Comenzaré diciendo que, aunque pareciera surrealista, del Imperio ya no me extraña nada. Lo cual considero, autocríticamente, creo volatizó mi capacidad de espanto. Ni del pasado, presente o futuro que, cambiando las formas, pudiera producir los mismos genocidios y dejar idénticas secuelas físicas, emocionales y psíquicas en poblaciones de las cuales intentan desechar su cultura, destruir su patrimonio, y “sembrar” todo el daño posible para las generaciones venideras.
No lo hacen por instinto de supervivencia, o porque vean a esta en riesgo, sino por consolidar su capacidad de un ínfimo sector financiero, parásito, porque no participa en la producción, sino que hace el dinero a partir de “apuestas” en Bolsa para procurar más dinero. La evaluación costo–beneficio, es secundaria; si da ganancia es para ellos permanecer especulando, si da pérdida se “descarga” en los sectores que los apoyan, creyendo sin ellos no pueden sobrevivir.