El primero de noviembre de 1981 nació mi hijo más pequeño y desde que comenzó a identificar a las personas por su fisonomía siempre estuvo muy identificado con la imagen del Che. Más tarde vino la escuela, la organización de pioneros José Martí, la influencia nuestra y su instinto propio, lo hizo conocer su historia revolucionaria desde que era muy joven, compartir su ética como parte de sí mismo y sobre todo aquella obsesión de querer ser como él.
Una vez, cuando apenas estaba en quinto grado, con mucha decisión me dijo: “–Papi, voy a convertirme en militar para poder ser guerrillero como el Che”. Esa temprana decisión me llenó de orgullo y observé que todo cuánto hacía tenía que ver con las cosas de los guerrilleros, hasta tuvo un traje de camuflaje con unas botonas grandes que usó casi a diario por varios años y tarareaba la canción de Carlos Puebla dedicada al Che Hasta siempre.
Todavía guardo muchos de los documentos del Primer Congreso de la Organización de Pioneros José Martí que tienen la imagen del Guerrillero Heroico que le fueron entregados cuando ganó el Concurso Nacional Amigos de las FAR y tuvo la posibilidad de leer su mensaje en el acto celebrado en la escuela Interarmas José Maceo Grajales de Santiago de Cuba.
Fueron años hermosos que todavía hierven como en aquellos tiempos. Ese pequeño creció, estudió en la Academia de Artes Plásticas Wifredo Lam de Nueva Gerona y se ha desarrollado en el Arte Digital. Hasta aquí era todo muy personal y un poco familiar, pero…
En el aniversario 40 de la muerte del Che, el proyecto Dignidad del periódico Victoria, lanzó una convocatoria para que todos los niños, jóvenes, adultos, artistas, profesionales en general, en fin, todo el pinero que sintiera al Ché como suyo, plasmara su imagen en un papel u otro material que tuviera y la hiciera llegar hasta el semanario, para conformar una exposición que sería inaugurada el 8 de octubre de 2007 al cumplirse la citada conmemoración. Los tres mejores trabajos, a criterio de un jurado, serían premiados.
Por problemas de trabajo no pude estar ese día en el periódico y cuánta emoción sentí cuando al comunicarme con los compañeros de la editora me informan que el premio del Salón había sido una obra titulada autoCHEtrato y que el autor era mi hijo…
La vida es así, no pudo ser guerrillero como él, pero la vida le dio un parecido extraordinario precisamente en la época del Che guerrillero. Esa es la imagen que ahora preside esta historia.
Hoy entrego esta experiencia como digno homenaje al hombre excepcional, que logró con su vida y acción revolucionaria convertirse en paradigma de millones de jóvenes en el mundo, mi paradigma y también el de mi hijo que hoy vive orgulloso de su autoCHEtrato