Desde el mismísimo 28 de junio, en más de una veintena de trabajos publicados en mis blog sobre el tema Honduras, hemos alertado continuamente acerca de la seguridad con que los golpistas actuaron y la impunidad que los ha acompañado todo el tiempo, como si el amparo viniera del más allá y fueran invulnerables a toda acción contra ellos.
Baste pensar que en los días en que se tejía una de las estratagemas más grandes, dilatadoras hasta la saciedad del conflicto, que avizoraba una ganadera de tiempo, como lo fue la mediación de Arias en Costa Rica, esa ingubernamental delegación de golpistas que allí asistió, pretendió exigir condiciones como si fueran ellos los legales en el potaje que allí se cocinaba. Después, durante el transcurso de las conversaciones, manifestaron CERO acuerdos y un cuerpo de CONDICIONES, que echaron por tierra este paso del proceso.
Después, todo el tiempo en su papel de “narizones” no han querido ceder ante ninguna propuesta hasta que lograron arribar al mes de noviembre, en una carrera contra el tiempo para las “elecciones previstas para el 29 de noviembre”.
¿Dónde quedaron los acuerdos de San José, los llamados de atención de la OEA, las sanciones de la Asamblea General de Naciones Unidas, el desconocimiento de la comunidad internacional al gobierno de facto y las sanciones impuestas al país por los organismos internacionales como del Banco Mundial, el FMI y la ayuda de Estados Unidos?
Nada cumplió su objetivo. Solo quien tiene el apoyo incondicional de la potencia más fuerte del orbe es capaz de obrar de ese modo, aún cuando ese apoyo se realiza de forma solapada como ha sucedido en esta ocasión.
Esa trampa llamada “ganar tiempo”, que se sucedió una y otra vez en este proceso, no permitió que el pueblo hondureño pudiera desplegarse en todo su potencial y tener al frente a su máximo representante: el presidente Zelaya.
Tenemos que reconocer que la visita a Tegucigalpa del secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Thomas Shannon fue una jugada de engaño, porque nunca fue para catalizar el regreso al poder formal de Zelaya. El propio Micheletti se encargó de corroborar el apoyo que disfruta desde Washington cuando anunció "la conformación del Gobierno de Unidad y Reconciliación dentro del límite establecido dentro del cronograma del Acuerdo Tegucigalpa-San José", y al día siguiente anunció el "aplazamiento" de la decisión anterior, como si se tratara de un juego de muchachos.
La verdad de la verdad, como se dice en buen cubano, es que a estas alturas no se sabe a ciencia cierta, qué acordó Thomas Shannon con la dictadura durante las el breve tiempo que estuvo en Honduras, pero si es visible que los golpistas se sintieron doblemente respaldados desde el Norte y actuaron consecuencia sin ningún escrúpulo ni ética. Bueno, esa palabra nunca la conocieron.
Y qué decir ahora de la hipocresía del imperio al manifestar “que están decepcionados” con el curso de los acontecimientos. Tal vez porque entre las instrucciones que dejó Shannon figuraba lograr que de alguna manera Zelaya figurara en el gobierno que debió formarse y en el que él no figuró por decisión propia y que el Frente de Resistencia tampoco entraría en el sucio juego desarrollado en el Congreso. Esa fisura fue aprovechada para inyectar de nuevo a los golpistas para desarrollarse a fondo en las fraudulentas elecciones.
A fin de cuenta, el Acuerdo Tegucigalpa-San José, desde que fue concebido tuvo en cuenta dejar el espacio que los golpistas que necesitaban para sobrevivir y decidir –no de forma explícita–, quién debería presidir un fortuito nuevo gobierno en Honduras. Suplementariamente Zelaya cayó en la trampa al aceptar que la discusión del asunto de quién sería el presidente de ese nuevo gobierno sea bajo los vaticinios de una misión internacional de verificación integrada por la secretaria de Trabajo del presidente, Barack Obama, Hilda Solis, integra, junto al ex presidente chileno Ricardo Lagos.
A los golpistas se les permitió proponer la creación de un gobierno de "transición" encabezado por una tercera figura que enfriaría los ánimos hasta la ascensión al poder las autoridades elegidas en los comicios. De esta forma llegarían a las elecciones y prácticamente obligarían a los gobiernos del área a aceptar lo que ya está consumado y más si sucede lo esperado, que Estados Unidos reconocería al nuevo gobierno sin tener en cuenta la restitución de Zelaya.
Tal y como habían anunciado el 29 de noviembre se realizaron los comicios que llevaron al poder al derechista Porfirio Lobo quien sin quitarse el polvo del camino, el miércoles, instó al presidente de facto, Roberto Micheletti, a establecer una Comisión de la Verdad y otra de Verificación del Acuerdo Tegucigalpa-San José, ya que con la decisión del Congreso, que votó en contra de restituir Manuel Zelaya en el poder, se cumplió con ese documento. El Mandatario golpista sostuvo impunemente y de forma desvergonzada que “la decisión del Parlamento es un claro mensaje para los presidentes de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina”, por la postura vertical mantenida por esos gobiernos en relación con la sucia agresión a la constitucionalidad hondureña y latinoamericana.
Ojos bien abiertos con el futuro de Honduras. El pueblo está agredido, no vencido. La estrategia del nuevo gobierno nunca estará de su lado para resolver los más urgentes problemas relacionados con la extrema pobreza, el hambre, el desempleo y las desmedidas violaciones de los más elementales derechos civiles y humanos como ya lo han practicado durante estos meses de militarismo desmedido al estilo pinochetista. El pueblo siempre tendrá a su haber la última palabra, aunque en esta ocasión haya estado la trampa desencadenada.
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