Por Sergio I. Rivero
Carrasco
Hoy, cuando las garras ocultas y
visibles del imperio norteamericano se ciernen por nuestros países con sus
riquezas y ambiciones, en estos momentos en plena recesión económica por el
manto que le ha tendido la Covid-19 al continente y especialmente a las
principales economías, se hace más vigente la postura de nuestro Apóstol en la
Conferencia Monetaria Internacional celebrada entre enero y abril de 1891 como
Cónsul de Urugüay en la nación norteña y
de hecho, representaría con su acción a los países latinoamericanos, apoderándose
del podio un día como hoy 3 de abril de ese año.
Esa Conferencia convocada con toda intención por Estados Unidos, tenía por objetivo supremo fundar una unión de naciones latinoamericanas bajo su control y garantizar así la ventaja económica y comercial, y por consiguiente la política. Lo esencial era establecer una Unión Monetaria Internacional Americana e incluir la plata como respaldo, garantizando así su predominio financiero porque era el país que poseía grandes reservas de ese metal.
Esa Conferencia convocada con toda intención por Estados Unidos, tenía por objetivo supremo fundar una unión de naciones latinoamericanas bajo su control y garantizar así la ventaja económica y comercial, y por consiguiente la política. Lo esencial era establecer una Unión Monetaria Internacional Americana e incluir la plata como respaldo, garantizando así su predominio financiero porque era el país que poseía grandes reservas de ese metal.
Los
encuentros fueron promovidos por James Gillespie Blaine, Secretario de Estado y
seguidor de la Doctrina Monroe, y quien consideraba la "anexión de
comercio", como una alternativa válida para controlar a los países de
la región, principio encubierto de su política y aporte a la estrategia
imperial de largo aliento a las puertas del nuevo siglo XX, que se desplegó
bajo la doctrina del panamericanismo y el “buen vecino”, es decir, “América
para los americanos “del norte”. Como eran bien conocidas por Blaine las
posiciones antiimperialistas de José Martí trató de impedir su designación y
los documentos le fueron enviados tarde, no obstante, estuvo a tiempo para
participar en las demás sesiones.
Martí
se refirió allí al peligro que entrañaba para los pueblos latinoamericanos la
posible dependencia económica a un país tan poderoso como Estados Unidos, e
igualmente apuntó que había que equilibrar el comercio, para asegurar la
libertad, precisando al respecto: “El
pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende
a más de uno.” También enunció con claridad y firmeza su criterio en torno
a la política y la postura de los pueblos al precisar en ese trabajo:
“La política es obra de los hombres, que
rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus
sentimientos.”
Con
gran claridad patentizó cuál debía ser la actitud de los pueblos para
garantizar su soberanía e independencia económica al detallar: “El pueblo que quiera ser libre, sea libre
en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de
preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos.
Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de
América.”
Alerta a
la América Latina sobre el peligro inminente de que esas viejas aspiraciones
puedan concretarse en ese momento, cuando expresó: “…Jamás hubo en América,
de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más
vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los
Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a
extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder,
ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una
liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de
España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos
judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque
es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su
segunda independencia.”
Según José Martí, los pueblos de América únicamente lograrán alzarse
sobre los Estados Unidos si oponen su inteligencia y talento sobre el poderío
norteño: “Para eso es el genio: para vencer la fuerza con la habilidad.” Esta enseñanza política,
visionaria de Martí para nuestra América, que supo caracterizar muy temprano
los verdaderos intereses imperiales de Estados Unidos de caer sobre las tierras
americanas con la fuerza desgarradora de la más feroz explotación económica y
política, está presente hoy en Latinoamérica y en todo el mundo porque sus
ansias expansionistas y neoglobalizadoras del capitalismo no han cesado, por el
contrario, se incrementan sobremanera y adquieren nuevas formas de penetración
y explotación sometiendo a los pueblos a la más feroz explotación y dependencia
del capital en las más diversas formas de Neoliberalismo salvaje.
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