Por Sergio I. Rivero Carrasco
Desde los
primeros años de estudio en el Instituto Pedagógico Enrique José Varona, las
clases de Literatura se convirtieron en convite y satisfacción porque en cada
una se llevaba a debate uno de los cuentos escritos por ese grande de la
cuentística cubana: Onelio Jorge Cardoso, nacido un día como hoy 11 de mayo
pero de 1914 hace 105 años en Calabazar
de Sagua, perteneciente a la antigua
provincia de Las Villas.
Cuánto
gozo teníamos al llevar también a la escena algunas de sus narraciones y
asimilar personajes costumbristas como el salido de “El cuentero” Juan Candela o Francisca, esa viejecita perseguida por la
muerte, que a pesar de su edad, desafía todos los males y sale victoriosa del
encuentro porque “…todavía tiene mucho
que hacer”, en “Francisca y la
muerte”. Ella nos deja una hermosa lección de fortaleza y confianza en sí
mismo, caracterizando la personalidad indoblegable del cubano. Por sus
convicciones de hombre justo y profundamente humano, denunció todos los
desmanes de la seudorepública en Cuba, defendió con la palabra a los
desposeídos, sobre todo a pescadores, campesinos pobres, y niños y mujeres
discriminados, para quienes reclamó el respeto a su derecho pleno.
Onelio vivió 72
años, pero en su discurso literario y como maestro, nos
dejó cientos de experiencias, de historias de vida muy sembradas en la tierra y
en nuestros mares detallando las peripecias y debilidades de la vida de
pescadores, campesinos y trabajadores agrícolas; era esa la imagen dramática de
nuestros campos que se vieron transformadas con la llegada del Primero de Enero
de 1959 con el triunfo de la Revolución.
Su cubanía
brotaba tanto por sus poros como por su obra, pero rebosada de sencillez y
modestia que vedaba lo grande que era: El Cuentero Mayor, Premio Nacional de
Cuento “Hernández Catá” con “Los carboneros”, y otros tantos méritos que
hubieran podido llevarlo a demostrar públicamente su verdadera dimensión; No obstante, fue considerado como el cuentista nacional
cubano, título que le valió el más alto reconocimiento
de su vida, ya que unido a los valores autóctonos y prolíferos de sus
narraciones, se unió su amplia cultura y labor periodística.
Entre sus obras
infantiles está la novela “Negrita”, en la que la perrita de ese nombre
protagoniza una historia para deleite de los más pequeños lectores de las casas
cubanas, con un mensaje de amor y solidaridad tan universal que podría hacer
reír, llorar y aprender hasta a un niño esquimal, que nada tiene que ver con la
idiosincrasia de los cubanos.
Escribió numerosas obras,
en su afán de dejar plasmado todo lo que le inspiraba. Cada renglón suyo puede
hacernos vivir historias maravillosas, pero es allí, en sus “Cuentos completos”
, donde creció y creció hasta convertirse en uno de los mejores cuenteros,
cualidad que lo distingue aún después de 33
años de su muerte.
Para los niños y
jóvenes de cualquier edad que gusten de disfrutar la compañía de un buen libro,
ya sea antes de irse a dormir, en los momentos de ocio o durante la etapa de
descanso, nada mejor que pensar en algún título de Onelio Jorge Cardoso que
además de servir como entretenimiento, les instruya, como “Taita,
diga usted cómo” su primer título
publicado en1945, con prólogo de José Antonio Portuondo; “El
cuentero” (1958) o “Cuentos
completos” (1966) que tiene prólogo de Raúl
Aparicio, entre otros muchos que nos harán vibrar con su excelente costumbrismo
y cubanía.
"Si todavía quedara en el mundo algún
incrédulo, que dudara de la ineludible necesidad de la Revolución, que vaya a
los cuentos de ese gran escritor realista", dijo la Doctora Dolores Nieves
Rivera al pronunciar las palabras de elogio a la amplia trayectoria creadora de
Onelio, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 29 de mayo de 1984,
en ocasión de ser entregado a Onelio Jorge Cardoso el título de Doctor Honoris Causa en Letras, “por
su permanente esfuerzo en el desarrollo de la Cultura Nacional”. Entonces también destacó que “cuando
Onelio nos relata la historia de la gente de los campos de Cuba, lo hace
desde adentro. No es un observador más o menos parcializado a favor de los
humildes: es uno de ellos, que cuenta sobre la vida de todos. He ahí el secreto
del cuentero”.
Una fatal coincidencia en su vida fue
que en esa misma fecha, dos años después (1986) se apagó su voz, pero cada una
de sus historias siguen volando como los saltamontes, zunzunes, cotorras y
tomeguines, hoy multiplicadas con un nuevo anecdotario, nada parecido al de su
seudorepublicano, un anecdotario de casas hermosas, escuelas y policlínicos
edificados, de una tierra propia entregada con la Primera Reforma Agraria hace
60 años. Él nos vislumbró desde sus vivencias e historias imaginarias, desde
las esencias de la realidad, que en Cuba tenía que pasar algo; y ese algo era
la Revolución.
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