Cada vez que camino por el boulevard José Martí de Nueva Gerona me siento más pinera, así me dijo hace unos días una doctora que cumple misión internacionalista en Brasil.
Mencionó además, que sentía más suya a la Isla de la Juventud a pesar de estar lejos, y agradece ese espacio donde se puede encontrar la mezcla perfecta de tradición y contemporaneidad.
Coincidió
su opinión con la de varios visitantes que por vez primera conocieron
los tesoros de este pequeño terruño, con la de mis vecinos y compañeros
de trabajo. No cabe duda que desde la visualidad el boulevard ostenta
calidad y belleza.
Lo
ambienta lo más autóctono de la Isla del Tesoro, las cuevas de Punta
del Este, el período precolombino y la piratería. Se suman las placas
rectangulares de material plástico en amarillo, rojo y azul que nos
permiten visualizar algunos de los símbolos que se encuentran en la
cueva No. 1 de Punta del Este, denominada por el espeleólogo mayor
Antonio Núñez Jiménez, como la “Capilla Sixtina del Arte Rupestre
cubano”.
Pero
mostrar la identidad de quienes residen en el Municipio se hace más
fuerte con los pasajes de la Isla que exhibe el boulevard, con los
restos de embarcaciones, anclas, cañones y otras particularidades que
sirven como decoración recordando a la figura del pirata Pepe el
Mallorquín.
La Cuba representada en herraduras, el monumento a los símbolos patrios y el hacha aborigen de los Siboneyes que habitaron el Sur de la Isla hace más de 400 años, una obra de arte que engalana la entrada de instalaciones gastronómicas y otros centros en el boulevard.
Sentirse
pinero es saber que se evoca el himno local: “Isla soy en el amor y el
dolor del apóstol/ De Cuba la más preciada joya en los mares del sur/
Dios colmó de dones mis entrañas lleno de mis paisajes de luz…/ El mar
me hizo lago de amores y sin violencias para acercarme, Cuba, a ti/ Isla
soy… No me dejes sola…No me dejes así”.
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