Hoy, rindo merecido homenaje a todos los hombres que han procreado o asumido la paternidad de otras pequeñas criaturas que se abrazaron sus sentimientos.
Es hoy un día especial y como tal, tenemos el legado de ser fieles a ese legado de la especie que se materializó en la sociedad.
Poco a poco sentimos que el bichito nos inunda y...
Nos damos cuenta de que somos padres, cuando sentimos muy hondo el latido de ese pedazo de corazón infantil sobre tu pecho, henchido de legitimo orgullo.
Sabemos lo que es ser padre cuando comprendemos que el fruto de nuestro sueño es ahora realidad palpitante, ternura en piel viva y mirada inocente ante tu regocijo.
Conocemos la dicha de ser padre cuando entendemos que nuestro sueño ya jamás será completo, cuando sepamos del llanto de la madrugada, de las largas ojeras y la satisfacción de ver a nuestro renuevo tranquilamente dormido, aunque no lo podamos hacer.
Únicamente sabremos lo que es hacerse padre cuando radiante podamos pasear con nuestro hijo en su dorada carriola, le hablemos aunque sepamos que no nos entiende aún y lo veamos descubriendo asombrado cada pequeña cosa que constituirá su primera lección de filosofía.
Sabemos lo que significa ser padre cuando en la noche corramos por esa medicina que necesita para aliviar su fiebre, al llevar la cuenta de sus vacunas y cuando de puntillas nos acerquemos a su cuna a escuchar su respiración, acompasada y feliz.
Cuando por primera ves diga papá, ría cuando lo lancemos al aire y no sienta el peligro porque le damos seguridad solo con una sonrisa, cuando le impulsemos a dar sus primeros pasos, inequívoca señal de que empieza el camino hacia su destino y corramos detrás de su bicicleta donde afanosamente pedalea los primeros caminos y distancias del peregrinar futuro de su vida.
Sabemos la maravilla que tenemos cuando lo llevemos por vez primera a la escuela y veamos sus ojos llorosos porque no quiere separarse de nosotros y sentamos el alma adolorida al alejarnos dejándolo en medio de otros egoísmos que, sin embargo, le enseñarán a ser compartido.
Cuando nos muestre sus primeros garrapateados dibujos, incipiente Picasso que preludia en ellos el afán por la belleza que se esconde en su corazón. Y sobre todo cuando nos abrace, nos tome la mano simbolizando con ello la confianza de nuestra fortaleza, que le dará seguridad en su andar.
Conoceremos en verdad lo que es ser padre cuando reclame su tiempo y tengamos que buscarlo y encontrarlo en donde podamos, cuando lo llevemos al circo y a la playa y al paseo cansado pero gratificante, cuando juntos soñemos con las vacaciones en que ambos nos perteneceremos por completo, cuando le enseñemos a jugar y a llenar rompecabezas y juntos caminemos por el parque cualquier tarde esplendorosa.
Gozaremos lo que es ser padre cuando sientas que nuestro cariño es algo en lo que puede confiadamente descansar. Y cuando vemos que va creciendo y lo acompañemos, va avanzando y estamos a su lado, y se va haciendo adolescente y en ese proceso no lo abandonamos, por duro que sea el ver que poco a poco se desprende de nosotros, para ir en busca de sí mismo.
Sabemos lo que es ser padre cuando oigamos el reclamo inesperado y su deseo de independencia. El día que deje de acompañarnos, porque sus amigos lo esperan y sintamos que nuestro corazón se estremece, porque el día llegó antes de lo que pensábamos y sintamos profundamente que así debe ser, porque es el precio que pagaremos por el aprendizaje de su vuelo definitivo.
Y finalmente sabremos lo que es ser padre cuando un día nuestro hijo tenga que partir para estudiar en otro lugar, o a un trabajo distante y la nostalgia consuma las horas que antes feliz disfrutamos en su compañía y quizás sea el teléfono o el Internet la lejana liga que nos una a él.
Y sobre todo cuando alguien venga y lo lleve de nuestro lado para perseguir otro arco iris, el de su propia vida, compartida con alguien a quien amará y deberemos aceptarlo, porque esa es la ley de la vida y nuestro hijo nos fue solamente prestado por un tiempo.
Entonces sabremos lo que es saberse padre. Que no estudiamos para ello, pero lo vivimos y lo seguiremos viviendo porque ese desvelo nace un día y nunca se acaba, independientemente de su edad, profesión o forma de ser.
Siempre será el niño o la niña aunque logren ser más altos y grandes que nosotros.
Y el regocijo que eso nos proporcionará deberá entonces ser mayor que el dolor que supone el sentir que algo muy tierno se despide de nuestra alma. Pero es solo entonces que podremos saber con plenitud, la maravillosa experiencia, que es saberse padre.
Perdona, hijo, si algún día no comprendí la envergadura de mi carrera.