Por Sergio Rivero Carrasco
Cuando
se habla del célebre patriota cubano Bonifacio Byrne, nos viene a la memoria su
contundente poema “Mi Bandera”, desafiante y patriótico verbo ante el peligro
de ser impuesta una bandera extranjera a nuestro país al terminar la Guerra
Hispano-Cubana-Norteamericana.
Esa
impresión tuvo su manifestación en el propio poema cuando expresó:
“…Aunque lánguida y triste tremola,
mi
ambición es que el Sol, con su lumbre,
la
ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en
el llano, en el mar y en la cumbre.”
Pero..
¿quién fue este hombre ilustre que sembró en sus sentimientos y actitud ante la
vida el amor pródigo a la Patria y con él a su bandera?
Precisamente
matancero de nacimiento y universal por antonomasia, vio la luz un 3 de marzo
de 1861 en la barriada de Pueblo Nuevo, en Matanzas; fue precisamente ese el
motivo por el cual se estableció esa fecha como Día del poeta cubano.
Byrne
Puñales fue un enaltecido patriota, sentimiento de cultivó desde su
adolescencia con un ideal independentista que lo llevó a ser perseguido por sus
ideales revolucionarios y obligado a emigrar a Estados Unidos en 1896, desde donde
trabajó para apoyar a las fuerzas cubanas en la Guerra necesaria y para ello
fundó en Tampa el Club Revolucionario.
Este
cubano rellollo tuvo que sortear muchas
adversidades en el exilio, lejos de la familia primero, y más tarde junto a
ellos, pero las posibilidades de trabajo eran muy limitadas y las necesidades
se incrementaban cada vez más, situación que lo lleva a desarrollarse como fileteador
de cajas de tabaco y lector de tabaquería, mientras la salud se lo permitía.
Una
vez concluido el dominio español decide regresar a Cuba en 1899 y es cuando lo
sorprende la imagen que nunca se apartó de él y lo inspiró a escribir su poema
insigne “Mi bandera”, mientras arribaba por la bahía y con sumo dolor pudo ver
la bandera cubana izada junto a la norteamericana en el morro.
Como
matancero de pura cepa regresa a su ciudad natal y allí se envuelve en la rica
vida cultural: redacta poemas que publica en diversos periódicos, ejerce como
redactor, participa en concursos literarios y es ya conocido por todos, aunque durante la
segunda intervención norteamericana se retrae del mundo literario y se dedica
más a la lucha política.
Pudiéramos
decir sin temor a equivocarnos que Bonifacio Byrne fue un artista promotor
incansable de los ideales patrióticos y libertarios, tuvo el privilegio de
incentivar las luchas por la independencia en la Guerra Necesaria liderada por
Martí, de estimular el sentimiento antiimperialista en los inicios del siglo
una vez que regresa de su deportación en Estados Unidos, y también de convertirse en precursor del antiimperialismo
en esta única Revolución mientras la salud y las fuerzas lo acompañaron hasta
la segunda mitad de la década del 30.
Hoy
nos sigue acompañando su poema insigne cuando los tambores de la guerra suenan
desesperados en la región y Cuba, como siempre, se encuentra en como uno de los
motivos de la estrategia imperialista.
Hoy
también nos dice que lo primero es la libertad, que la bandera, el himno y la
Patria no son negociables y hay que entregar por ellas la vida, si fuera
necesario. A ello también nos conminó el preclaro Héroe de Yaguajay, nuestro Camilo
Cienfuegos, cuando se dirigía al pueblo desde el balcón del Palacio
Presidencial el 26 de Octubre de 1959
para condenar las acciones imperialistas para derrocar a la naciente revolución
triunfante cuando invocó la vibrante estrofa que cierra “Mi Bandera”.
Por
ello, con Byrne y con Camilo, hoy también repetimos:
“Si
deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía…”
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía…”
Poema Mi Bandera
Bonifacio Byrne
Bonifacio Byrne
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste... !
Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!
En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
¿No la veís? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuando más solitaria.
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!...
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