Ella, la Revolución cubana, está donde amanece, donde el pueblo salta del olvido, abre un surco y echa semillas de rosas blancas, constructores, escuelas, hospitales, cantos, pintores, músicos, poetas, hormigas y cigarras del campo o la ciudad.
Para comprender las claves y el misterio de la resistencia de esta Revolución hay que mirar atrás y repasar la historia en las imágenes del cinematógrafo: Hatuey ardiendo en una hoguera por amar la libertad, la palabra Cuba derrotando al nombre de Juana o Fernandina con la que los españoles intentaron bautizarnos. Los cimientos de la Isla intelectual forjándose en la cultura.
Las mujeres que se cortaban el pelo en señal de luto patrio, vestían con el color azulblanquirrojo de la bandera, o abrazaban a sus esposos con las palabras que lanzaron a Joaquín de Agüero en el Camagüey de 1850: Que cuando vuelva a abrazarte seas un hombre libre.
O la Mariana que curaba las heridas a sus hijos mientras exclamaba ¡Dale para que vayas a buscar la otra! Lucía Íñiguez negando a su hijo preso y reconociéndolo al saber que se había disparado al mentón antes de caer prisionero.
Una guerra de diez años peleando con machetes y comiendo hasta las raíces; otra guerra chiquita y la del ’95 con Martí en el portal de su patria cayendo entre un dagame seco y un enorme fustete verde echado en tierra.
¡A cuántos hombres heroicos y anónimos dejaron las balas por el camino! El siglo XX se abriría con enormes frustraciones. Desde el Norte, en nombre de la libertad impidieron nuestra libertad; como una bofetada en el rostro de Cuba sonaba el nombre de Enmienda Platt.Y siguieron rostros de hombres en las calles peleando por la palabra de Martí: Mella, Villena, Rafael Trejo, Pablo de la Torriente Brau; Jesús Menéndez y tanta voz asesinada convertida en coro para agigantar la lucha.
Muchachos y muchachas que se enfrentaron con el arma de la palabra al salvajismo de un asno con garras en los días de Machado o a la furia de Batista, “el hombre fuerte de los yanquis”.
Moncada que era nombre de un mambí, fue la fortaleza que exigía otra carga para matar bribones. Y un 26 de Julio Fidel se fue a Santiago con una generación heroica; uno de los caídos, Raúl Gómez García, dejaría unos versos latiendo como un corazón sobre la hierba: Ya estamos en combate.
Entonces, el presidio fecundante; el México, milagro titánico del Granma, los siete fusiles de Cinco Palmas con aquella visión quijotesca e inapelable: ¡Ahora sí ganamos la guerra! La Sierra, la lucha clandestina, Camilo, Che, la invasión por el mismo camino de Maceo y Gómez, Yaguajay, Santa Clara; los mambises vestidos de verde olivo entrando a Santiago el Primero de Enero, y una caravana hasta La Habana entre un mar de pueblo.
Esa victoria fue una proeza en un camino de más de cien años de lucha. Resistir medio siglo ante las fauces del mayor imperio que ha existido sobre la tierra, y que no ha descansado un minuto en agredirnos, es otra hazaña que rebasa la imaginación del sacrificio.
Todavía escucho con nitidez el tableteo de aquella ametralladora que me despertó desde la altura de los cinco años, aquella madrugada del 13 de mayo de 1964. Me preguntaba por qué alguien quería quemar el ingenio donde mi padre cosía los sacos para el azúcar; no tardé en comprender que la respuesta estaba en la misma consigna que coreábamos desde la infancia: ¡Cuba sí, yanquis no!
Esta historia ya ha sido contada pero a la Revolución debemos la vida y la dignidad, y ¿cómo decirlo sin la retórica del panfleto, sin ocultar los desaciertos, traiciones o historias negativas?; creo que la luz sobrepasa las manchas en la sencillez y la hermosura de actos cotidianos.
Ahora queda el enorme reto para una juventud que no puede fallar, educar a los que serán los hombres y mujeres del mañana que está a la vuelta de la esquina hasta desbrozar el camino de los próximos cincuenta años.
Estos tiempos requieren de la cultura y de la filosofía de la ternura, especie de sensibilidad que nos mantengan en perenne crecimiento interior, sin olvidar la advertencia del cineasta Alfredo Guevara: Revolución es lucidez.
Ahora le piden desde afuera gestos a la Revolución, Cuba solo tiene dos: un ramo de olivo extendido al pico de la paloma que trae un mensaje de paz, y una mano cerrada con el dedo mayor erguido para el que venga a robarnos la libertad.
Y si alguien olvida la lección del vía crucis de nuestra nación, se escucharán los versos brotando de la garganta del pueblo: nuestros muertos alzando los brazos la sabrán defender todavía.