como el matón que ejecutó al diplomático cubano
ante la ONU Félix García Rodríguez.
El auto que conducía Félix García Rodríguez se detuvo ante la luz roja de un semáforo en el exclusivo barrio neoyorquino de Queens, el 11 de septiembre de 1980, hace justamente 26 años.
Atento a la conducción del vehículo, el diplomático cubano acreditado ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) no se percató que la muerte disfrazada de terrorista le apuntaba con un arma, y sin oportunidad para reaccionar fue asesinado a sangre fría.
La mano homicida resultó la de Pedro Crispín Remón, de origen cubano, afiliado a la organización contrarrevolucionaria Omega siete, autor de otros crímenes comprobados por la propia justicia norteamericana y quien hoy se pasea libremente por la ciudad de Miami, luego de sumar nuevas fechorías a su historial.
Se trata de un destacado integrante de la mafia anticubana, que desde hace más de 45 años opera en el Sur de la Florida con la complacencia de gobiernos estadounidenses, y en la actualidad disfruta de los privilegios que le concede la Administración de George W. Bush.
El mandatario norteamericano afirmó enfáticamente hace tres años que su Guerra contra el Terrorismo perseguiría a los terroristas "en cualquier rincón oscuro del mundo", pero obviamente excluyó de su definición a sus protegidos.
Pedro Crispín Remón asesinó a balazos al cubano estadounidense Eulalio José Negrín en 1979, en su casa de Nueva Jersey, a sangre fría y frente al hijo menor del joven que apoyaba un diálogo franco entre cubanos de la Isla y la emigración.
También el criminal devino uno de los que intentó matar en 1980 a otros dos diplomáticos de la ínsula: el embajador ante la ONU, Raúl Roa Kourí y al jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, Ramón Sánchez Parodi.
En su expediente delictivo aparece una acusación por el asesinato en Puerto Rico, el 28 de abril de 1979, del joven de origen cubano Carlos Muñiz Varela, quien mantenía activas relaciones con la Antilla Mayor.
El Buró Federal de Investigaciones (FBI) arrestó en 1985 a Crispín Remón, pero expertos coinciden en que sus revelaciones hubieran comprometido al gobierno de la Unión, y tras negociaciones con la fiscalía fue sentenciado a solo 10 años de prisión y 20 mil dólares de multa.
Tras su liberación, Crispín Remón volvió a vincularse con el connotado terrorista internacional Luis Posada Carriles, quien se refugiaba en El Salvador, donde trabajaba para la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Ambos reaparecieron en Panamá junto a sus homólogos de amplias carreras terroristas Gaspar Jiménez Escobedo y Guillermo Novo Sampoll, para preparar un atentado dinamitero contra el Comandante en Jefe Fidel Castro, en ocasión de efectuarse allí la Cumbre Iberoamericana del 2000.
Gracias a la activa gestión de las autoridades antillanas, Fidel denunció a los criminales, quienes fueron arrestados el 17 de noviembre.
Los terroristas resultaron sometidos posteriormente a juicio y condenados a exiguas penas que no llegaron a cumplir porque la ex presidenta istmeña, Mireya Moscoso, en complicidad con la mafia anticubana y el Gobierno norteamericano, los indultó ilegalmente.
Crispín Remón, como sus asociados en el crimen, es un engendro de la CIA, que lo entrenó en el uso de armas y explosivos. A 25 años del asesinato de Félix García Rodríguez, su victimario se vanagloria en Miami de su infausta celebridad junto a otros protegidos del clan Bush.
El pueblo norteamericano aguarda porque la Gran Prensa de su país destape las historias de horror en las que auspiciadores y ejecutores son protagonistas de primera plana.
Atento a la conducción del vehículo, el diplomático cubano acreditado ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) no se percató que la muerte disfrazada de terrorista le apuntaba con un arma, y sin oportunidad para reaccionar fue asesinado a sangre fría.
La mano homicida resultó la de Pedro Crispín Remón, de origen cubano, afiliado a la organización contrarrevolucionaria Omega siete, autor de otros crímenes comprobados por la propia justicia norteamericana y quien hoy se pasea libremente por la ciudad de Miami, luego de sumar nuevas fechorías a su historial.
Se trata de un destacado integrante de la mafia anticubana, que desde hace más de 45 años opera en el Sur de la Florida con la complacencia de gobiernos estadounidenses, y en la actualidad disfruta de los privilegios que le concede la Administración de George W. Bush.
El mandatario norteamericano afirmó enfáticamente hace tres años que su Guerra contra el Terrorismo perseguiría a los terroristas "en cualquier rincón oscuro del mundo", pero obviamente excluyó de su definición a sus protegidos.
Pedro Crispín Remón asesinó a balazos al cubano estadounidense Eulalio José Negrín en 1979, en su casa de Nueva Jersey, a sangre fría y frente al hijo menor del joven que apoyaba un diálogo franco entre cubanos de la Isla y la emigración.
También el criminal devino uno de los que intentó matar en 1980 a otros dos diplomáticos de la ínsula: el embajador ante la ONU, Raúl Roa Kourí y al jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, Ramón Sánchez Parodi.
En su expediente delictivo aparece una acusación por el asesinato en Puerto Rico, el 28 de abril de 1979, del joven de origen cubano Carlos Muñiz Varela, quien mantenía activas relaciones con la Antilla Mayor.
El Buró Federal de Investigaciones (FBI) arrestó en 1985 a Crispín Remón, pero expertos coinciden en que sus revelaciones hubieran comprometido al gobierno de la Unión, y tras negociaciones con la fiscalía fue sentenciado a solo 10 años de prisión y 20 mil dólares de multa.
Tras su liberación, Crispín Remón volvió a vincularse con el connotado terrorista internacional Luis Posada Carriles, quien se refugiaba en El Salvador, donde trabajaba para la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Ambos reaparecieron en Panamá junto a sus homólogos de amplias carreras terroristas Gaspar Jiménez Escobedo y Guillermo Novo Sampoll, para preparar un atentado dinamitero contra el Comandante en Jefe Fidel Castro, en ocasión de efectuarse allí la Cumbre Iberoamericana del 2000.
Gracias a la activa gestión de las autoridades antillanas, Fidel denunció a los criminales, quienes fueron arrestados el 17 de noviembre.
Los terroristas resultaron sometidos posteriormente a juicio y condenados a exiguas penas que no llegaron a cumplir porque la ex presidenta istmeña, Mireya Moscoso, en complicidad con la mafia anticubana y el Gobierno norteamericano, los indultó ilegalmente.
Crispín Remón, como sus asociados en el crimen, es un engendro de la CIA, que lo entrenó en el uso de armas y explosivos. A 25 años del asesinato de Félix García Rodríguez, su victimario se vanagloria en Miami de su infausta celebridad junto a otros protegidos del clan Bush.
El pueblo norteamericano aguarda porque la Gran Prensa de su país destape las historias de horror en las que auspiciadores y ejecutores son protagonistas de primera plana.
Félix García Rodríguez se desempeñó por varios años en la década del ´70 como periodista en el semanario Victoria de la antigua Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud.