cuando dijo,
recién acariciado el triunfo, que todo sería desde entonces más
difícil. La vida le ha dado la razón.