lunes, septiembre 02, 2019

Una declaración para todos los tiempos



Por Sergio I. Rivero Carrasco


 “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él”;
“Fidel, seguro, a los yanquis dales duro”;
“Cuba sí, yanquis no.”

A poco más de un año y medio del triunfo revolucionario, hecho inaceptable por el gobierno yanqui ni por las oligarquías latinoamericanas que veían el ejemplo de Cuba y la solidaridad recibida de otras naciones como Rusia y otros, como una amenaza, ante la posibilidad de que  irradiara el sentimiento de libertad conquistada a sus pueblos. 

La maniobra oportunista de Estados Unidos no se hizo esperar, y en agosto de 1960 se reunieron en la capital de Costa Rica los cancilleres de los gobiernos latinoamericanos en la “Séptima Reunión de Consulta de Cancilleres de la Organización de los Estados Americanos” (OEA), con el propósito de lograr un documento en el que se declaraba el "peligro" que Cuba revolucionaria representaba para el hemisferio, aislarla del resto del mundo y dejarla indefensa ante sus planes de agresión.


Allí estaba la delegación cubana presidida por el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, quien denunció enérgicamente y con su filo cortante las falsedades y artimañas del gobierno de los Estados Unidos contra la Isla. Después de profundos intercambios y debates, en los que se destacaron las representaciones de Bolivia, México y Uruguay. Ante tanta perversidad la delegación cubana decide retirarse indignada, y con gran valentía  expresó ante los presentes: “Conmigo se va mi pueblo y con él todos los pueblos de América Latina”.


La indignante Declaración de Costa Rica, hecha por completo a espaldas de las masas latinoamericanas y amparada por los gobiernos comprometidos con el Imperio, el pueblo cubano elevó la más rotunda respuesta, representado por más de un millón de personas, se reunió en la Plaza de la Revolución para patentizar su apoyo al Gobierno Revolucionario  constituido en Asamblea del Pueblo, hecho sin precedente en la historia nacional y Latinoamericana, se dio lectura por Fidel al documento y la respuesta es conocida como “La Primera Declaración de La Habana”.


La “Primera Declaración…”  proclamó el derecho y el deber de los pueblos a erradicar de una vez y para siempre el dominio explotador del imperialismo y la oligarquía; denunció los planes agresivos del gobierno norteamericano contra la Revolución cubana; ratificó la decisión del pueblo cubano de trabajar y luchar por el común destino revolucionario de la América Latina, rompió el Tratado Militar que se había firmado con Estados Unidos y votó agradecido por la ayuda solidaria brindada por la Unión soviética en lo económico y militar, unido al establecimiento de relaciones con la República Popular China y el rompimiento con la Isla de Formosa (Taiwán), dominada por los Estados Unidos.


Ante las constantes agresiones e intentos de desmoralización  a escala internacional por la supuesta falta de democracia en Cuba, se reafirma que “…la democracia real no es compatible con la oligarquía financiera, con la discriminación y explotación de los pueblos, el latifundio, la desigualdad, las leyes represivas, porque democracia no es sólo el ejercicio del voto electoral, casi siempre ficticio, sino el derecho de los ciudadanos a elegir libremente y decidir sus propios destinos, y ver realizados sus verdaderos derechos humano a la educación, la salud, la seguridad social, la justicia social (…) Esta sí que es una democracia limpia de impurezas, limpia de impurezas, es una democracia verdaderamente “pasteurizada”.


También en su histórica intervención, Fidel refiere que el país ha sido víctima de agresiones económicas, señalando que  “cuando nos quitaron 900 000 toneladas de azúcar, nosotros les advertimos previamente que pagarían, central por central y empresa por empresa, las agresiones que hicieran a nuestra economía.  Nos quitaron 900 000, casi un millón de toneladas, y les hemos nacionalizado 36 centrales azucareros, la compañía eléctrica, la compañía de teléfonos y las compañías petroleras.”


Fue esa medida de suspender la cuota azucarera, el inicio del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos a Cuba, recrudecido por casi 60 años y condenado por casi la totalidad de los países en las Naciones Unidas. 


En la reunión de cancilleres de la OEA el Gobierno norteamericano se presentó con una sucia política para comprar el voto de los serviles cancilleres representantes de las Oligarquías regionales presentes y no de sus pueblos,  a lo que Fidel refirió: “Es una política inmoral la política del gobierno de Estados Unidos, que le quita a Cuba su cuota y la reparte entre las oligarquías, adopta un crédito de 600 millones de dólares en medio de la conferencia y lo reparte a las oligarquías, pero con eso, con eso podrán comprar a las oligarquías, ¡pero con eso no podrán comprar a los pueblos!”.

La Primera Declaración de La Habana resultó en la práctica un documento jurídico, paso ulterior a la radicalización de la Revolución Cubana, que daba respuesta inmediata y justa, oportuna y viril, a la Conferencia de la OEA Costa Rica de tendencia pro-imperialista, que excluyó a Cuba de esa podrida de Organización como punto de partida para posibilitar la agresión armada de Estados Unidos, en la que también se expresó el intento de mantener la Doctrina Monroe, utilizada –como lo previó Martí- “para extender el dominio en América de los imperialistas voraces”.

A 59 años la Asamblea General del Pueblo cubano, sigue declarando  su condena al Imperialismo yanqui y su política arbitraria, perversa, injerencista y arrogante contra los países latinoamericanos, con un renacer de la Doctrina Monroe, en su afán de poseer el dominio universal y específicamente de los países que como Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba, mantienen gobiernos progresistas como el que abrió el camino del pueblo cubano el Primero de Enero de 1959. Por los derechos conquistados y contra la política arcaica y globalizadora de Estados Unidos, el pueblo de Cuba multiplica su denuncia y enarbola con más fuerza las consignas coreadas a viva voz en aquella ocasión: ¡Cuba sí, yanquis no! ¡Patria o Muerte! ¡Viva Fidel!

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