Por Lorenzo Gonzalo*
Con motivo de la gran crisis financiera que reventó entre el 2007 y el 2008, se han sucedido diversos acontecimientos en Estados Unidos para remediar sus consecuencias.
Sabemos que existieron anomalías en el otorgamiento de préstamos que fueron esencialmente motivados por la avaricia de los bancos, integrados por una burocracia financiera ávida por hacer dinero de la noche a la mañana. En la base de la crisis estuvo precisamente la práctica especulativa de la bolsa que, en un frenesí delirante, concebible solamente en un hospital de enfermos mentales graves, inventaron los llamados fondos derivativos, los cuales consistían en un tipo de “acciones”, cuyo “valor”, era un “derivado” de otro valor que a su vez era amparado por el “valor” de hipotecas, cuyas garantías no reflejaban el monto de los préstamos.
Tratándose de personas que perdieron sus casas, el sentir popular se inclina a favor de que las personas sean compensadas. Mientras mayores compensaciones reciban mejor. Pero el criterio que aplican los conservadores en estos casos tiene que ver con pesos y centavos y no con sentimentalismos o juicios de origen humanista.
Las personas que compraron estas casas ejercieron un acto volitivo, decidieron hacerlo, acudieron al banco, solicitaron un préstamo y adquirieron una propiedad cuyo valor del mercado en ese momento indicaba determinado precio. Una gran cantidad de las personas no tenían las condiciones financieras para obtener los préstamos, pero los bancos, en su afán de prestar el mayor volumen de dinero, relajaron las condiciones exigidas a los solicitantes, llegando un momento en que prácticamente todo el mundo podía adquirir una vivienda.
Visto con esa frialdad, las personas que luego dejaron de pagar sus casas, evidentemente aceptaron correr el riesgo correspondiente y por consiguiente no debieran ser compensadas bajo ningún pretexto. Al margen de que, tratándose de una operación puramente mercantil, las casas podían más tarde disminuir de precio, quedando entonces pendiente la obligación de pagar el préstamo. Además, muchos compradores no tenían condiciones para pagar el monto del préstamo y a pesar de ello lo solicitaron. Por consiguiente se trataba de una operación de alto riesgo, al final de la cual no les quedaba otra alternativa que perder la propiedad si no pagaban el dinero recibido para comprarla.
En realidad las personas que han perdido sus casas en Estados Unidos, salvo compensaciones de casos muy particulares como algunas demandas judiciales aisladas, el único beneficio que han recibido, ha provenido de la Renta Interna la cual, en estos casos, no ha considerado como ingreso el perdón de la deuda. Si el gobierno no hubiese procedido de esa manera, las personas habrían tenido que pagar un impuesto al fisco por el dinero que dejaron de pagar.
En algunas de las demandas aisladas que han existido con motivo de este desastre económico, los verdaderos beneficiados en realidad son los abogados que inventan las demandas. Este sector se ha beneficiado con la tragedia porque los vericuetos legales que son capaces de concebir los profesionales de ese ramo, muchas veces excede la imaginación más prolija.
Pero la pregunta que resulta de esto es si los conservadores tienen razón cuando dicen que cada cual se buscó el problema por su cuenta y nadie los obligó. La respuesta simple es que tienen razón. La respuesta justa, siempre más compleja, porque la sociedad es el más complejo de todos los componentes humanos, es que está bien que la banca pague, los financistas paguen y los corredores de bolsa paguen. En la realidad no ha sido así y los costos incurridos por las personas pertenecientes a estos sectores, todos ellos pertenecientes a la misma ganga, han sido mínimos.
Partiendo de un análisis simple podríamos decir que si la gente se creyó de repente inversionista y pidió un préstamo al banco amparado en la diferencia entre el precio de su casa primaria y la deuda al momento de solicitarlo, la persona es responsable por esa deuda. Pero mayor responsabilidad aún tendría, si la persona utilizó esa diferencia entre precio y deuda, solicitada como préstamo, para comparar otra propiedad y hacerse rico dos meses después. Visto así diríamos que no debían compensarle nada y es más debían penalizar a la persona. Pero también es cierto, que vivimos una sociedad que nos ha enseñado que el triunfo está en ser "capitalista", ´"inversionista", que cuando uno va al mercado y comprar veinte libras de "goma de mascar", aun cuando la persona no consuma ese producto, si está rebajado en un 70% de su precio usual, uno hace una buena inversión y gana comprando. Nos han metido en la cabeza que todos somos inversionista. Te vas a la casa contento por haber hecho un "negociaso" porque te han dicho que "ganaste" en la operación, aun cuando la compra no fue con fines comerciales y el producto está destinado a ponerse viejo en la alacena.
En sentido general todo lo que te enseñan es que ganar rápido es la fórmula, de lo contrario eres un "failure" que significa, ser un perdedor. Te hacen creer que eres inversionista cuando haces una operación como esa de la "goma de mascar" y con la ropa que no usas pero que compramos en veinte cuando ayer la ofrecían en ochenta. Te hacen ver que ganaste sesenta en esa operación. Con el tiempo donas la camisa a una institución de caridad.
Entonces esta gente sacó el dinero de su casa y se compró otra y en la jugada, que a penas duró par de años, una enormidad de gente se quedó colgada de la brocha, con la boca abierta, sin saber qué había sucedido. La mayoría de las propiedades compradas en Estados Unidos fue con el propósito de venderlas en breve para “hacerse ricos”. Otros utilizaron el préstamo de ese valor acumulado y se lo gastaron, porque también nos han enseñado que "gastar" es la finalidad de nuestra vida. No lo dicen así pero subliminalmente el comercial lo indica.
Por otro lado los bancos facilitaron que el asunto tomase lugar, permitiendo que los financistas inventaran un sin número de circunvalaciones para estimular a la gente a pedir la plata. Esto venía además acompañado de que supuestamente las propiedades siempre suben de precio, con lo cual "tienen razón pero no es verdad".
En fin, pensamos que estamos viviendo en un mundo de ficción que nos han impuesto, a contrapelo del devenir de los procesos económicos. Las razones de su existencia, se asientan en los sectores ficticios que han asumido el control de ese proceso. Este sector está formado por la banca, las instituciones crediticias y la maquinaria de especuladores que apuestan en la bolsa con dinero ajeno. Si aciertan en sus apuestas se apropian de las ganancias, si pierden, entonces los pobres soñadores que adelantaron sus dineros, asumirán el gasto.
Los responsables que garantizan la permanencia de ese sector son las cúpulas políticas, quienes sobreviven gracias al aletargamiento de una ciudadanía cautiva de la desinformación.
*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. y subdirector de Radio Miami
Fuente: Martianos-Hermes-Cubainformaci ón
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