Por Sergio I. Rivero Carrasco
Hace 83 años un día como hoy, 5
de julio, fallece en su ciudad natal, Matanzas, Bonifacio Byrne, el “poeta
de la bandera”; ese que nos demostró con sus versos convertidos
en un magnífico juramento al cierre en el tercer verso: “¡Que no deben flotar
dos banderas, donde basta con una: la mía!”.
Lo anterior sucedió cuando él
regresaba al país, después de verse obligado a emigrar hacia Estados Unidos
cuando al producirse el fusilamiento del Comandante
del Ejército Libertador Domingo Mújica Carratalá, el 20 de
agosto de 1895 y distribuir de forma clandestina un soneto indignado escrito por él sin
firmar, pero que levantó la sospecha de las autoridades españolas. Allí en Tampa
fundó un club revolucionario y se desempeñó con honor como lector de tabaquería
y colaboró en varias publicaciones de la época, entre ellas el periódico Patria,
fundado por Martí como órgano del Partido Revolucionario Cubano.
.El joven patriota desde el barco
que lo traía ya de regreso a Cuba en 1899, quedó sorprendido al ver en el Morro habanero
la bandera norteamericana ondeando junto a la cubana. Impactado escribió su poema “Mi bandera”,
publicado el seis de mayo de 1899, el cual se convirtió en símbolo de la
angustia de los cubanos ante la frustración de una República surgida bajo la
dependencia neocolonial del naciente imperialismo norteamericano, y cuyas
estrofas finales de esos versos fueron
declamadas por el Comandante Camilo Cienfuegos en su último discurso, en
octubre de 1959 para arengar al pueblo en un momento trascendental
de la historia de Cuba, en demostración de ardiente
patriotismo.
Más que un poeta Bonifacio Byrne
fue un intelectual y luchador revolucionario honesto y cabal, que no escatimó
esfuerzos para defender la independencia y el sentimiento anticolonialista y antiimperialista
del pueblo cubano en todos los espacios en los que tuvo la posibilidad de
manifestarse. Trabajando en las
tabaquerías y escribiendo versos patrióticos transcurrieron los años de
contienda ganándose también el sobrenombre de “Poeta de la Guerra”.
Por
sus encumbrados aportes al verso cubano, en 1919 el Senado Republicano lo
declaró coincidentemente el 5 de
julio, “Poeta Nacional” por lo cual recibió diferentes honores de la sociedad
cubana. Unos días antes de fallecer escribió su poema “Mi voluntad” en el que
refleja su gigantesca modestia y sencillez, pide un entierro modesto y más
modesta aún su tumba, siempre unida a la bandera, dice al final del mismo:
Pero
si alguno quisiera
grato hacerme aquel asilo,
que coloque mi bandera
con patriótico sigilo
sobre mi cruz de madera
y así dormiré tranquilo.
grato hacerme aquel asilo,
que coloque mi bandera
con patriótico sigilo
sobre mi cruz de madera
y así dormiré tranquilo.
Hoy, Byrne, como revolucionario y artífice del mejor arte en su tiempo, es un símbolo de resistencia patriótica y antiimperialista, paradigma para los jóvenes, escritores y artistas, esos que ratificaron hace unos días en su Congreso defender la Revolución, enarbolar la cultura como el más contundente escudo contra el que se estrellen todas las ansias globalizadoras del mal, la banalidad y la seudo-cultura, que nada tienen que ver con nuestra ética, costumbres y tradiciones.
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