Una gran parte de los soldados estadounidenses que regresan de Iraq padecen de trastornos mentales, como consecuencia directa de una guerra cada vez más impopular para los norteamericanos, destaca hoy la prensa californiana.
Tres artículos de la periodista Eileen Truax publicados en el diario La Opinión ponen de relieve el fracaso de la invasión al país árabe, desatada en marzo de 2003 por orden del presidente George W. Bush.
Uno de los trabajos, titulado Un conflicto equivocado, resalta que el 58 por ciento de los estadounidenses considera que la intervención militar en Iraq no marcha bien, el mayor nivel de desaprobación desde iniciada la contienda bélica.
"Estamos convencidos de que Estados Unidos no debió ir a la guerra en Iraq", afirmó Jonathan Parfrey, director de Médicos por la Responsabilidad Social (PSR) en Los Ángeles, organización que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1985.
En opinión de Parfrey, es "necesario trabajar por una solución política en lugar de soluciones militares".
Las cifras oficiales indican que el número de soldados norteamericanos heridos en Iraq es cercano a los 21 mil, es decir, por cada soldado muerto hay siete heridos.
Esta proporción es muy superior a la registrada durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la correlación era de menos de dos heridos por cada uniformado muerto, comenta Truax en su artículo.
En otro trabajo, titulado Secuelas de la guerra, la reportera señala, además, cuán poco se sabe de los soldados que regresan a Estados Unidos sin heridas visibles, pero con profundas alteraciones mentales y psicológicas.
Casi un millón y medio de militares estadounidenses han combatido en esa guerra y medio millón de ellos ha estado ahí en dos o más asignaciones.
De acuerdo con la doctora Judy Broder, quien encabeza el grupo El Proyecto Soldados, dedicado a la atención de uniformados con daños psicológicos, al menos el 35 por ciento de quienes regresan del campo de batalla requieren de asistencia mental.
"Si pensamos en ello, estamos hablando de casi medio millón de soldados, y de que cada uno tiene padres, esposa, hijos, abuelos, hermanos, y que todos ellos serán afectados por el militar y su situación cuando éste regresa a casa", estimó Broder.
Estudios citados por la experta demuestran que hasta el 90 por ciento los soldados casados que retornan del escenario de combate terminan por divorciarse debido al estrés al que someten a las familias.
"Estos hombres y mujeres en batalla han experimentado cara a cara cosas terribles... han matado niños, mujeres, abuelos, y por la forma como se ha llevado esta guerra, dentro de las ciudades, van haciéndolo casa por casa", afirmó Broder.
En opinión de la doctora, ellos ven cosas que los hacen sentir monstruos y no pueden hablar con sus esposas o con la gente ordinaria sobre lo que han hecho y visto, porque piensan que los estarían infectando con ese horror