Piezas terribles de un mismo largo "juego". Imagen: Cortesía Periódico 5 de septiembre |
Por Sergio I. Rivero Carrasco
Este
29 de mayo se cumplen 85 años de la derogación de la Enmienda Platt, engendro
diabólico impuesto por Estados Unidos a Cuba en la Constitución de 1901 cuyo
autor fue el senador republicano Oliver Platt y aprobada por el Congreso
norteamericano el 2 de marzo de 1902, además, sancionada como Ley al siguiente
día por el entonces Presidente William McKinley la cual constituyó para muchos
políticos estadounidenses un sustituto de la anexión al imperio.
El
propio interventor yanqui en esa época, el General Leonardo Wood, aceptó que la
Enmienda (…) avasallaba y pisoteaba mucho la soberanía de Cuba, por lo que
expresó que: “… a Cuba se le ha dejado
poca o ninguna independencia (…) y lo único indicado ahora es la anexión”,
lo cual se correspondía con el gran sueño de Estados Unidos de asimilar a
nuestro país desde épocas remotas.
Pero
el Gobierno de la Gran Nación, presionado por la Convención de Derechos y
Deberes de los Estados aprobada en la Conferencia Panamericana de Montevideo,
que exigía la eliminación de las relaciones interestatales, presentó un nuevo
tratado permanente que de hecho significa la eliminación del bochornoso
apéndice constitucional, pero no de la esencia de su contenido.
La
eliminación de la Enmienda Platt en 1934 y como sustituto de ella la firma del
Tratado Permanente de “Relaciones Recíprocas” entre Estados Unidos y Cuba, no
resolvieron los males que ataban la soberanía cubana y la hacían dependiente del
país norteño hasta el 1ro. de Enero de 1959, cuando fueron abolidos todos los
tratados y convenios anteriores que le permitían
mantener su dominio político y militar sobre Cuba, intervenir militarmente en
ella cuando lo estimara conveniente, someter el comercio y la economía a su
antojo y establecer bases navales y carboneras en territorio cubano, como la de
Guantánamo, devenida posteriormente en base militar para el control hegemónico
del mar Caribe e ilegal y criminal prisión. El Tratado Permanente devino machaque
para consolidar la esencia neocolonialista del imperialismo estadounidense
sobre Cuba, intenciones que aún persisten...
Hoy,
después de 85 años del deceso de la Enmienda Platt, nadie podía imaginar, ni
siguiera su autor Orville H. Platt, que
la Ley Helms Burton, otro engendro yanqui para someter a Cuba y acabar con la
Revolución, podría hacerse realidad en las relaciones de Estados Unidos contra
Cuba; quedó superada con creces por ese engendro, que entró en vigor en 1996 y activándose
sus Títulos III y IV el 19 de mayo pasado. Pero la Ley Helms… no busca la
constitución de un sistema político multipartidista en Cuba, sino la sumisión
total del gobierno revolucionario a Washington; tampoco aspira a una economía
de mercado, sino a una controlada totalmente por las empresas norteamericanas.
El sometimiento sería total.
Los
cubanos tenemos bien claro que la Helms… es más intervencionista que la
Enmienda Platt, y que el Tratado Permanente de Reciprocidad…, que obligaron a
suscribir a los cubanos en 1934 para otorgarnos aquella falacia de independencia
a principios de siglo; es una agresión a
la independencia y dignidad de Cuba, una intentona anexionista colonial, es primordialmente
para estimular el derrocamiento del
socialismo en Cuba.
Esta
Ley Helms Burton es tan intervencionista que establece cuál es la política de
Estados Unidos respecto al supuesto gobierno de transición y al gobierno
democráticamente elegido en Cuba de producirse la intervención, y una serie de
requisitos para considerar lo que es, según ellos, un Gobierno de Transición y
lo que es un gobierno democráticamente elegido, además significa una descarada
injerencia en los asuntos internos de un país soberano como el nuestro,
prohibida tajantemente por el Derecho Internacional.
La
barbaridad de esta Ley llega a tal dimensión, que pretende otorgarle el derecho
de reclamación a quienes no eran ciudadanos de Estados Unidos, cuando sus
propiedades fueron nacionalizadas o se marcharon del país, abandonándolas.
También adoptan la posición de apoyar, el reclamo de las propiedades de ciertos
ciudadanos norteamericanos de origen cubano, enriquecidos antes de 1959 por
métodos fraudulentos y al amparo de gobiernos corruptos.
Si
la Enmienda Platt y el Tratado Permanente constituían una afrenta a la
soberanía de Cuba, la Helms Burton no solo es una afrenta a la soberanía de
Cuba, sino del resto de los países del mundo, por sus intenciones de aplicar la
autoridad estadounidense extraterritorialmente, y expresa en toda su amplitud
la Doctrina Monroe, proclamada hace más de siglo y medio, ahora con nuevos y
más amplios matices: “América para los americanos” del Norte.
Todos los acontecimientos, métodos, formas
de actuación y políticas avasalladoras del derecho utilizadas por Estados
Unidos contra nuestro país a lo largo de este más de un siglo de intervención,
nos llevan a concluir que no son más que terroríficas piezas para un mismo largo "juego", es decir, que las leyes del bloqueo y la
Helms-Burton reencarnan la Enmienda Platt y el Tratado Permanente de “Relaciones
Recíprocas” en esta época.
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