martes, abril 14, 2015

Estampas

En su muro de Facebook escribió a esta foto la siguiente nota:
"Le preguntè al espejo màgico...!Ni quieran saber què me dijo!"

Hoy, sin su permiso, me tomo la licencia de capturar esta publicación de su muro en Facebook  para compartirla con mis ciber lectores. Es un homenaje y reconocimiento a esta amiga nuestra que transpira emoción, sabiduría, sensibilidad y amor.

Por Elena Beatriz Corujo Morales
Mención Premio Casa de las Américas 2012

Premio Libresa en Ecuador 2011
Escritora y poetisa rellolla. Cubana 100%


Ahora mis noches son largas por eso regreso al parque de mi pueblo con mi amiga Maritza: Vueltas, vueltas, la retreta, los muchachos hermosos, el novio que no era mío. Mi madre en la esquina contaba las campanadas, a la última de las once salía corriendo, solo dos cuadras cortas de mi casa al parque, solo dos cuadras cortas, que volvería a saltar con la misma prisa en la garganta.

Ahora mis noches son largas y el olor del galán y las flores de panetela regresa para recordar la muchacha que fui ¡Dios mío, fui una muchacha¡ loca, novelera, mentirosa, insoportable como suelen ser las muchachas de verdad, las que pueden recordar que el camino a Tesico estaba lleno de verdades, que sentimos rugir al sapo, aparecer la llorona.


Hicimos chicles de caimitillo cuando Camaco era río y vimos los piratas aparecer por el mar de Jinaguayabo, y qué nos importaba entonces que el fondo de la playa fuera un lodazal, era la playa màs linda del mundo.

La nostalgia tiene la textura arenosa del níspero, tiñe de rojo los zapatos, va de banda a banda… y mi casa en el medio, un dìa a la vereda del Carmen, otro al paradero de los trenes.


Nunca màs cinco platos a la mesa, cada uno tomó un rumbo impreciso.
Mi casa siempre en el medio, a dos cuadras del parque:

Hay una soledad violeta silbando por mi casa,
mi casa violeta herida sobre la cabeza del mundo,
apolillado el mundo en cada esquina,
esquina violeta en la penumbra que viaja conmigo,
atada al desamparo de las naves,
a los inviernos del zaguán que se aplauden hasta quedar
exhaustos.


También estoy cansada de inventarme gigantes,
de asir el sable y derramar molinos.

Quiero una vez más el silbido violeta
Vagamente su forma es la de una mujer.
Vagamente una mujer tiene forma de casa.


Mi casa, casa de verdad, será siempre la de Brigadier González No 31, entre Independencia y Pi Margal, a dos cuadras del parque
Yo vengo de muy lejos a comprar esta casa,
el argumento tibio para una novela.
Una casa con alma donde alguien haya escrito la huella de su ombligo,
el mapa de una sombra en las baldosas.

Yo vengo de otras casas sin fantasmas,
con el pavor de los cuartos vacíos.


Soy una cornisa, un desván,
polvo en la escalera,
la hendija donde Benjamín dibujaba los pechos de Gertrudis,
la silueta naranja del baño vespertino,
pórtico para amansar forasteros.

Hay casas que se derrumban cuando se saben huérfanas,
y otras que se suicidan en las escaramuzas,
casas más feas que un reclamo,
y otras tan discutibles como las oficinas,
solas como la mujer de Mambrú cuando se fue a la guerra.
Què pena que nadie quiera venderme esta casa,
que no haya un inquilino para pujar conmigo,
regatear apenas el consuelo de un augurio.


Esta casa la compro de a de veras,
su aliento me rescata de todos mis exilios.
¡Dios, yo quiero esta casa!
un pedazo del mundo para equivocar los sueños más audaces.
Le cedo la palabra: Desde ahora, les juro, es la casa quien habla.

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