Dada la relevancia de este artículo, me he tomado la licencia de replicarlo en mi blog para compartirlo con mis lectores
Por René González Sehwerert
Colérico
y arrogante, como ningún otro de sus predecesores, el emperador de turno hace
el disparo de arrancada y allá van en tropel, por el despeñadero de la
involución humana, quienes aspiran a llegar primeros a la sima. Ahora o nunca
-parecieran pensar, quizá con algo de razón- quienes creen llegada la hora de
enterrar para siempre la esperanza, que sigue asomando testaruda en la
alternativa del socialismo. La rabia de cada impulso devela el espíritu
perentorio con que se exhibe la arremetida. La historia, que ellos bien
estudian, les advierte que no son ilimitadas las oportunidades de la reacción
para ponerle freno. Hay que aprovechar el momento, y el momentum.
Nos
hemos propuesto crear la sociedad más exigente y justa de la historia humana.
Por más de 60 años no se nos ha permitido hacerlo, y hemos tenido que lidiar
con el pasado que se nos impone desde fuera, y también con el pasado que todos
y cada uno de los que la construimos llevamos dentro. Para añadir escarnio al
insulto, con cruel sistematicidad se nos esculca y culpa por cada una de
nuestras falencias y algunos, sea sin querer o sea queriendo, se dejan
arrastrar.
¿Justifican nuestros errores, muchos o pocos, más o menos serios, que nos humillemos ante nuestros victimarios? ¿A quién tienen que pedir perdón las víctimas de la agresión de Girón, o de los bandidos del Escambray, o de Boca de Samá, o del crimen de Barbados, o del brutal bloqueo económico y financiero, o de otros tantos crímenes que se han cometido y se cometen aún, a la vista de todos, contra el pueblo de Cuba?
Cierto
que tenemos que potenciar las fuerzas productivas, y lograr que nuestro
compromiso con la justicia redistributiva no coarte el crecimiento; que estamos
urgidos de recuperar el papel del trabajo como creador de valor, y de valores;
que hemos de extender y profundizar nuestra democracia, para construir el
primer sistema que por definición se la propone; que hallar la fórmula para
poner en su lugar a tanto revolucionario inconsecuente, ese que hace más daño que
el contrarrevolucionario más consecuente; que encontrar formas de hacer
política afines a las nuevas generaciones de cubanos, más preparados, exigentes
y llenos de las aspiraciones que en ellos infundió la Revolución.
Es
nuestra responsabilidad y la de nadie más, demostrar la viabilidad del
socialismo; pero nada de lo que no hayamos podido hacer justifica la saña de
quienes han hecho lo imposible para impedírnoslo: Ese imperio que nunca dejaría
de agredirnos, aun cuando todo nos saliera bien, mientras no nos entreguemos de
brazos y piernas al capital.
¿Y
ante quiénes se supone que debamos claudicar? ¿Ante quienes aplauden con
fruición cada zarpazo del gigante del norte contra su tierra, y luego se
refocilan ante los daños? ¿A los cazadores de brujas que en nombre de la
libertad y la democracia chantajean, acosan, persiguen, amenazan y censuran,
mientras cínicamente y a cada instante hacen alarde de su posesión del dólar,
el único valor de que pueden presumir? ¿Ante esos sietemesinos de factura
nacional que han acudido al tropel convocado por el emperador de turno? ¿En
serio?
Es
perfectamente comprensible que un rapero nacido y criado en Miami, con una
visión caricaturesca de la tierra de sus padres, ceda ante el chantaje y entone
un mea culpa ante las presiones de la mafia que controla la ciudad; o que el
propietario de un club en Las Vegas se arredre ante la arremetida de la
maquinaria del anticastrismo. Otra cosa es que lo haga un artista nacido y
formado en Cuba, que muy probablemente ha sido testigo de la dignidad con que
sus padres han llevado años de agresiones contra la tierra que le vio nacer.
Uno esperaría algo más de memoria y de razón.
Quien
hiere a Cuba so pretexto de un amor por su pueblo, y no utilice el mismo
escenario para denunciar la brutal política del gobierno norteamericano contra
ella, debería de hacerse un profundo examen de conciencia. El año recién
transcurrido fue pletórico en oportunidades de expresar ese amor, ante el
encono con que una tras otra se aplicaron medidas brutales contra todos los
cubanos, que dañaron lo mismo al cuentapropista que al trabajador estatal, que
al revolucionario como al que no lo es, que al compatriota de Cuba como al de
Miami. Quien quiera a Cuba no puede haber pasado por alto una arremetida tan
bestial.
Usar
un escenario entraña una importante responsabilidad, que se hace mayor cuanto
más se nos agrede. Quienes no mediten en esto corren el riesgo de perder la
letra, y pueden terminar cantando para los sietemesinos, lamiendo todos juntos
de una bota que bien pudiera terminar aplastando a su patria, y cayendo sobre
todos nosotros “con esa fuerza más”, con terribles consecuencias de las que
serían en parte responsables.
Tal
vez otra alternativa, mucho más digna, sería que nos ayudaran a hacer los
cambios que demanda nuestra casa, con necedad y de Buena Fe.
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