Concretamente, Rivera propone enmendar la Ley Pública 89-732, – The Cuban Adjustment Act (conocida como Ley de Ajuste Cubano),
para que que ninguna persona, que haya llegado a Estados Unidos
procedente de Cuba, pueda viajar a la Isla hasta que no le haya sido
otorgada la ciudadanía norteamericana. La Ley de Ajuste Cubano,
establecida en 1966 para reforzar la conversión de la emigración cubana
en un arma política contra Cuba, determina que quien llegue a EE.UU.
procedente de la Isla puede obtener la residencia permanente al año y un
día de arribar a territorio estadounidense; pero con la modificación
propuesta por Rivera, si un inmigrante cubano viajara a la Isla antes de
tener la residencia permanente no podría solicitarla al año y un día, y
si lo hiciera siendo ya residente perdería esta condición, por lo que
en ambas situaciones los trámites para obtener la ciudadanía
norteamericana se prolongarían cinco años más, como sucede con los
demás inmigtrantes que no son cubanos. Voces como las de Howard Simon,
director ejecutivo de la Unión Norteamericana de Libertades Civiles en La Florida, han advertido acerca de que muchas personas podrían ser deportadas si se aprobara la enmienda de Rivera.
Se trata de convertir en ley un chantaje
para mantener el control que sectores de ultraderecha ejercen sobre la
comunidad cubanoamericana, limitando además la posibilidad de que
personas que tienen una percepción más abierta sobre las relaciones con
Cuba se incorporen al electorado y así perpetuar la dominación que ha
convertido el Sur de la Florida en un coto de caza política para los
extremistas, donde, como vemos en cada período electoral, se compite
entre los candidatos proponiendo las medidas más agresivas contra la
Isla.
De hecho, la maniobra de Rivera evidencia
lo que es una realidad molesta para los sectores que él representa: los
emigrantes cubanos que arriban hoy a Estados Unidos no son “exiliados”
ni “refugiados políticos” y aspiran a mantener una relación normal con
su país de origen. Contra eso, empeñados en detener el paso del
tiempo, terroristas y políticos corruptos comparten objetivos, y de la
mano de David Rivera, que ha llegado a apoyar públicamente al criminal Luis Posada Carriles, tratan de alcanzar con las leyes lo que las bombas ya no pueden lograr. (Publicado en CubAhora)
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