Por Gustavo Veiga
Tomado de Página 12, de Argentina
El deporte cubano no escapa a las consecuencias negativas del bloqueo que le impone Estados Unidos a la isla hace 51 años. Mañana la ONU
volverá a rechazarlo por aplastante mayoría una vez más. Pero eso no
evitará que se repitan pérdidas millonarias; importaciones más caras de
pelotas, botines o jabalinas por los fletes; retenciones indebidas de
dinero por premios ganados en competencias internacionales o que la
maquinaria de propaganda del gobierno de Obama continúe estimulando la
salida de talentos. Una política que no le aplica a ninguna nación de la
tierra. Pese al costo que paga Cuba por esa agresión económica, a
veces, esas medidas hacen agua. En la última semana, el sitio www.baseballdecuba.com publicó
que uno los mejores beisbolistas, el pitcher Ismael Jiménez, había
abandonado el país hacia República Dominicana. No era cierto.
“Es una patraña de alguien que lo hace con doble intención, con la
idea de desestabilizar, de joderle la vida a quien se ha entregado
siempre, que es revolucionario desde muy temprana edad como yo, que lo
llevo en la sangre”, le dijo el deportista al diario Escambray, de
Sancti Spíritus, cuando le golpearon la puerta de su casa. Estaba allí y
no en el exterior. Desde enero próximo, en Cuba entrará en vigencia una
nueva política hacia los atletas que intentará terminar con las
deserciones de otros tiempos (ver aparte).
El Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y la Recreación
(Inder) difundió en septiembre un informe que señala, entre otros
perjuicios para la isla, cómo Estados Unidos retiene 2.300.000 dólares
que las selecciones cubanas de béisbol ganaron por participar en las
ediciones mundiales de ese deporte en 2009 y 2013. Fidel Castro había
respondido en marzo de 2006 con el gesto contrario: anunció la donación
de los ingresos obtenidos en la primera liga mundial de 2005 a las
víctimas del huracán Katrina que devastó Nueva Orleans. Al año siguiente
delegaba el mando interino del gobierno en su hermano Raúl.
Según el Inder, Cuba tuvo que importar insumos deportivos por
1.070.000 dólares debido al bloqueo. También gastó 72.000 dólares en
fletes. Podría haber evitado una parte de esas sumas si tuviera acceso
al mercado estadounidense. La adquisición de materiales en países más
alejados que su hostil vecino del norte, elevan por arriba del 50 por
ciento los costos. Pelotas, calzado deportivo, cronómetros, jabalinas o
vallas para atletismo, los debe comprar en Europa o Asia.
El embajador cubano en la Argentina, Jorge Lamadrid Mascaró, detalló
en una reciente conferencia de prensa sobre el bloqueo: “Durante la
administración del presidente Barack Obama se ha intensificado más el
cerco económico y financiero, y hoy la Oficina Federal de Control de
Bienes tiene más agentes persiguiendo las transacciones cubanas que las
acciones de terroristas en el mundo”. Si tomáramos como ejemplo al
béisbol o a la natación, los bates reglamentarios de las marcas
Louisville, Wilson y Xbat o el trampolín para hacer clavados en una
pileta olímpica pondrían en riesgo la seguridad nacional de Estados
Unidos si caen en manos de la Revolución.
La lista de trabas que perjudican al deporte de la isla es larga. A
las anteriores se suman la prohibición de EE.UU. para que sus
delegaciones de atletas no puedan competir en Cuba o que esa negativa se
extienda a los dirigentes o entrenadores. Así ocurrió en noviembre de
2012 en La Habana, cuando las autoridades yanquis les negaron el permiso
para concurrir a la reunión del Comité Ejecutivo de la Federación
Internacional de Básquetbol aficionado.
Los hechos, sin embargo, parecen avanzar en sentido inverso: hace
veinte años, el arquitecto argentino Rodolfo Livingston publicaba el
libro Cuba existe, es socialista y no está en coma. Ese título podría
aplicarse a un triunfo diplomático en la ONU que se descuenta –en 2012
el resultado fue de 188 a 3 (EE.UU., Israel y Palau)– y tendrá lugar
mañana martes, cuando otra vez se vote en contra del bloqueo de Estados
Unidos contra la isla. Una isla que en materia deportiva es un
continente a juzgar por sus resultados históricos en los Juegos
Olímpicos, Panamericanos y Centroamericanos.
En Londres 2012, bajo las actuales condiciones del bloqueo que el
gobierno de Raúl Castro denuncia (más de un billón de dólares en
pérdidas), salió decimosexta con catorce medallas: cinco de oro, tres de
plata y seis de bronce, aunque lejos de la cosecha obtenida en juegos
anteriores (en Barcelona 92 tuvo su marca record de 31 medallas).
También debe considerarse otro dato. Si Cuba es desde hace cinco décadas
una potencia deportiva regional, en buena medida se debe a que antes de
la Revolución había ganado tan solo doce medallas y durante su vigencia
lleva 196. Una diferencia que prueba el valor supremo que hoy se le da
al deporte en la mayor de las Antillas.
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