“Comienza, que no tenemos mucho tiempo”,
le ordenaron después de darle un bisturí. “Puse mi mano izquierda sobre
su pecho y comencé a cortar. (…) La sangre brotó”.
“Desde que empecé a cortar se puso a
gritar pidiéndonos que no lo destrocemos, que no lo matemos, y luego
perdió conocimiento. No sé si se desmayó o estaba ya muerto, pues yo no
era el mismo”.
“Me dijeron
que hiciera otro corte horizontal abajo. (…) El tercer corte había que
hacerlo arriba, pero tuvo que hacerlo el médico porque vio que mi mano
temblaba y que yo estaba como loco”. Se produjo una disputa entre los
médicos, pues uno había olvidado unas “tijeras para cortar las
costillas”. Él propuso usar su bayoneta y guiado por uno de los médicos,
cortó las costillas de la víctima. Uno de los médicos ”metió las manos
en el cuerpo, tiró y abrió”, ”cortamos las arterias”, “cuando tomé el
corazón, latía todavía”.
El corazón fue colocado en una caja para
transportar órganos y llevado en un automóvil al aeropuerto de Tirana ,
donde los guerrilleros fueron recibidos por militares del ejército
albanés. La caja con el corazón fue entregada a un “extranjero” que
subió a un “pequeño avión privado” con la bandera de Turquía. Es la
narración de un testigo presentado ayer en la televisión Serbia que la
agencia de noticias AFP, tan segura para dar voz a autores de testimonios fantasmas cuando de Cuba se trata, salpica graciosamente con las palabras “supuesto” y presunto”,
a pesar de que las acusaciones de tráfico de órganos en Kosovo están
ampliamente documentadas en una investigación del Consejo de Europa.
Ese informe prueba, como ha denunciado el escritor Isaac Rosa,
que existió “una red criminal que en los años noventa secuestró a
cientos de ciudadanos, los engordó y cuidó para que tuvieran buena salud
(a la manera de la bruja de Hansel y Gretel), y después los asesinó de
un tiro en la cabeza para sacarles los riñones y venderlos en el mercado
negro de órganos”.
Agregaba Rosa en un artículo publicado hace casi dos años que alguien en AFP debería leer:
“Una historia tan
terrible que cuesta creerla. Bueno, hay algo que sí la haría creíble:
que los autores fuesen serbios, pues es un horror propio de la maldad
luciferina de un pueblo, el serbio, al que aprendimos a odiar durante
las guerras balcánicas. Pero no, leyendo el informe resulta que los
autores no fueron los malos malísimos serbios, sino que a éstos les tocó
el papel de víctimas. Los crímenes los cometieron los angelicales
albanokosovares a los que la OTAN salvó bombardeando Serbia durante
semanas.
“Y no fueron unos
cuantos incontrolados, sino una banda dirigida por el actual primer
ministro kosovar. Que por cierto no se llama Milosevic sino Hashim
Thaci, y que lideraba la UCK, entonces presentada como una guerrilla de
liberación que luchaba contra el opresor serbio, y que en realidad era
una mafia que controlaba el tráfico de drogas, armas y órganos.”
“Pero aparte de las
evidencias que ahora salen a la luz, y de las denuncias que los serbios
llevan años haciendo sin que nadie les escuche, hay que decir que no
todos nos acabamos de caer del guindo. Ya durante el ataque de 1999
denunciamos que Thaci y su UCK no eran trigo limpio, y rechazamos la
manipulación informativa que demonizaba a una parte y angelizaba a la
otra. Pero claro, entonces Estados Unidos sabía que Thaci era un hijo de
puta pero, como suele decirse, era nuestro hijo de puta en la región.”
Agregaría yo que Tachi, no era solo “el
hijo de puta de la OTAN en la región”, sino también -¡qué raro!- el de
los grandes medios de comunicación como AFP.
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