El triunfo republicano en las pasadas elecciones congresionales en EE.UU., el ascenso de nuevos representantes de la Mafia anticubana al Capitolio, la ubicación de algunos en puestos manipulables y la proximidad de la campaña para los comicios del 2012, auguraban a corto plazo un reforzamiento de las posiciones ultraderechistas y extremistas contra Cuba, en medio del tortuoso camino de la “flexibilización” del presidente Barack Obama.
Poco tiempo después de abrirse las cortinas del nuevo legislativo estadounidense, comenzaron a sucederse las “iniciativas” -casi una mensual- para tratar de obstaculizar y hacer retroceder los escasos pasos de la actual administración por mejorar los vínculos bilaterales.
Ileana Ros-Lehtinen, Marco Rubio, Mario Díaz Balart, Bob Menéndez y David Rivera se han lanzado a una feroz encrucijada anticubana, con chantajes y presiones de todo tipo sobre funcionarios del gobierno, del Departamento de Estado, del Congreso, líderes de la comunidad cubana en el exterior, organizaciones internacionales, regionales y autoridades de otros países. Nadie escapa a las ambiciones y patrañas de los promotores y protectores de Posada Carriles.