EDITORIAL
Como ha sido ampliamente informado, durante su discurso en el Segmento de Alto Nivel del nuevo Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, el pasado 20 de junio, nuestro Canciller Felipe Pérez Roque realizó una contundente denuncia acerca de la creciente confabulación de Estados Unidos y la Unión Europea.
Apenas veinticuatro horas después, la Unión Europea ha vuelto a dar pruebas de su vergonzosa doble moral en materia de derechos humanos y su tradicional subordinación a la política agresiva de Estados Unidos contra el Tercer Mundo, entre ellos Cuba, que será sede de la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en septiembre de este año.
El 21 de junio se celebró en Viena la Cumbre Trasatlántica anual entre Estados Unidos y la Unión Europea, que concluyó con la adopción de una Declaración Final en la cual la superpotencia y su aliado menor presentan una visión hegemónica, neocolonizadora, amenazante y manipuladora acerca de la situación internacional y de una veintena de países fundamentalmente del Tercer Mundo.
En dicha declaración, Estados Unidos y sus socios europeos se erigen otra vez en jueces planetarios, y se recrean en su afición a invadir la soberanía de otros y a dictar políticas hacia un grupo de países que, curiosamente, coinciden con los que el gobierno norteamericano ha incluido por años en sus listas negras.
Lo más escandaloso, sin embargo, es que en la Declaración Conjunta Estados Unidos-Unión Europea no se hace la más mínima referencia a la dramática situación de los prisioneros que Estados Unidos mantiene en la ilegal Base Naval de Guantánamo y que son víctimas de atroces torturas, ni mucho menos al hecho de que se trata de un espacio de Cuba ilegalmente ocupado por el gobierno de Estados Unidos y debiera devolverse a nuestro país. ¿O es que la Europa colonialista piensa donárselo a Estados Unidos?
Tampoco se mencionan los cientos de "vuelos secretos" utilizados por Estados Unidos para transportar, bajo el efecto de drogas y privadas de visión, a personas secuestradas en otros estados que hicieron escalas en países de la Unión Europea con la obvia complicidad de sus gobiernos.
En días previos a esta Cumbre, fogosos representantes europeos habían declarado su firme propósito de exigir a Bush el cierre del campo de concentración y torturas de Guantánamo, pero cuando este llegó, desapareció el entusiasmo y tuvo que ser él mismo quien, por iniciativa propia, lo mencionara en su conferencia de prensa. Melosamente, Bush declaró que deseaba cerrar el centro de torturas, añadiendo que compartía las preocupaciones europeas, pero que todos estaríamos en peligro si liberara a los secuestrados y no hizo el menor compromiso. La insólita respuesta europea fue que "no debemos ser ingenuos ante la nueva amenaza" del terrorismo.
Ya la Unión Europea había impedido el pasado año que se aprobara en la Comisión de Derechos Humanos una investigación sobre las masivas, flagrantes y sistemáticas violaciones de derechos humanos en la Base Naval de Guantánamo.
Pero lo nuevo en esta Cumbre es que esa vieja política de subordinación y doble rasero se constituye en posición oficial y pública de la Unión.
Fue la Cumbre de un solo lado del Atlántico. Europa cedió cobardemente en todo y quedaron al desnudo, de una parte, su subordinación y, de otra, su coincidencia estratégica con Estados Unidos en la expoliación de los miles de millones de seres humanos que viven en los países del Tercer Mundo.
Es pura retórica la mención en la Declaración a los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas que no se han cumplido ni se cumplirán jamás bajo el injusto orden mundial que el nuevo documento sustenta y pretende acentuar. África, que mereció varias páginas en la Cumbre anterior, ahora se excluye. Se habla socarronamente del medio ambiente, pero Europa no se atreve a reclamar a Estados Unidos que se incorpore al Protocolo de Kyoto.
El único párrafo sobre Iraq omite totalmente la guerra de agresión y la ocupación del país, la muerte de cientos de miles de civiles inocentes a consecuencia de esa guerra injusta, las torturas, y el hecho bien conocido hoy de cómo se engañó al pueblo norteamericano y a otros en Europa para desatar esa brutal invasión.
Hay varias páginas sobre el problema energético que sirven para declarar que ahora se busca la "seguridad energética" en vez de la cooperación, para deslizar veladas amenazas en circunstancias en las cuales se libra una guerra por el petróleo y para advertir que el mercado y los acuerdos contractuales con sus transnacionales son intocables. No hay una palabra de reconocimiento a su responsabilidad con la crisis energética ni de compromiso de modificar los irracionales patrones de consumo que la originan.
Defienden en el texto la "guerra contra el terrorismo" y se proponen incrementar la cooperación con el pretexto de negar refugio a los terroristas, pero Europa y Bush tienen que callar sobre el escandaloso santuario creado por el propio Presidente de Estados Unidos para Posada Carriles y el terrorismo contra Cuba y sobre el secuestro de cinco jóvenes luchadores antiterroristas cubanos cuya sentencia fue hace meses anulada.
Los representantes europeos tampoco se atreven a denunciar las ejecuciones extrajudiciales realizadas en otros países de las que se vanagloria públicamente Bush, las detenciones arbitrarias, la vigilancia ilegal contra los ciudadanos estadounidenses, ni otras violaciones de sus derechos civiles.
CUBA NO PODÍA FALTAR...
Cuba, por supuesto, no podía dejar de ser objeto de esta conspiración trasatlántica. Es tal la obsesión patológica del imperio por destruir a la Revolución cubana que no dudó en comprometer hasta el ridículo a sus aliados europeos en esta cruzada.
El 21 de junio, la Unión Europea por primera vez acepta incluir en un documento conjunto con los Estados Unidos su preocupación por la situación de los derechos humanos en Cuba, nuevo, bochornoso y cínico capítulo de sometimiento a los dictados de Washington.
El texto obviamente no menciona el genocida bloqueo económico, financiero y comercial de Estados Unidos contra Cuba ni la aplicación extraterritorial de éste en Europa a través de la Ley Helms-Burton y otras. La UE demuestra de esta forma que carece de capacidad para resistir la presión norteamericana y para articular una política propia e independiente hacia Cuba.
La Unión Europea da este paso, precisamente, en momentos en que el gobierno de Bush intensifica el bloqueo y las agresiones contra Cuba, no descarta la opción militar, y proclama abiertamente que su política hacia nuestro país es el "cambio de régimen". La Unión Europea debería aclarar si esto significa que ha decidido sumarse al "Plan Bush" contra Cuba y si ahora, además de coincidir en los fines, coincide también en los métodos fascistas que este aplica. Desprecio es lo que merecen ambos por parte de Cuba.
A Cuba no le sorprende en lo absoluto esta pérdida de recato de una Unión Europea que recibió el repudio de sus electores en varios países, sufre una grave crisis de legitimidad e identidad y que nunca ha sido más débil y dependiente de Estados Unidos que en la actualidad, cuando algunos de sus nuevos miembros, con franca vocación de satélites, como la República Checa, trabajan desde su interior al servicio de los intereses más espurios de la ultraderecha norteamericana y de la mafia de Miami.
En diciembre de 1996, había sido adoptada la llamada Posición Común, a iniciativa de José María Aznar, conocido perro faldero del imperio, y a partir del borrador, escrito en inglés, enviado por el entonces subsecretario de Comercio, Stuart Eizenstat, la cual condiciona las relaciones de la Unión Europea con Cuba al cambio de nuestro sistema económico, político y social.
Ya en abril de 1997 y en mayo de 1998, la Unión Europea había claudicado ante las presiones de Estados Unidos y firmado sendos Entendimientos, mediante los cuales renunció al derecho a proteger a sus empresarios interesados en realizar inversiones en Cuba. El 20 de julio del 2005 había pactado con Estados Unidos, a cambio de nada, su retirada de un litigio en la OMC contra el robo de la marca Havana Club, a pesar de los daños que esto ocasionaba a una importante empresa europea y su renuncia a ejercer sus derechos al respecto en el futuro.
En el 2000 y luego en el 2003, también bajo presión norteamericana, la Unión Europea había boicoteado el ingreso de Cuba al Convenio de Cotonou, que hubiese permitido a nuestro país acceder a un trato preferencial en sus relaciones comerciales con este bloque.
Pocas semanas atrás, la Unión Europea llegó a un acuerdo secreto, negociado en Bruselas, a través del cual se comprometió a no votar por Cuba y a trabajar estrechamente junto a Estados Unidos contra nuestra candidatura al nuevo Consejo de Derechos Humanos, para el que Cuba obtuvo una merecida y amplia votación y del que Estados Unidos quedó excluido al renunciar a someterse a una elección en la que seguramente habría sido derrotado.
Hace sólo unos días, el 12 de junio, los Cancilleres europeos, reunidos en Luxemburgo, asumían por primera vez el lenguaje norteamericano acerca de acelerar una supuesta transición en Cuba, y se planteaban estrategias para apoyar de forma práctica y oficial a la contrarrevolución organizada y pagada por la Sección de Intereses y el gobierno de Estados Unidos. Dejaban nuevamente en suspenso las sanciones diplomáticas contra nuestro país, con las que en el año 2003 intentaron aislarnos y que resultaron en el ridículo fracaso que llevó a suspenderlas al año siguiente a quienes no han tenido la dignidad de reconocer el error y eliminarlas definitivamente.
La alianza de la Unión Europea con Bush es patética. No tienen la autoridad moral ni la capacidad de dictarle condiciones o imponerle decisiones a Cuba. No lo ha podido el propio imperio. Es muy poco el poder de los lacayos.