viernes, junio 14, 2019

Paradigmas


Por Sergio I. Rivero Carrasco

Las coincidencias de la vida alimentan la historia, y hacen posible que un día tan común como el 14 de junio, hace 174 años, viera la luz Antonio Maceo Grajales, mientras que en el cono sur americano, en Argentina, en fecha más cercana como 1926, nació Ernesto Guevara de la Serna, bautizado por los cubanos como Che.

Cuba fue el punto de encuentro de estas personalidades, por Cuba entraron en la vida que los determinó como ejemplos a seguir,  como símbolo de hombres íntegros.
Ellos no conocieron la palabra traición y se enfrentaron a ella con todas sus fuerzas. 

Cultivaron la amistad como uno de los más grandes sentimientos, lo que nada tenía que ver con el apego a una férrea disciplina en su actuar, imprescindible para lucha.
Excelentes estrategas militares;  visionarios de profundos pensamientos y acciones, dirigieron ejércitos, sufrieron en su cuerpo innumerables impactos de bala y con ellas alcanzaron numerosas victorias.

Tanto Maceo como el Che emprendieron batallas por la independencia de Cuba y lideraron invasiones desde Oriente hasta Occidente para alcanzar con ellas grandes victorias.
Hombres comunes, amorosos, sencillos, altivos y Patriotas, fueron fieles a los ideales de la independencia cubana, dejaron una profunda y hermosa huella que traspasa el tiempo y se apodera de las diferentes generaciones que hace 150 emprendieron el ideal de libertad.

Ellos predicaron con su ejemplo como jefes al frente de la tropa en los combates; en el momento decisivo de la lucha demostraron su actitud intransigente frente al enemigo, demostrando que lo más importante siempre fue la Patria: Frente al imperio colonial español el Titán de Bronce, frente a la propuesta de paz a medias planteada por el General Martínez Campos la sintetizó con la frase: “¡No nos entendemos!”.  Más tarde el Guerrillero Heroico nos legó que “a los yanquis no se les puede dar, ni un tantico así”.

Esos sencillos pero enaltecedores ejemplos, llevan a demostrarnos que Maceo y Che, constituyen paradigmas incuestionables de los cubanos ayer, hoy y siempre.

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