lunes, noviembre 26, 2012

Víctimas inocentes de las guerras imperialistas

Jihad Masharawi sostiene el cadáver de su hijo de 11 meses. Foto: AP
Jihad Masharawi sostiene el cadáver de su hijo de 11 meses.
Por Pedro Etcheverry Vázquez y José Luis Méndez
 Foto: AP

El pasado viernes 16 de noviembre, durante intensos bombardeos de la aviación de Israel contra la franja de Gaza, resultaron muertos 28 palestinos y más de 250 se reportaron heridos, incluyendo setenta mujeres, tres ancianos y siete niños. La escalada continúa cobrando nuevas vidas inocentes. Hoy es contra Palestina, mañana puede ser contra cualquier otra nación, utilizando como pretexto el combate contra el terrorismo. Hay que detener las agresiones imperialistas.

La mirada infantil de Omar Misharawi, un niño palestino de once meses residente en la franja de Gaza debe haber quedado grabada en la memoria de muchas personas. Más aún, la estremecedora expresión de dolor de un hombre joven que cargaba su cuerpecito inerte envuelto en una sábana. Era Jihad Misharawi, su padre, un periodista árabe de la cadena británica BBC, que tantas situaciones tan dolorosas como esa tiene que haber reportado a lo largo de su carrera como corresponsal, y que quizás nunca pensó que él y su pequeño serían protagonistas de una de ellas.


El día anterior Marwan Abu El Qumsan, profesor de árabe en una escuela de las Naciones Unidas, murió cuando se trasladaba en su automóvil cerca del área atacada por las fuerzas israelíes.

Las fotografías, que se ven a diario en los noticieros de distintas latitudes -y a las que millones de personas en distintas partes del mundo no se acostumbran- deben hacer reflexionar a la opinión pública internacional, en torno a esa gran fábrica de luto y dolor que constituye el Complejo Militar Industrial de Estados Unidos y a la política exterior del Gobierno norteamericano e Israel, que tantas ganancias multimillonarias atraen para los círculos de poder de ambas naciones, y tantos muertos y heridos civiles han causado en los despiadados y sistemáticos ataques contra naciones como Afganistán, Irak y Libia, y ahora contra Siria, invadida por mercenarios financiados por ese mismo Complejo.

La memoria de los pueblos no puede olvidar que las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados en distintas etapas han ejecutado cientos de miles de operaciones militares contra otras naciones. Los pueblos de Japón, Corea Democrática, Guatemala, Cuba y Vietnam han sufrido mucho por agresiones similares.

El 7 de mayo de 1945, con la rendición de la Alemania hitleriana, finalizó la guerra en Europa, pero continuó en Asia. El 6 de agosto, cuando ya el conflicto estaba prácticamente concluido, por decisión del Gobierno de Estados Unidos, uno de sus aviones lanzó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. El mando supremo aliado informó que 129,558 personas murieron, fueron heridas o desaparecieron, y más de 176,987 perdieron sus hogares. La explosión arrasó más de diez kilómetros cuadrados de territorio, cerca del 60 por ciento de la superficie de la ciudad. Tres días después se repitió la operación sobre Nagasaki. El día 14 Japón se rindió incondicionalmente y finalizó oficialmente la Segunda Guerra Mundial. A sesenta y siete años de tan alevosos ataques, muchos japoneses todavía están sufriendo por sus secuelas.

Entre junio de 1950 y julio de 1953 tuvo lugar el conflicto en la Península de Corea, donde intervinieron las fuerzas armadas de Estados Unidos y salieron derrotadas. Hubo más de cuatro millones de bajas entre muertos y heridos. Es conocido el altísimo precio en vidas humanas que tuvo que pagar el pueblo de la República Popular Democrática de Corea por garantizar su soberanía.

En 1954 la CIA estuvo involucrada en un golpe de estado que derrocó al presidente constitucional de Guatemala Jacobo Árbenz Guzmán. Una invasión preparada previamente por el Gobierno de Estados Unidos ejecutó bombardeos de ciudades, provocando muertos y heridos. La represión desatada posteriormente también causó muchas víctimas.

El 21 de octubre de 1959 dos aviones piratas ametrallaron La Habana, causando 2 muertos y 45 heridos. Entre estos, los menores Miguel Payret Gutiérrez, de 14 años, Reemberto Cordero Hernández, de 12, Guadalupe Isidrón Proenza, de 9, y Herminia Fernández Drake, de 8. Después se conoció que las aeronaves habían despegado de un aeropuerto en Pompano Beach, Florida, a donde regresaron impunemente. Uno de los pilotos era el traidor Pedro Luis Díaz Lanz, que había desertado cuatro meses antes, y tuvo la osadía de hacer declaraciones contra Cuba en el Congreso norteamericano. Nunca tuvo que declarar por este hecho en ningún tribunal del país que lo acogió, junto a otros torturadores y criminales del régimen batistiano.

El 4 de marzo de 1960 en el sabotaje al vapor La Coubre surto en el puerto de La Habana, murieron 101 personas y unas 400 resultaron heridas, incluyendo 12 niños que vivían en los alrededores.

El 10 de octubre, en el escenario creado por el Programa de Acción Encubierta contra Cuba, promovido por la Administración del presidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower, que incluyó entre sus direcciones principales, el sabotaje y el fomento de la contrarrevolución armada en las principales zonas montañosas, las bandas terroristas atacaron un vehículo en el kilómetro 87 de la Carretera Central, entre Ceiba Mocha y Madruga, en Matanzas, causándole la muerte al niño Reinaldo Muñiz-Bueno Machado, de 22 meses, y graves heridas a su madre.

El 27 de octubre perdió la vida el niño Alberto Jiménez Yupart, de 13 años, al encontrar un artefacto explosivo en la calle Estrella, en La Habana. Dos días más tarde, durante el secuestro de un avión DC 3 de Aerovías Q, conducido a Cayo Hueso, al sur de la Florida, fue asesinado su escolta. El piloto y el niño de 14 años Argelio Rodríguez Hernández, resultaron heridos. El 17 de diciembre estalló un artefacto explosivo en la tienda Flogar, en La Habana. Fueron heridos los hermanos Juan René y Marta Romagosa, de 10 y 12 años. A las diez de la noche del día 29 ocurrió un hecho similar en el cine Cándido, de Marianao, con un saldo de siete heridos incluyendo a Nancy Veranes Queralta, de 13 y Carlos González Gil, de 15.

El 31 de diciembre estalló otro artefacto explosivo debajo de un auto estacionado en la calle 130, en Marianao, que ocasionó heridas a dos personas mayores y a Omar González Díaz, de 3 años y José Antonio González Pérez, un bebé de apenas 7 meses. Detrás de estos sucesos actuaban los grupos terroristas denominados “Movimiento 30 de Noviembre”, “Movimiento de Recuperación Revolucionaria” y “Movimiento Revolucionario del Pueblo”, entre otros, dirigidos y financiados desde la estación de la CIA en la Embajada de Estados Unidos en La Habana.

El 15 de enero de 1961, en la finca Chicharrón, barrio Jobo, en San Nicolás de Bari, un terrorista quemó la casa de un campesino y le dio muerte al niño Andrés Rojas Acosta, de 15 años. El 28 de febrero, fue colocada una bomba en la escuela de Secretariado Comercial Nobel Academy, de La Víbora, en el instante en que decenas de adolescentes se encontraban recibiendo clases. Una maestra y ocho alumnas resultaron heridas, entre estas Carmen Valenzuela Castrum, de 15 años, María Victoria Rolda Romero, de 16, y Olga Valle Díaz y María A. Pousa, de 17.

El 17 de abril, durante la invasión por Playa Girón de la Brigada de Asalto 2506, entrenada, equipada y financiada por el Gobierno norteamericano, el fuego de la aviación que apoyaba a la infantería mercenaria entrenada en campamentos de la CIA en Centroamérica, causó la muerte de la niña Dulce María Martín, de 14 años y el niño Berto Córdoba Morales, de 6. Los menores Miguel J. Garay, Olivia González Claro, Miriam, Jorge y Roberto González, recibieron heridas de gravedad.

Además la metralla de los aviones B-26 causaron la muerte de Cira María García Ruiz, Juliana Montano Gómez, Ramón López García y Pascuala María Ortiz Suárez. Sus victimarios utilizaron aviones, bombas y metralla de fabricación norteamericana que causaron 176 muertos, unos 300 heridos, de ellos 50 incapacitados de por vida.

De acuerdo con documentos desclasificados por el Gobierno de Estados Unidos, entre el 28 de septiembre de 1960 y abril de 1961, la CIA introdujo clandestinamente en Cuba 75 toneladas de explosivos y armamentos mediante operaciones aéreas y 46,5 toneladas a través de infiltraciones por vía marítima. Según investigaciones posteriores se conoce que los abastecimientos de armas fueron mucho mayores.

Jack Hawkins, alto funcionario de la CIA, aseguró que en este período, en Cuba se perpetraron 110 atentados dinamiteros, se colocaron 200 bombas, se descarrilaron 6 trenes, se provocaron más de 150 incendios en grandes objetivos estatales y privados, incluyendo 21 viviendas y unos 800 en plantaciones de caña. Estos documentos, dados a conocer por las autoridades norteamericanas muchos años después, no mencionan a las víctimas. Mucho menos al trauma causado a las familias cubanas.

Después de la derrota de Playa Girón, continuaron los sabotajes y las acciones terroristas. El 28 de mayo, en el cine Riesgo, de Pinar del Río, en horas del mediodía, cuando se desarrollaba la matinée infantil, varios elementos contrarrevolucionarios provocaron un incendio utilizando “fósforo vivo”. El hecho provocó la desesperación de los presentes en la sala. Unos 26 niños y 14 adultos sufrieron heridas. Algunos estuvieron a punto de morir asfixiados, porque los saboteadores habían colocado traviesas en las puertas para obstaculizar la salida. No hubo muertos debido a la rápida intervención de las autoridades y el apoyo del pueblo.

Al día siguiente, en la finca El Nicho, zona de Crucecitas, en Cumanayagua, Escambray, un colaborador de una banda terrorista asesinó al brigadista alfabetizador Pedro Blanco Gómez, de 13 años, hermano del maestro normalista Fulgencio Oroz Gómez, asesinado por la policía batistiana tres años antes.

El 26 de junio otra banda atacó una vivienda campesina en el caserío de Pedrales, municipio de Candelaria, en Pinar del Río, causando heridas a varias personas, entre ellas a las niñas Catalina y Joaquina González Sánchez, de 14 y 8 años. El 21 de julio una banda encabezada por un ex sicario de la tiranía batistiana atacó la cooperativa Patricio Lumumba, en el barrio de Magua, en el Escambray, ametrallaron en su lecho al matrimonio formado por Fidel Claro Álvarez y María de la Caridad Luis Perera. En la misma acción fueron heridos los niños Edilio Claro Luis, de 8 años y Carmen Luisa Rodríguez, de 7.


El 1ro de septiembre, otra banda atacó el poblado de Cinco Pesos, en San Cristóbal, Pinar del Río, causándole graves heridas a la niña Julia Bocourt Carmona, de 7 años. El 18 de septiembre, un grupo de bandidos atacó el Círculo Social Obrero del poblado de Río, barrio Mayajigua, en Yaguajay. Hubo varios heridos, incluyendo al niño Abel Rodríguez Diéguez, de 10 años. El 26 de noviembre, en la finca Palmarito, zona de Limones Cantero, barrio Río Ay, en el Escambray, otra banda torturó y asesinó al brigadista alfabetizador Manuel Ascunce Domenech, de 16 años y a su alumno el campesino Pedro Lantigua Ortega, de 43. A mediados de diciembre de 1961, en el Callejón Colorado, zona de La Picadora, tres kilómetros al oeste de Candelaria, cerca de la Carretera Central, un ex sargento de la Infantería de Marina en Estados Unidos convertido en cabecilla de banda, dejó abandonada una granada de fabricación norteamericana al huir de un cerco de las Milicias. El día 30 varios muchachos la encontraron. Al manipularla, murió Reinaldo Blanco Báez, de 16 años y fueron heridos los menores Miguel, Ramona y Paula Paz Pita.

Durante 1961 y 1962 fueron asesinados por bandas terroristas dirigidas y financias por la CIA, 2 maestros, 4 brigadistas alfabetizadores y 7 colaboradores. Unas 151 escuelas, 17 centros comerciales y recreativos y alrededor de 21 salas cinematográficas fueron objeto de sabotajes, muchas de ellas con petacas incendiarias de fabricación norteamericana, con un saldo de 66 personas heridas.

El 11 de junio de 1962, en el contexto de la Operación Mangosta, una banda de alzados, cumpliendo indicaciones del jefe de una red de espionaje de la CIA en Las Villas, asesinó a cuatro miembros de una comisión de estudios topográficos en la que se encontraba Rodrigo Quintero Castro, de 16 años. El hecho ocurrió en la granja Ismael Saure Conde, zona de Guasimal-El Jíbaro, al sur de Sancti Spíritus.

Dos días después, otra banda disparó contra un auto de alquiler en la carretera de Agramonte-Jagüey Grande, en Matanzas, causándole la muerte al chofer y heridas graves a Adela Rodríguez Reyes, de 12 años. El 2 de julio, el antiguo policía batistiano ya señalado asaltó la finca San José de Altamira, en el Escambray, donde asesinó a dos campesinos y una mujer. En la misma acción terrorista resultaron brutalmente golpeadas Paula y Teodora Romero Rojas, de 12 y 10 años. Utilizaron los mismos métodos enseñados a los oficiales batistianos en la Escuela de las Américas.

El 8 de enero de 1963, una banda asaltó una vivienda campesina en el batey de la finca El Corojal, en la zona de Manacas-Iznaga, Escambray, provocándole la muerte a dos personas mayores y heridas al niño Teodoro Ramos Aróstica, de 15 años, que quedó sensiblemente afectado de por vida, y todavía sufre las secuelas del trágico suceso. Al día siguiente, otra banda atacó la finca Añilito, de Río Blanco, San Antonio de Las Vegas, en La Habana, causándole la muerte a Leopoldo Martínez Rodríguez, de 11 años.

En la noche del 24 de enero una banda atacó una vivienda campesina en la finca La Candelaria, barrio Galeón, municipio de Bolondrón, en Matanzas, asesinando a los niños Fermín y Yolanda Rodríguez Díaz, de 13 y 11 años, y causando heridas graves a la madre y a sus hermanas Felicia, de 16 y Josefa, de 7. Fue uno de los hechos terroristas más abominables de las bandas de alzados.

El 5 de marzo, en la finca Sabanetón, zona de Santo Tomás, en la Ciénaga de Zapata, tratando de escapar de una emboscada, un grupo de bandidos disparó contra una de las casas del batey, causándole la muerte a Albinio Sánchez Rodríguez, de 10 años. En horas de la noche del 21 de marzo, en la finca La Fe, de la granja Benito Viñales, en la Sierra de Cubitas, Camagüey, otra banda asesinó a Emilio Pisco Sánchez, de 16 años y a su padre. El niño fue ahorcado primero para que el campesino pasara por el martirio de presenciar la muerte de su hijo. Hechos similares fueron cometidos durante los últimos años del siglo XIX por el ejército colonialista español con los hijos de los oficiales del Ejército Libertador.

El 21 de julio de 1963, mientras el denominado Programa de Múltiple Vía del Gobierno norteamericano, continuaba fomentando nuevos alzamientos y agresiones contra nuestro país, la banda encabezada por un antiguo “casquito” de la tiranía batistiana asesinó al campesino Fidel Navarro Mora y a su hijo Rubén Navarro Jaime, de 15 años. El hecho ocurrió en la finca El Güije, barrio Río Ay, en Trinidad. Todavía los vecinos recuerdan el momento en que encontraron sus restos a merced de las aves de rapiña. El 5 de septiembre, en Santa Clara, el maestro Fabric Aguilar Noriega perdió la vida mientras dormía, durante el ataque de una aeronave pirata procedente del territorio norteamericano. Sus tres hijos Francisco de 5 años, Sofía de 3 y Abraham de 2, resultaron heridos. Dos días más tarde, en la finca Rolle¬tico, barrio Cabecera, en Jatibonico los bandidos estrangularon a Roberto Gutiérrez Rodríguez, de 16 años.

El 13 de mayo de 1964, el buque madre Rex, tripulado por los llamados Comandos Mambises -un grupo terrorista élite de la CIA- atacó el central azucarero Luis Enrique Carracedo, en Pilón, Manzanillo, antigua provincia de Oriente, causando dos heridos, entre ellos la niña María Ortega Olivera, de 8 años.

De mediados de los años sesenta se recuerdan las masacres causadas por los despiadados bombardeos de los aviones B-26 norteamericanos sobre ciudades y aldeas vietnamitas, y los sistemáticos ametrallamientos de los rangers contra la población civil. Más de dos millones de vietnamitas murieron, tres millones resultaron heridos y cientos de miles de niños quedaron huérfanos.

En 1966 la Administración de Lyndon Johnson aprobó la Ley de Ajuste Cubano, que todavía hoy estimula la emigración ilegal a través del estrecho de la Florida, y donde han encontrado la muerte un número indeterminado de cubanos de todas las edades.

El 4 de abril de 1969, en La Cavera, granja Rolando del Sol, en Vertientes, Camagüey, un grupo de elementos contrarrevolucionarios habían escondido en el techo de guano de una nave agrícola nueve granadas de fabricación norteamericana, previamente introducidas en nuestro país por un team de infiltración de la CIA procedente de la Florida. Tenían el propósito de realizar sabotajes contra la próxima zafra azucarera. Un grupo de niños las encontraron. Murieron destrozados Xiomara, Elcida y Pedro Tomás Candel Lezcano, de 4, 7 y 8 años. La niña Odalys Marín López, de 6 años, resultó herida.

El 12 de octubre de 1971, una lancha rápida ametralló el humilde poblado costero de Boca de Samá, en Banes, al norte de Holguín, dejando un saldo de dos combatientes muertos y varios heridos, entre ellos las niñas Ángela y Nancy Pavón Pavón, de 13 y 15 años. A esta última hubo que amputarle un pie. En Nueva York, el cabecilla José Elías de la Torriente realizó declaraciones públicas sobre esta agresión exagerando la cantidad de bajas causadas a la población. El crimen quedó impune.

El 6 de octubre de 1976, tuvo lugar el sabotaje en pleno vuelo contra un avión civil de Cubana en las costas de Barbados, provocando la muerte de los 73 pasajeros que viajaban a bordo, incluyendo 16 estudiantes universitarios cubanos que practicaban esgrima, 5 funcionarios de cultura norcoreanos, 6 jóvenes guyaneses de 18 y 19 años que habían obtenido becas para estudiar medicina en Cuba y una niña guyanesa de 9 años. Los principales responsables de este bárbaro crimen, que habían sido entrenados por la CIA en el manejo de explosivos, nunca fueron castigados y han vivido tranquilamente en Miami sin que las autoridades norteamericanas hicieran justicia.
En 1981 la introducción clandestina en Cuba del virus del dengue hemorrágico, que en pocos meses afectó a más de 350 mil ciudadanos, cobró la vida de 158 personas, de ellas 101 niños. Ese mismo año se declaró un brote de disentería en la provincia de Guantánamo, donde se encuentra enclavada en contra de la voluntad de nuestro pueblo la Base Naval norteamericana, que ocasionó la muerte de 18 niños, a causa de una epidemia producida por la bacteria Shiguella, no reportada anteriormente en el país. En 1984 el criminal Eduardo Arocena Pérez, cabecilla de la agrupación terrorista Omega-7, declaró ante un tribunal federal de Nueva York que lo juzgaba por hechos terroristas cometidos en territorio norteamericano, que la misión de su grupo era obtener ciertos gérmenes para introducirlos en Cuba. Esta declaración fue desestimada por las autoridades judiciales de Estados Unidos.

En 1984 fueron asesinados por bandas terroristas patrocinadas por el Gobierno de Estados Unidos y sus aliados, siete profesores internacionalistas cubanos que prestaban servicios en Angola y Nicaragua.
Esta crónica podría ser interminable si a ella sumamos el daño causado a la niñez por la brutal guerra económica de Estados Unidos contra Cuba, que ya tiene más de medio siglo de existencia, y que en los últimos 21 años ha sido denunciada y condenada reiteradamente en las Naciones Unidas, por el voto abrumador de sus países miembros, con la excepción de Estados Unidos e Israel, los mismos que ahora son responsables del sufrimiento de muchos pueblos árabes.

Recordando esta historia, al conocer el caso del niño palestino Omar, pensamos en los niños afganos, en los iraquíes, en los libios, en los sirios, pero no olvidamos a los japoneses, los coreanos, los guatemaltecos, los vietnamitas, los cubanos, e incluso a los de otras naciones que también han sido víctimas de la política imperialista, y nos preguntamos: ¿Quién será el próximo niño muerto o herido a causa de las agresiones imperialistas a nuestros pueblos? ¿Hasta cuándo la comunidad internacional y el propio pueblo norteamericano van a permitir situaciones como esta?

23 de noviembre de 2012

Omar Misharawi
Omar Misharawi, víctima de 11 meses

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