El 24 de febrero de 1996 se produjo un lamentable incidente frente al
Malecón habanero. Dos avionetas pertenecientes a un grupo terrorista de
Miami fueron derribadas por la defensa antiaérea cuando violaron el
territorio nacional de Cuba. Decenas de violaciones semejantes habían
ocurrido en el último año y el Gobierno había advertido públicamente que
no toleraría su repetición.
El hecho agravó seriamente las tensiones entre Estados Unidos y Cuba y
fue objeto de intensos debates en la Organización de Aviación Civil
Internacional y el Consejo de Seguridad de la ONU.
El 7 de mayo de 1999 - luego que habían pasado tres años y más de dos
meses - el gobierno de Estados Unidos, de modo irresponsable y
caprichoso, utilizó el incidente y lo convirtió en el Cargo 3
(Conspiración para cometer asesinato) formulado sólo contra Gerardo
Hernández Nordelo.
El Cargo 3 concentró casi completamente el proceso de los Cinco. A
esta acusación dedicó el Tribunal la mayoría de sus sesiones, expertos y
testigos. En la sala de la Corte estuvieron presentes todos los días
los familiares de los que perdieron la vida el 24 de febrero de 1996
quienes hacían demostraciones públicas y daban conferencias de prensa
allí mismo frente a los miembros del jurado.
El tema fue el eje central de la campaña mediática. Sobre él se
produjeron miles de artículos y comentarios en la prensa escrita y en
las emisoras de radio y televisión.
Curiosamente los medios le prestaron gran atención al Cargo 3 antes
de que éste existiera. Puede afirmarse sin la menor duda que la
acusación fue resultado de una conspiración entre el Gobierno y los
grupos terroristas responsables de aquel suceso en la que los
“periodistas” pagados por el Gobierno tuvieron un papel decisivo.
En septiembre de 1998 cuando el FBI apresó a los Cinco, la Fiscalía
presentó los cargos de los que eran acusados. Allí no estaba el Cargo 3,
no se hacía referencia alguna a incidentes aéreos o avionetas
derribadas ni a nada por el estilo. La acusación contra Gerardo fue
agregada más de siete meses después cuando él y sus compañeros estaban
en confinamiento solitario, aislados del mundo, en su primera visita al
“Hueco” que duró 17 meses.
Una revisión de la prensa de Miami entre septiembre de 1998 y mayo de
1999 permite comprobar la afirmación anterior. Se pueden encontrar
numerosas declaraciones de dirigentes de grupos terroristas, ampliamente
difundidas y amplificadas por los “periodistas”, pidiéndole al Gobierno
que agregase la nueva acusación. Entre otras cosas, puede leerse la
información, profusamente desplegada, acerca de reuniones entre los
fiscales y los terroristas de las que surgiría la llamada “Segunda Acta
Acusatoria”, que sustituiría a la anterior incorporando el Cargo 3.
La lectura de ambos documentos de la Fiscalía haría que cualquier
periodista medianamente serio se sorprendiera y sintiera la obligación
de averiguar. Según esos documentos el FBI había logrado descubrir quién
era realmente y qué hacía en Estados Unidos Gerardo Hernández Nordelo,
por lo menos, desde 1994, más de dos años antes del incidente de 1996.
Habían conseguido descifrar sus comunicaciones con La Habana, sabían lo
que hacía y lo que se le instruía hacer. Por eso no actuaron contra
Gerardo y sus compañeros, porque les constaba que su trabajo no era en
absoluto perjudicial para Estados Unidos ni para el pueblo
norteamericano.
Sabían también que Gerardo nada tenía que ver con los sucesos de
1996. En aquellos días fue grande el alboroto, no sólo en Miami sino
también en Washington. Bill Clinton, quien era el Presidente, ha escrito
que entonces se le propuso incluso un ataque militar contra Cuba. Los
más agresivos grupos del Sur de la Florida vociferaban día y noche
reclamando guerra. El contubernio de esos grupos con el FBI local es
archiconocido. ¿Puede alguien creer que no habrían hecho nada contra el
“culpable” por el derribo de las avionetas? ¿Qué no hubieran actuado
contra él si lo hubiesen tenido allí mismo, y controlado por el FBI, en
Miami?
¿Y Cuba? Ninguna de las comunicaciones entre La Habana y Gerardo, que
posee el FBI y fueron presentadas en el juicio, sugieren siquiera que
existiese la menor preocupación por su seguridad y por protegerlo frente
a los riesgos que enfrentaría si él hubiese tenido alguna participación
en aquel incidente. Gerardo continuó su labor en Miami durante casi
tres años más. Vino a Cuba de vacaciones y a nadie se le ocurrió que
aquí se quedase para proteger su vida.
Cuando lo detuvieron en septiembre de 1998 no lo acusaron de nada
relacionado con lo ocurrido en 1996 por la sencilla razón de que el FBI
conocía, por lo menos desde 1994, lo que hacía Gerardo y sabía, por
tanto, que él no tuvo relación alguna con aquella desgracia.
Sin embargo en 1999 se aparecieron con la increíble calumnia de
acusarlo por participar en un asesinato en primer grado - con
premeditación y alevosía - y lo hicieron - el FBI, o sea, el Gobierno -
para satisfacer los deseos de la mafia terrorista y sus corifeos en los
medios que eran, a su vez, asalariados del Gobierno.
Tan endeble era esa acusación que la propia Fiscalía reconoció
después que no la podía probar y pidió retirarla, algo que hubiera sido
noticia de primera plana si se tratase de otro caso y no el de los
Cinco.
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