Por Esteban Ramírez Alonso/AIN
Los cubanos René González, Ramón Labañino, Gerardo Hernández, Fernando González y Antonio Guerrero debieron esperar casi ocho años después de su aparatoso apresamiento y seis del amañado juicio que les hicieron en Miami, para que la llamada gran prensa norteamericana se hiciera, al fin, eco de su caso.
Ahora fue el Washington Post, uno de los diarios más influyentes, el que abordó el asunto bajo el titulo Los cubanos encarcelados en Estados Unidos como espías son homenajeados como héroes en casa. Pero antes la cadena televisiva CNN en español había tratado el tema y con anterioridad El New York Times publicó un anuncio pagado.
Lo raro no es que la gran prensa estadounidense hiciera su debut ahora con Los Cinco, lo extraño es haberle dejado pasar tanto tiempo sin reflejar el tema en sus espacios.
La extrañeza obedece a que este fue un asunto que durante mucho tiempo escandalizó -y todavía escandaliza- a Miami, tanto por las injusticias cometidas cuando Los Cinco fueron encarcelados, como por el fraudulento juicio y las pérfidas condenas que les impusieron violando elementales enmiendas de la Constitución, amén de ser este el juicio penal más largo en la historia norteamericana.
Pero hay más: y es que no obstante el fallo del grupo de trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias de que la encarcelación de los cinco jóvenes estaba en contravención con el articulo 14 del Convenio Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y que de manera unánime un panel de tres jueces del 11 Circuito de Apelaciones de Atlanta anulara las condenas, se mantienen presos y el gobierno maniobra para evadir su liberación.
Por si fuera poco, Amnistía Internacional ha condenado el trato inhumano hacia ellos y sus familiares, a algunos de los cuales se les niega reiteradamente la visa, impidiendo que una niña norteamericana pueda visitar a su papa por la negativa del gobierno de EE.UU de que su madre viaje a ese país.
¿Cuántos intereses políticos mueven este caso? ¿Quiénes actúan detrás de la fachada? ¿Cuál es la trama que entreteje una historia que moviliza a once millones de cubanos y sensibiliza a políticos, intelectuales, científicos, premios Nóbel, pueblos, gobiernos y parlamentos de todo el mundo?
¿Por qué la prensa en Miami los satanizó públicamente como espías, y de atentar contra la seguridad nacional de los Estados Unidos cuando los únicos delitos ante las leyes norteamericanas eran no registrarse como agentes de otro país y usar en algunos casos identidades falsas?
¿Por qué tan altas condenas, incluyendo varias cadenas perpetuas, si ninguno de los cargos contempla actos violentos, el uso de armas, el daño a la propiedad o la trasmisión de documentos del gobierno de los EE.UU. o de informaciones clasificadas?
Por sus incógnitas, la historia de Los Cinco debía ser lo suficientemente interesante para la gran prensa de los Estados Unidos, acostumbrada a escandalizar cuando descubre violaciones de su propia Constitución, tratos brutales o el contubernio entre los grupos mafiosos y las autoridades del gobierno, por no hablar de asuntos de una mayor sensibilidad como el amparo de terroristas en el propio suelo norteamericano.
El caso de Los Cinco pone al desnudo las verdaderas intenciones de Estados Unidos respecto a la Isla; la protección de las administraciones estadounidense a los grupos terroristas que desde Miami actúan contra ella y otros países y que han cobrado más de 3 mil 400 vidas cubanas, y la doble moral del gobierno de Bush en la lucha contra el terrorismo.
Pero en el caso hay otras subtramas no menos llamativas para la gran prensa norteamericana, como es el hecho de que el FBI, luego de recibir informaciones confidenciales del gobierno de Cuba sobre planes de atentados en aeronaves civiles en el Caribe, decidió apresar en Miami a los cubanos que suministraban informaciones, en lugar de capturar a los terroristas que fraguaban reeditar la masacre del avión de Barbados, o vigilar a los extremistas adiestrados en sus propias narices para el funesto crimen del 11 de septiembre.
¿Y cuáles eras los vínculos de Héctor Pesquera, a la sazón jefe del FBI en Miami, con los grupos extremistas anticubanos de esa ciudad? ¿Por qué Janet Reno no accedió en un primer momento a operar contra los luchadores antiterroristas? ¿Cuál es el papel de la Fundación Nacional Cubano Americana en la concertación de actos violentos en Cuba o en otros países? ¿Quién contrata los mercenarios para que pongan bombas en hoteles cubanos?
¿Por qué el país que más espías y agencias de inteligencia tiene en el mundo acusa a la nación más espiada, incluso desde su Oficina de Intereses en La Habana, aparte de los satélites y otros medios radioelectrónicos que usa ampliamente en su contra?
Las preguntas parecen infinitas: ¿A quién le interesa acallar la gran injusticia cometida contra los luchadores antiterroristas? ¿Qué le deben las dministraciones norteamericanas, especialmente la familia Bush, a los terroristas anticubanos que se muestran tan tolerantes con sus acciones?, o dicho de otra forma: ¿qué le saben terroristas como Posada Carriles, Orlando Bosch, José Basulto, José Hernández, Gaspar Jiménez Escobedo, Ramón Saúl Sánchez y otros muchos más a los Presidentes de Estados Unidos que terminan plegándose a sus intereses anticubanos?
De todas formas, si el caso de Los Cinco trasciende a la gran prensa norteamericana, nunca será tarde para las buenas intenciones, aunque tal vez algún que otro avezado reportero pudiera ganar un premio Pulitzer porque detrás de todo esto hay historias increíbles, ni siquiera ingeniadas por Gabriel García Márquez.