Por Sergio I. Rivero Carrasco
Foto: Archivo familiar
“…
yo soy tu sangre mi viejo
soy tu silencio y tu tiempo.”
Piero
Los que en algún momento de nuestras vidas hemos acariciado la insustituible sensación de felicidad al convertirnos en padres, en poder abrigar en nuestros brazos a esa personita que deslumbra y ennoblece, también arropamos la inmensa responsabilidad de asegurar que crezcan colmados de amor, alejados del odio y las injusticias: Es el legado de Papá Enrique, ese hombre grande de tamaño y espíritu que nos impregno el hermoso deseo y voluntad de convertirnos en padres excepcionales con infinito cariño y apego a nuestros hijos.