Por Eddy Mac Donald Torres, Dunnia Castillo Galán
Tomado de La pupila insomne
Desde
tiempos remotos, tal vez cuando se conformó la primera colectividad en
la historia de la humanidad, los primitivos debieron sentir la necesidad
de organizarse y ponerse de acuerdo para cazar, pescar, recolectar o
trasladarse a mejores sitios que permitieran la subsistencia. Esa lógica
consustancial a los seres humanos –gregarios por antonomasia-, ha
venido evolucionando paralela al devenir humano.
La antiquísima Grecia señalada como la
cuna de lo que hasta nuestros días llega como el concepto de democracia
(entiéndase etimológicamente la palabra demos: pueblo yKratéo: yo gobierno), nos legó una filosofía, doctrina y concepto teórico-práctico que ha tenido tantas definiciones como pensadores han desarrollado este tema:
“Filosofía o sistema social que
sostiene que el individuo. Solo por su calidad de persona humana y sin
consideración a sus cualidades, rango, status o patrimonio, debe
participar en los asuntos de la comunidad y ejercer en ellos la
dirección que proporcionalmente le corresponde.”1
“Doctrina favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.”2
“Predominio del pueblo en el gobierno de un Estado.”3
Estos conceptos demuestran lo esencial
que para la vida de los seres humanos resulta la organización de la
sociedad y la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones a
diferentes niveles, no obstante, en la etapa más reciente en la
terminología política y mediática se ha empleado muy limitadamente. El
elemento de los partidos políticos y las elecciones han significado el non plus ultra de la modernidad ante la democracia.
A pesar de que en las civilizaciones
antiguas occidentales -como Grecia y Roma-, no existían partidos
políticos sino concepciones acorde con la época esclavista de ese
período de la historia humana, en la actualidad se pretende nuclear
alrededor de esta teoría la vida y muerte democrática de una sociedad.
En días recientes, como cada cuatro años,
el mundo gira no solo sobre su imaginario eje, sino además lo hace por
dos acontecimientos que sustraen a buena parte de los seres racionales
en este planeta, nos estamos refiriendo a los Juegos Olímpicos de verano
–en esa etapa del año- y en las postrimerías del ciclo de trescientos
sesenta y cinco días las denominadas elecciones de los EE.UU. (la Roma
de estos tiempos), las cuales suelen concitar sentimientos encontrados,
como atracción y repulsión.
Una aproximación a la galopante realidad
norteamericana nos permitiría arrojar algo de luz a esa sociedad
maniquea por naturaleza y modélica por construcción mediática –los
soberanos modernos- para el resto de los mortales en este mundo,
catalogado excelentemente por Eduardo Galeano como al revés.
Tomemos por ejemplo los pasados comicios
presidenciales, congresionales (donde se eligen todos los representantes
a la Cámara y 33 senadores de 100), así como 11 gobernadores, alcaldes y
jueces en los E.U.A., además el pueblo norteño tuvo que acudir a las
urnas para aprobar enmiendas, leyes federales y de los estados. Todo
esto de por sí ya es una enrevesada faena, súmele que tienen que hacerlo
un día entre semana -caso bastante exclusivo- no siempre contando con
la venia de los dueños o jefes de los puestos laborales, elemento que es
un indicador sine qua non para una simplificada asistencia a los sufragios.
Ahondemos algo más en este importante
proceso, en materia de recursos para ser postulado por alguno de los
partidos políticos hegemónicos, tiene necesariamente que contar con el
apoyo de las élites de poder económico y político, es decir, o se es
millonario o se cuenta con el respaldo de estos. Tan solo los candidatos
a la presidencia del enorme país al norte del continente americano, se
gastaron en promociones televisivas más de 2 mil millones de dólares,
práctica vergonzosa para una economía de cuyo vientre salen más
desamparados y excluidos de los derechos inalienables.
Un adagio popular estadounidense reza que
no hay nada más parecido a un demócrata que un republicano o viceversa,
sin embargo, en ese país existen otros partidos, aunque sin papel
protagónico en la política y toma del poder, ¿por qué exigir entonces a
otros pueblos del mundo el pluripartidismo si ellos pragmáticamente no
lo ejercen?
Dentro de las acusaciones a los
gobiernos, países y pueblos que no tienen comprendido en su sistema
político el multipartidismo, se puede encontrar la alusión con
frecuencia casi absoluta a una supuesta carencia de democracia ¿acaso
habrá que negar la historia antigua y el surgimiento de las formas de
gobiernos por la sencilla razón de la inexistencia de partidos
políticos? ¿No será esto una contradicción mayúscula para quienes
pretenden dar cátedra de libertades y democracia?
En extremo un porciento minoritario de
individuos, familias, países y/o grupos económicos controlan el 95 % de
las riquezas que se producen en el mundo, conducen al planeta al grado
de tensión más elevado hasta ahora conocido. No obstante, son los más a
quienes les corresponden menos recursos pero sí las mayores
responsabilidades para salir de tamaña peligrosidad, ¿en este
trabalenguas quiénes salen perdiendo siempre, los menos o los más?
La superpotencia ha visto estremecido sus
bordes por los menos que se hacen llamar Ocupa, comenzando sus
protestas por el símbolo de la dominación económica –Wall Street-,
extendida en los momentos actuales a todo el país. Entre Obama y Romney
habrán votado por el primero coronado a la postre nuevamente como
inquilino de casa oval, ¿conocerán estas valerosas personas que tanto
uno como el otro son hombres del sistema y no del pueblo, similar sería
decir, que representan al uno por ciento y no al 99?
¿Será conocido por el pueblo de los
Estados Unidos de América que el voto popular es un espejismo y no
decide quien asume trono y cetro del mundo? ¿Se habrán enterado que en
el 2000 George. W. Bush –quien encabezara esta debacle y uno de los
períodos más oscuros para la humanidad-, llegó a la jefatura imperial
por medio del fraude validado por un voto de la corte suprema de
justicia, un mes después que fuera felicitado el Vicepresidente Albert
Gore por dignatarios de otros países del mundo por haber ganado este el
voto popular?
Creemos que estarían satisfechos los
ciudadanos norteamericanos si su inscripción para votar fuera automática
y gratuita al arribar a la edad legalmente establecida para ejercer ese
derecho. Encontrarían el paraíso en la tierra si los partidos políticos
no intervinieran en las elecciones y fuesen los propios vecinos en
asambleas de barrios quienes propusieran a sus representantes y que esos
mismos representantes llegados desde el barrio y lugares más recónditos
del país, pudieran estar en el Congreso para legislar por ellos y para
ellos.
Diría el poeta, qué cosa fuera, si en los
EE.UU., los estudiantes, campesinos, obreros o empresarios pequeños se
hicieran presentes en la institución que aprueba las leyes, o al menos,
si fuesen consultados mayoritariamente por su gobierno para enrumbar la
economía, política y sociedad misma.
Serían enormemente felices los del 99% de
la población norteña si por encima de diferencias tales como el color
de la piel, sexo, religión o capacidad adquisitiva -monetariamente
hablando-, sus voces contaran y se escucharan sin mediar escándalo
alguno por la proximidad y conveniencia de las elecciones. Acogerían con
enorme alegría ser protegidos y tratados con dignidad ante cualquier
eventualidad natural por su gobierno, teniendo este a los seres humanos
como el centro de su gestión.
Hospitales, escuelas, teatros, campos
deportivos e institutos científicos estarían abiertos al talento,
ponderando la máxima que este es masivo, sin importar el dinero de la
chequera para entrar a estos sitios. Parecería un sueño elevado a una
impensable potencia para los ciudadanos estadunidenses, sin embargo, qué
casualidad, hay un país pequeño al que llaman Cuba donde esto es una
realidad.
Nuevamente habría que esbozar que este
mundo está al revés, sino entonces ¿por qué se demoniza y critica por la
falta de garantías democráticas a este país caribeño? O será acaso que
esa no es una democracia, podría alguien por favor explicárnosla.
(Publicado en Cuba x dentro)
Referencias bibliográficas:
1-Diccionario de sociología de Henry Pratt Fairchild, Fondo de Cultura Económica, México
2-Sinónimos Iter 2000, Sopena Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona.
3- Dual Sopena ilustrado, Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona
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