Creo, sin ánimo de ofender a nadie, que así se llama el Primer
Ministro de Canadá. Lo deduzco de una declaración publicada el
“Miércoles Santo” por un vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores
de ese país. Son casi 200 los Estados, supuestamente independientes, que
integran la Organización de Naciones Unidas. Constantemente cambian o
los cambian. Muchos son personas honorables y amigos de Cuba, pero no es
posible recordar los detalles de cada uno de ellos.
En la segunda mitad del siglo XX tuve el privilegio de vivir años de
intenso aprendizaje, y apreciar que los canadienses, ubicados en el
extremo norte de este hemisferio, fueron siempre respetuosos de nuestro
país. Invertían en esferas de su interés y comerciaban con Cuba, pero no
intervenían en los asuntos internos de nuestro Estado.
El proceso revolucionario iniciado el 1º de Enero de 1959 no implicó
medidas que afectaran sus intereses, los cuales fueron tomados en cuenta
por la Revolución en el mantenimiento de relaciones normales y
constructivas con las autoridades de aquel país donde se llevaba a cabo
un intenso esfuerzo por su propio desarrollo. No fueron, por tanto,
cómplices del bloqueo económico, la guerra, y la invasión mercenaria que
Estados Unidos aplicó contra Cuba.
En mayo de 1948, año en que se creó la OEA, institución de bochornosa
historia que dio al traste con lo poco que ya quedaba del sueño de los
libertadores de América, Canadá estaba lejos de pertenecer a la misma.
Ese status se mantuvo durante más de 40 años, hasta 1990. Algunos de sus
líderes nos visitaron. Uno de ellos fue Pierre Elliott Trudeau,
brillante y valiente político, muerto prematuramente, a cuyo sepelio
asistimos en nombre de Cuba.
Se supone que la OEA sea una organización regional integrada por los
Estados soberanos de este hemisferio. Tal afirmación, como otras muchas
de consumo diario, encierra un gran número de mentiras. Lo menos que
podemos hacer es estar conscientes de las mismas, si se preserva el
espíritu de lucha y la esperanza de un mundo más digno.
Se supone que la OEA sea una organización panamericana. Un país
cualquiera de Europa, África, Asia o de Oceanía, no podría pertenecer a
la OEA por poseer una colonia, como Francia en Guadalupe; o los Países
Bajos, en Curazao. Pero el colonialismo británico no podía definir el
status de Canadá, y explicar si era una colonia, una república, o un
reino.
El Jefe de Estado en Canadá es la Reina de Inglaterra Isabel II,
aunque esta deposite sus facultades en un Gobernador General designado
por ella. De ese modo cabe preguntar si el Reino Unido es también parte
de la OEA.
A su vez, el honorable Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá no
se atreve a decir si apoya o no a la Argentina en el espinoso tema de
las Malvinas. Expresa solo beatíficos deseos de que reine la paz entre
los dos países, pero allí Gran Bretaña posee la mayor base militar fuera
de su territorio que viola la soberanía Argentina, no se excusó por
haber hundido el Belgrano que estaba fuera de las aguas jurisdiccionales
establecidas por ellos mismos y provocó el sacrificio inútil de cientos
de jóvenes que cumplían su servicio militar. Hay que preguntarle a
Obama y a Harper qué posición van a adoptar frente al justísimo reclamo
de que se reintegre la soberanía de Argentina sobre las islas, y se deje
de privarla de los recursos energéticos y pesqueros que tanto necesita
para el desarrollo del país.
Me asombré realmente cuando profundicé en los datos de las
actividades de las transnacionales canadienses en América Latina.
Conocía el daño que los yanquis le imponían al pueblo de Canadá.
Obligaban al país a buscar el petróleo extrayéndolo de grandes
extensiones de arena impregnadas de ese líquido, ocasionando un daño
irreparable al medio ambiente de ese hermoso y extenso país.
El daño increíble era el que las empresas canadienses especializadas
en búsqueda de oro, metales preciosos y material radioactivo ocasionaban
a millones de personas.
En un artículo publicado en el sitio web Alainet hace una
semana, suscrito por una ingeniera en Calidad Ambiental,que nos
introduce más detalladamente en la materia que incontables veces se ha
mencionado como uno de los principales azotes que golpea a millones de
personas.
“Las empresas mineras, el 60% de las cuales son de capital
canadiense, trabajan bajo la lógica de aprovechamiento máximo, a bajo
costo y corto tiempo, condiciones que son aún más ventajosas sí, en el
sitio donde se instalan, se pagan mínimos ingresos tributarios y existen
muy pocos compromisos ambientales y sociales…”
“Las leyes de minería de nuestros países [...] no incluyen
obligaciones y metodologías para el control de impactos ambientales y
sociales.”
“…los ingresos tributarios que las empresas mineras pagan a los
países de la región son en promedio no más del 1.5% de los ingresos
obtenidos.”
“La lucha social en contra de la minería, especialmente la metálica,
ha venido creciendo a medida que generaciones enteras han visualizado
los impactos ambientales y sociales…”
“Guatemala tiene una fuerza de resistencia ante los proyectos mineros
que es admirable, gracias a la apropiación que tienen los pueblos
indígenas del valor de sus territorios y sus recursos naturales como
herencias ancestrales invaluables. Sin embargo, en los últimos 10 años,
las consecuencias de esa lucha se han visualizado en el asesinato de 120
activistas y defensores de los Derechos Humanos.”
En el mismo artículo se va señalando lo que ocurre en El Salvador,
Honduras, Nicaragua y Costa Rica, con cifras que obligan a pensar
profundamente en gravedad y el rigor del saqueo despiadado que se va
cometiendo contra los recursos naturales de nuestros países e
hipotecando el futuro de los latinoamericanos.
La presencia de Dilma Rousseff, de regreso a su país, con escala en
Washington, servirá para que Obama se persuada de que aunque algunos se
refocilan pronunciando melosos discursos, Latinoamérica está lejos de
ser un coro de países demandando limosnas.
Las guayaberas que usará Obama en Cartagena es uno de los grandes
temas de las agencias noticiosas: “Edgar Gómez [...] ha diseñado una
para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que la exhibirá
durante la Cumbre de las Américas”, nos cuenta la hija del diseñador, y
añade: “Se trata de una guayabera blanca, sobria y con un trabajo manual
más notorio de lo habitual…”.
De inmediato la agencia de noticia agrega: “Esta camisa caribeña
tiene su origen en las orillas del río Yayabo, en Cuba, por eso
inicialmente se llamaban yayaberas…”.
Lo curioso, amables lectores, es que Cuba está prohibida en esa
reunión; pero las guayaberas, no. ¿Quién puede aguantar la risa? Hay que
correr para avisarle a Harper.
Fidel Castro Ruz
Abril 8 de 2012
8 y 24 p.m.
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