En el caso de Cuba, el tema migratorio ha sido históricamente objeto de fuertes campañas mediáticas diseñadas y dirigidas por el gobierno de los Estados Unidos y de otras fuerzas que en ese país se han opuesto a la Revolución desde sus propios inicios. Su manipulación ha tenido como propósito sembrar la confusión en la opinión pública internacional y en nuestro pueblo. No han sido pocas las víctimas, incluso mortales, de las dramáticas situaciones generadas a partir de la politización por parte de los enemigos de Cuba de esta sensible cuestión.
Es por ello que cualquier análisis que se haga de la problemática
migratoria cubana pasa inexorablemente por la política de hostilidad que
el gobierno de los EE.UU. ha desarrollado contra el país por más de 50
años. La aplicación de un ilegal y genocida bloqueo económico y el
intento de construir una oposición interna mediante acciones subversivas
y el empleo de agentes a sueldo han sido sus componentes esenciales.
Dicha política ha incluido desde campañas mediáticas y “robo de
cerebros”, hasta atentados terroristas, sabotajes y agresiones de todo
tipo.
La política migratoria de Cuba, a lo largo de todos estos años de
Revolución, se ha basado en el reconocimiento del derecho de los
ciudadanos a viajar, a emigrar o residir en el extranjero y en la
voluntad de favorecer las relaciones entre la Nación y su emigración. Al
mismo tiempo se ha fundamentado en el legítimo derecho a defendernos
frente a la agresividad de Washington. Las disposiciones para regular
los flujos migratorios del país, fueron adoptadas en medio de
circunstancias impuestas por las agresiones que en esta esfera se han
implementado por las diferentes administraciones norteamericanas, con el
estímulo de sus aliados en Miami.
Como expresara el Presidente Raúl Castro en la clausura del 8vo.
Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular
el pasado 23 de diciembre de 2011 “… no podemos olvidar que somos el
único país del planeta a cuyos ciudadanos se les permite asentarse y
trabajar en el territorio de los Estados Unidos sin visa alguna… en
virtud de la criminal Ley de Ajuste Cubano… y la política ‘pies secos,
pies mojados’, que favorece el tráfico de personas y ha provocado
numerosas muertes de inocentes”.
Desde el propio comienzo de la Revolución, nuestro país fue víctima
del despojo indiscriminado de sus profesionales. Más de la mitad de los 6
mil médicos con que contábamos en aquel momento, emigraron
fundamentalmente hacia los Estados Unidos. Un gran número de los mejores
ingenieros y técnicos también fue alentado a emigrar, con el propósito
de impedir el desarrollo económico y social de la nación. A estas
acciones, se sumaría posteriormente, entre otros, el programa de visas
para profesionales de la salud cubanos, implementado por Washington en
el 2006 con similares objetivos.
Es por ello que, mientras persistan las políticas que favorecen el
“robo de cerebros”, dirigidas a despojarnos de los recursos humanos
imprescindibles para el desarrollo económico, social y científico del
país, Cuba estará obligada a mantener medidas para defenderse en este
frente.
El doble rasero y el carácter inhumano de esta política, que estimula
por una parte las salidas ilegales del país, y por otra obstaculiza la
posibilidad de emigrar de manera legal, ordenada y segura, ha tenido la
clara intención de convertir a los cubanos que desean establecerse en
otros países, en supuestos opositores políticos y en un factor de
desestabilización interna.
Como consecuencia de esta irracional e irresponsable política, a lo
largo de todos estos años se han sucedido varias crisis migratorias:
Camarioca en 1965, Mariel en 1980, y la “crisis de los balseros” de
1994.
A pesar de ello, Cuba ha mostrado su permanente disposición a
cooperar en la búsqueda de soluciones razonables a este complejo
problema y ha trabajado sostenidamente por normalizar las relaciones con
sus emigrados, favorecer las vías para una emigración ordenada y
segura, así como facilitar los viajes de los ciudadanos al exterior por
asuntos particulares.
Las nuevas medidas migratorias anunciadas por decisión soberana del
Estado cubano, no constituyen un hecho aislado, sino que se inscriben
dentro del proceso irreversible de normalización de las relaciones de la
emigración con su Patria.
La inmensa mayoría de los cubanos asentados en más de 150 países
mantiene vínculos estables con su Patria y con sus familiares, se opone
al bloqueo y no desea la aplicación de una política agresiva contra su
país de origen.
En la despedida a su Santidad Benedicto XVI, el 28 de marzo pasado,
el Presidente Cubano expresó: “Reconocemos la contribución patriótica de
la emigración cubana, desde el aporte decisivo a nuestra independencia
de los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso y todos los que fueron sostén de
los anhelos de José Martí, hasta los que se oponen hoy a quienes atacan
a Cuba y manipulan el tema migratorio con fines políticos. Hemos
realizado prolongados esfuerzos hacia la normalización plena de las
relaciones de Cuba con su emigración que siente amor por la Patria y por
sus familias y persistiremos en ello por la voluntad común de nuestra
Nación”.
(Tomado de Granma)
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