Por
Sergio I. Rivero Carrasco
“Un pueblo
instruido siempre será fuerte y libre”
José Martí.
José Martí.
Al seguir la máxima martiana y evaluar la situación que
se encuentra el Gobierno Revolucionario cuando llega al poder el Primero de
Enero de 1959, llama la atención de cuánto se ha hecho para llegar hasta aquí
con la premisa de que en el histórico alegato de Fidel en el juicio del Moncada
conocido por “La Historia me absolverá”, dejaba claro que la tarea central que en el campo cultural
acometería la Revolución triunfante era realizar una reforma integral de la
enseñanza, la cual se convirtió en una de las más importantes y humanas
conquistas que distinguirían al país en el entorno universal hasta hoy,
declarado así recientemente por la UNESCO.
La
materialización de esas aspiraciones comenzaron a ser realidad el 14 de
septiembre de 1959, hace ya 60 años, cuando Fidel inauguró el Primer Curso Escolar
de la Revolución, precisamente en el antiguo campamento militar de Columbia en
La Habana, recién convertido ya en escuela, al igual que otros existentes en el
país, como un simbolismo sin precedentes en la historia universal.
Al arribo del
poder revolucionario el país se debatía con más del 57 por ciento de la
población analfabeta, nueve mil maestros desempleados, aproximadamente 800 mil
niños de las zonas rurales, un 50 por ciento,
sin asistir a la escuela, mientras solo se contaba con unas 17 mil aulas
de 35 mil que debían ser, situación que motivaba el incremento progresivo de
analfabetos en el país.
En
los años de 1959 y 1960, la matrícula de las escuelas municipales era de casi
583 mil alumnos. En un solo año (1960-1961) se habían creado ya 15 mil aulas
nuevas en zonas rurales y la matrícula en escuelas elementales había aumentado hasta
un millón 118 942 alumnos como parte de un proceso sin precedentes llevado a
cabo con la máxima de que solo una educación de calidad
podría acabar con la grave situación de pobreza, ignorancia y subdesarrollo que
sufría el país y la vida lo confirmó.
La Revolución
educacional en Cuba, iniciada en el año 1959 y glorificada dos años después con
la victoriosa Campaña de Alfabetización que enseñó a leer y escribir a más de 707
mil cubanos, fue el hecho cultural más
trascendental de la vida de la nación cubana, al garantizar su definitiva
independencia.
miles de
niños, maestros y familiares concentrados en la antigua fortaleza de Columbia y
con alto poder de convencimiento, como solo él podía lograr, les refirió: "…El niño que no estudia no es buen
revolucionario, porque el niño que no estudia no sabrá hacer las cosas bien, y
le pasará lo que a nosotros, que no nos salen las cosas todo lo bien que
queremos (…). Yo quiero que los niños jueguen, que tengan campos deportivos,
que tengan playas, que se diviertan, que hagan excursiones por los campos, pero
queremos que también estudien".
La educación se convirtió en una tarea permanente que involucra a toda la sociedad y que la Revolución cubana también compartió con otros países para contribuir a su definitiva independencia mediante la educación de sus hijos. Así miles de personas de diferentes latitudes, gracias a la labor de los maestros cubanos han sido alfabetizados;También Cuba ha sido y será escuela para otros miles de jóvenes de diferentes latitudes que se han formado aquí en variadas especialidades técnicas, universitarias y por graduados. La Isla de la Juventud fue el laboratirio primogenio ideado por Fidel a finales de los 70 del pasado siglo para reunir a más de 36 mil niños, adolescentes y jóvenes de África, Asia y Latinoamérica para formarse, al decir de Julius Niherere, entonces presidente de la OUA "El sitio más bello bajo el Sol".
Fue la educación una primera gran batalla estratégica de la Revolución que
con diferentes matices ha estado presente en estos 60 años de la historia
educacional revolucionaria como el mayor compromiso de los niños, adolescentes
y jóvenes con su país, con el desarrollo presente y futuro de la Patria, y
hasta con ellos mismos, porque al educarse logran su verdadera libertad, la
consumación de sus criterios y la posibilidad de cumplir con la máxima martiana
de que “el pueblo más feliz es el que mejor tenga educado a sus hijos…”, la cual fue desde entonces, una de las más
humanas obras emprendidas por el pueblo.
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