Por Sergio I. Rivero
Carrasco
“Sólo
se ve bien con el corazón...”
Antoine de Saint-Exupéry
Antoine de Saint-Exupéry
Crecimos
con el sano consejo de nuestros padres: Nada debe cambiar el rumbo de tu vida
ni cómo te comportes, solo es importante que sepas qué quieres lograr y cuál es
el camino más acertado y justo para alcanzarlo. Muchas veces nos dejamos llevar
más por los instintos que por las convicciones, y es cuando erramos sin
proponérnoslo y los valores creados se hacen añicos contra el camino de la vida
elegido para transitar.
Hay
sentimientos que se fomentan en los primeros años de vida con una adecuada
educación familiar: el ejemplo emanado de padres y familiares, que más tarde
nos ayuda a elegir amigos y colectivos afines con nuestro modo de ser y de
actuar. Por lógica, eso es lo que debe suceder, pero la práctica cotidiana nos
alerta de una distancia diferente y distante entre la conducción primaria y el
actuar cotidiano, muchas veces modificado por el entorno en el que nos
desarrollamos, dígase vecinos, la escuela o la comunidad.
Nuestra
vida como seres humanos con una conducta bio-psico-social, sometida a los constantes cambios internos y
externos, es un poco como nos describía el Pequeño Príncipe su planeta que no
era exactamente la Tierra, pero con idénticas problemáticas que las nuestras,
con todas las virtudes y defectos que amenazan al hombre como la prepotencia,
el desinterés, la vagancia, la insolencia, el abuso, el exceso de lo material,
dañando así la inocencia, la imaginación y los sueños que hacen muy grandes a
los seres humanos.
Hoy
nuestra sociedad reclama a gritos un cambio de actitud de nosotros hacia ella,
fortalecidos por la tradición histórica y familiar, por los valores creados por
la Revolución y sostenidos por la escuela, la familia y el empeño porque la
comunidad se apropie de ellos, nos ha llamado a pensar desde cada rincón, cómo
podemos ayudar al país:. La dedicación al trabajo, el estudio, el sentimiento
colectivo, borrar el desinterés, estimular la decencia, la amistad,
solidaridad, el altruismo y la voluntad de continuar su desarrollo a pesar de
la guerra de limitaciones y carencia que se nos hace, son actitudes, valores y
paradigmas que, como cubanos, debemos aprovechar.
La
historia del día a día, el reconocimiento al descomunal esfuerzo desplegado por
varias generaciones para tener hoy la tranquilidad y conquistas propias que
necesitamos, nos llaman como decía el Principito, “a mirar con el corazón”, a
lograr que cada día podamos abrazar y promover con orgullo los valores de la
vida.
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