Por Lázaro Fariñas*
Recientemente, en la sala de espera
de un médico cubanoamericano de Miami, una señora de mediana edad, se
desplayaba en una serie de insultos contra Cuba y por ende, contra los cubanos
que allí residen, ensartando, en tono medio solariego, una serie de sandeces y
mentiras contra sus compatriotas de la isla. Según ella, los cubanos eran
borrachos, ladrones y vagos, que, además, estaban pasando una tremenda hambre,
ya que en Cuba no había comida en ninguna parte. Las personas que
pacientemente esperaban que les llegara su turno estaban estupefactos al oír la
chusmería que aquella mujer había montado en medio de la consulta médica.
Nadie la miraba, me imagino que para que ella no se dirigiera directamente a
ellos, pero aún sin la atención de nadie, la mujer seguía con su verborrea
anticubana. Solo una persona, a la que ya habían llamado para entrar a ver
al médico, se dirigió a ella mientras avanzaba hacia la consulta y le preguntó:
¿Señora, cómo es posible que Ud. odie tanto al país que la vio
nacer?
Casos como
el anteriormente descrito no son difíciles de ver en diferentes lugares de esta
ciudad, lo mismo en una fiesta, que en un restaurante, que en la sala de espera
de un abogado, o en cualquier consulta médica. Son cubanos llenos de odio y
rencor que aquí viven. Muchos de ellos viajan a la isla con cierta regularidad y
conocen que la mayor parte de las cosas que dicen son mentira. Saben que la
mayoría de los cubanos son trabajadores. Saben que, como en todas partes del
mundo, pueden existir prostitutas, pero que la inmensa mayoría de la mujeres
cubanas, ya sean profesionales o no, son buenas amas de casas, trabajadoras,
decentes y sumamente cariñosas con sus hijos, los cuales cuidan celosamente,
vigilando muy de cerca su educación.
Si
saben todo eso, ¿por qué actúan de tan despreciable forma? ¿Por qué se alegran
cuando los deportistas cubanos no consiguen el primer lugar en cualquier
competencia internacional? Sencillo, ese tipo de cubano está enfermo y en vez de
tratar de buscar remedio a su enfermedad, hace lo contrario. Oye las
emisoras de radio que destilan odio contra Cuba y su pueblo, ve los programas de
televisión locales donde todo lo que dicen, tanto los conductores de los mismos
como los invitados que allí acuden es propaganda mentirosa y difamatoria,
además, se informa también de los dos periódicos en español que circulan en la
ciudad, cuya labor es desinformar a sus lectores sobre la realidad
cubana. Así es que el tipo de cubano al que me refiero, diariamente
alimenta su odio con el veneno que le inyectan los medios de publicidad
miamense. Aunque son terroristas verbales en las calles y oficinas de la
ciudad, cuando vivían en Cuba, o cuando ahora la visitan, andan más callados que
los monjes en los monasterios, pero aquí son verdaderos come candelas,
anticomunistas radicales y totalmente anticubanos.
Esos son
los de abajo, los que no reciben nada por hablar mal de su antigua patria. Los
que más daño hacen son los otros anticubanos, los que tienen un micrófono en las
manos, una columna en uno de los periódicos o los políticos que ocupan cargos en
los diferentes gobiernos de los Estados Unidos. Esos son los peores de todos,
los que han llegado a congresistas y senadores en el congreso
nacional. Esos sí hacen daño, sí están muy bien enterados de todo y sí
tienen poder para crear legislaciones en el capitolio para dañar a Cuba y a su
pueblo. Han sido los promotores de todas esas criminales leyes que están
vigentes contra la nación cubana como La Helms -Burton, la Torricelli,
etc. El gobierno de los Estados Unidos ha puesto la salsa, pero estos
individuos le han puesto la sazón.
Estos
personajes se eligen y se reeligen con el voto de esa masa de odiadores
antes mencionados, a quienes tienen embrujados con sus mentiras y su retórica
anticubana y como tienen los medios de publicidad a su servicio y el dinero de
la ultraderecha cubanoamericana a su disposición, no tienen problemas en
ser electos una y otra vez. Ese es el caso de la flamante presidenta de la
Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros
Lehtinen, a quien le han salido canas en el capitolio de Washington y de allí no
hay quien la saque. Después que agarran no quieren soltar, a no ser que los
cojan movidos, como parece ser el caso del histérico Lincoln Díaz Balart o el
del bobón y sanaco de Mel Martínez, quienes renunciaron sin que se sepan
los verdaderos motivos de sus renuncias.
Así es que
en el sur de La Florida se ha creado un círculo vicioso entre los anticubanos de
abajo y los anticubanos de arriba. El odio hacia Cuba y su pueblo los une,
aunque el beneficio económico, como siempre, va para los de arriba, allí donde
están los grandes tahúres.
*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en los
EE.UU.
Fuente
original: Martianos-Hermes-Cubainformaci ón-Cubasolidaridad
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