Por Sergio I. Rivero Carrasco
“Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos
no pueden con él”;
“Fidel, seguro, a los yanquis dales duro”;
“Cuba sí, yanquis no.”
“Fidel, seguro, a los yanquis dales duro”;
“Cuba sí, yanquis no.”
A poco más de un año y medio del triunfo revolucionario, hecho inaceptable por el
gobierno yanqui ni por las oligarquías latinoamericanas que veían el ejemplo de
Cuba y la solidaridad recibida de otras naciones como Rusia y otros, como una
amenaza, ante la posibilidad de que
irradiara el sentimiento de libertad conquistada a sus pueblos.
La maniobra oportunista de
Estados Unidos no se hizo esperar, y en agosto de 1960 se reunieron en la
capital de Costa Rica los cancilleres de los gobiernos latinoamericanos en la “Séptima
Reunión de Consulta de Cancilleres de la Organización de los Estados Americanos”
(OEA), con el propósito de lograr un documento en el que se declaraba el
"peligro" que Cuba revolucionaria representaba para el hemisferio,
aislarla del resto del mundo y dejarla indefensa ante sus planes de agresión.
Allí estaba la delegación
cubana presidida por el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, quien denunció enérgicamente y con su filo cortante las
falsedades y artimañas del gobierno de los Estados Unidos contra la Isla.
Después de profundos intercambios y debates, en los que se destacaron las
representaciones de Bolivia, México y Uruguay. Ante tanta perversidad la
delegación cubana decide retirarse indignada, y con gran valentía expresó ante los presentes: “Conmigo se va mi pueblo y con él todos los
pueblos de América Latina”.
La
indignante Declaración de Costa Rica, hecha por completo a espaldas de las
masas latinoamericanas y amparada por los gobiernos comprometidos con el
Imperio, el pueblo cubano elevó la más rotunda respuesta, representado por más
de un millón de personas, se reunió en la Plaza de la Revolución para patentizar
su apoyo al Gobierno Revolucionario constituido
en Asamblea del Pueblo, hecho sin precedente en la historia nacional y
Latinoamericana, se dio lectura por Fidel al documento y la respuesta es conocida
como “La Primera Declaración de La Habana”.
La
“Primera Declaración…” proclamó el
derecho y el deber de los pueblos a erradicar de una vez y para siempre el
dominio explotador del imperialismo y la oligarquía; denunció los planes
agresivos del gobierno norteamericano contra la Revolución cubana; ratificó la
decisión del pueblo cubano de trabajar y luchar por el común destino
revolucionario de la América Latina, rompió el Tratado Militar que se había
firmado con Estados Unidos y votó agradecido por la ayuda solidaria brindada
por la Unión soviética en lo económico y militar, unido al establecimiento de
relaciones con la República Popular China y el rompimiento con la Isla de
Formosa (Taiwán), dominada por los Estados Unidos.
Ante
las constantes agresiones e intentos de desmoralización a escala internacional por la supuesta falta
de democracia en Cuba, se reafirma que “…la
democracia real no es compatible con la oligarquía financiera, con la
discriminación y explotación de los pueblos, el latifundio, la desigualdad, las
leyes represivas, porque democracia no es sólo el ejercicio del voto electoral,
casi siempre ficticio, sino el derecho de los ciudadanos a elegir libremente y
decidir sus propios destinos, y ver realizados sus verdaderos derechos humano a
la educación, la salud, la seguridad social, la justicia social (…) Esta sí que
es una democracia limpia de impurezas, limpia de impurezas, es una democracia
verdaderamente “pasteurizada”.
También
en su histórica intervención, Fidel refiere que el país ha sido víctima de agresiones
económicas, señalando que “cuando
nos quitaron 900 000 toneladas de azúcar, nosotros les advertimos previamente
que pagarían, central por central y empresa por empresa, las agresiones que
hicieran a nuestra economía. Nos quitaron 900 000, casi un millón de
toneladas, y les hemos nacionalizado 36 centrales azucareros, la compañía
eléctrica, la compañía de teléfonos y las compañías petroleras.”
Fue esa medida de suspender la cuota azucarera, el
inicio del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos a Cuba, recrudecido
por casi 60 años y condenado por casi la totalidad de los países en las
Naciones Unidas.
En la reunión de cancilleres de la OEA el Gobierno
norteamericano se presentó con una sucia política para comprar el voto de los serviles
cancilleres representantes de las Oligarquías regionales presentes y no de sus
pueblos, a lo que Fidel refirió: “Es una política inmoral la política del
gobierno de Estados Unidos, que le quita a Cuba su cuota y la reparte entre las
oligarquías, adopta un crédito de 600 millones de dólares en medio de la
conferencia y lo reparte a las oligarquías, pero con eso, con eso podrán
comprar a las oligarquías, ¡pero con eso no podrán comprar a los pueblos!”.
La
Primera Declaración de La Habana resultó en la práctica un documento jurídico,
paso ulterior a la radicalización de la Revolución Cubana, que daba respuesta
inmediata y justa, oportuna y viril, a la Conferencia de la OEA Costa Rica de
tendencia pro-imperialista, que excluyó a Cuba de esa podrida de Organización
como punto de partida para posibilitar la agresión armada de Estados Unidos, en
la que también se expresó el intento de mantener la Doctrina Monroe, utilizada
–como lo previó Martí- “para extender el dominio en América de los
imperialistas voraces”.
A 59 años la Asamblea General del Pueblo cubano, sigue declarando su condena al Imperialismo yanqui y su política arbitraria, perversa, injerencista y arrogante contra los países latinoamericanos, con un renacer de la Doctrina Monroe, en su afán de poseer el dominio universal y específicamente de los países que como Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba, mantienen gobiernos progresistas como el que abrió el camino del pueblo cubano el Primero de Enero de 1959. Por los derechos conquistados y contra la política arcaica y globalizadora de Estados Unidos, el pueblo de Cuba multiplica su denuncia y enarbola con más fuerza las consignas coreadas a viva voz en aquella ocasión: ¡Cuba sí, yanquis no! ¡Patria o Muerte! ¡Viva Fidel!
A 59 años la Asamblea General del Pueblo cubano, sigue declarando su condena al Imperialismo yanqui y su política arbitraria, perversa, injerencista y arrogante contra los países latinoamericanos, con un renacer de la Doctrina Monroe, en su afán de poseer el dominio universal y específicamente de los países que como Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba, mantienen gobiernos progresistas como el que abrió el camino del pueblo cubano el Primero de Enero de 1959. Por los derechos conquistados y contra la política arcaica y globalizadora de Estados Unidos, el pueblo de Cuba multiplica su denuncia y enarbola con más fuerza las consignas coreadas a viva voz en aquella ocasión: ¡Cuba sí, yanquis no! ¡Patria o Muerte! ¡Viva Fidel!
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