Por Ernesto Carmona
Tomado de La pupila insomne
Un minúsculo grupo de mega empresarios, de la súper elite del 0,1% que maneja las vidas del 99,9% restante de la sociedad, controla los medios de información en Chile. La tarea principal de los medios consiste en tratar de idiotizar 24/7 a la gente e intentar moldear 24/7 sus mentes como electores, para conducirlos a votar en rebaño cada vez que el “sistema democrático” convoca a elecciones.
El resto del
tiempo banalizan la realidad, tergiversan las noticias verdaderas e
inventan otras –como el último teléfono celular–, estigmatizan y
compadecen la pobreza convirtiéndola en espectáculo morboso, sus
analistas calumnian a los movimientos sociales, exaltan a las bolsas de
comercio y a la súper clase financiera y levantan y apoyan a políticos y
gobernantes a su servicio.
Varios autores de visión crítica
cuestionan el actual rol de conductores políticos e ideológicos de los
ciudadanos asumido por los grandes medios de comunicación, sus
frecuentes yerros deliberados respecto a la veracidad de lo que informan
y, sobre todo, la gran concentración de su propiedad en la sociedad
actual, situación que los ha dotado de un importante poder de hecho,
aunque ilegítimo, no sólo en Chile, sino también en Estados Unidos y el
resto del mundo.
Grandes redes de cadenas de televisión
entrelazadas con diarios y radioemisoras de la misma propiedad conforman
enormes grupos y mega-grupos que poseen vasos comunicantes en los
directorios de corporaciones financieras, industriales, tecnológicas, de
servicios y comercializadoras que, a su vez, sólo invierten en
publicidad en entidades afines a su modo de pensar y en cuya propiedad
participan con importantes cuotas de acciones, característica que se da
en el nivel local y a escala mundial (Carmona 2010, pp. 4-21).
En Chile, los grandes medios pertenecen
hoy a los miembros más sobresalientes de la elite económica: los únicos
diarios de circulación nacional son propiedad de dos personas, Agustín
Edwards (grupo El Mercurio) y Álvaro Saieh (Consorcio Periodístico de
Chile S.A., Copesa). El Mercurio y sus 22 periódicos (3 de circulación
nacional publicados en Santiago y otros 19 en 14 ciudades claves)
pertenecen a Edwards, con el apoyo del grupo Matte, que proporciona el
papel, pero además El Mercurio posee 14 estaciones de radio en las
principales ciudades del país y una agencia de noticias (Sunkel 2001,
pp. 35-50; Carmona 2002, pp. 9-12/69).
El banquero Saieh (Corpbanca) es
propietario de supermercados (cadena Unimarc y Supermercados SMU (Deca,
Bryc, Korlaet, Cofrima, cadena Vegamercado, Mayorista 10, cadena Alvi,
Maxiahorro, Supermercados del Sur), accionista de La Polar, del Hotel
Hyatt, del banco Santander Colombia (95%), entre otros negocios, con
Copesa controla La Tercera, La Cuarta, Qué Pasa, Paula, Pulso (diario
por suscriciones para la elite empresarial), La Hora (gratis para
usuarios de metros buses), El Diario de Concepción, el Grupo Dial (6
radio emisoras, Duna 89.7; Paula FM 106.9, Carolina 98.3, Beethoven
96.5, Zero 97.7 y Radio Disney 104.9) (Monckeberg 2009, pp. 25-30) y
contribuye a sostener Ciper, Centro de Investigación Periodística. Saieh
planea lanzar un canal de TV “con el perfil de radio Duna, opinante y
muy influyente” desde la plataforma de su concesión UHF del canal 22,
más el 20% que posee en VTR (El Mostrador, mayo 2012).
El 67% del Canal 13 “de la U. Católica”
pertenece al grupo Luksic, el más poderoso del país merced a su rama
gran minería del cobre explotada con ventajas tributarias únicas de
Chile en todo el mundo. El grupo Bethia (Falabella) concretó en 2012 la
adquisición de Megavisión Canal 9, que perteneció al difunto Ricardo
Claro, empresario Opus Dei de extrema derecha vinculado por
investigaciones judiciales al financiamiento de una estructura DINA/CNI.
Sebastián Piñera vendió su estación Chilevisión a Turner Broadcasting
System, una compañía más del mega grupo AOL-Times Warner-CNN de Estados
Unidos. El canal de noticias por cable CNN Chile pertenece a CNN en
Español en alianza con el monopolio VTR Global Com, proveedor de
televisión por cable, telefonía y banda ancha VTR, que localmente
pertenece en 80% a Liberty Global, de Estados Unidos, y en 20% a Corp
Rec S.A., de Álvaro Saieh (La Tercera). Televisión La Red es propiedad
del mexicano Ángel González, residenciado en Miami, dueño también de una
treintena de estaciones de TV abierta en la región, incluido las cuatro
señales de Guatemala.
El 60% del mercado radiofónico está
controlado por 11 emisoras, lideradas por la radio de noticias ADN (ex
W), que pertenecen al grupo hispano Prisa, propietario del diario El
País y Editorial Santillana, entre muchos otros negocios. Las radios
“chilenas” relevantes por su quehacer informativo quedaron reducidas a
Bío Bío (independiente), Cooperativa (pro democratacristiana) y
Agricultura (de la oligarquía agraria cobijada en la Sociedad Nacional
de Agricultura). (Carmona 2010, p. 13).
La Tercera, a manera de ejemplo,
concentró sus baterías periodísticas contra el fraude abusivo a los
clientes cuya deuda fue redimensionada sin su consentimiento por la
multitienda La Polar y resultaron estafados, una iniciativa
aparentemente noble, pero acto seguido, cuando las acciones de La Polar
estaban en el suelo a causa de la cobertura informativa del ilícito,
Saieh compró un paquete importante “para salvar la empresa” de la
quiebra y, en el fondo, imitó a Nathan Rothschild cuando el 19 de junio
de 1815 conoció como secreto el resultado de la batalla de Waterloo
estando en la Bolsa de Valores de Londres. Entonces, Rothschild vendió
todas sus acciones y, como el banquero tenía fuentes confiables de
información, los demás especuladores lo imitaron suponiendo una victoria
napoleónica que pondría en aprietos la prosperidad británica y su
hegemonía sobre Europa.
Al mediodía, en una Bolsa totalmente
deprimida, Rothschild compró nuevamente los valores, vendidos por él y
quienes lo imitaron, por sólo una fracción del precio original. Cuando
se conoció la victoria de Wellington, las acciones recuperaron el precio
de la mañana y aumentaron aún más su valor por pertenecer a una sola
persona. En pocas horas, Rothschild ganó una fortuna, pero también hizo
ver el valor de la información. Al fin y al cabo, puso en evidencia que
los grandes negocios no tienen ética. Los grandes medios comerciales
tampoco.
“No es difícil contemplar como los medios
de comunicación fabrican y moldean la opinión pública y las leyes. Los
políticos son productores, los votantes consumidores y los medios de
comunicación se han apropiado del papel cada vez más importante de
guardianes de la arena política (…). Los que encarnan de una forma
estándar la democracia representativa están ahora totalmente
desprovistos de poder a este respecto y no pueden hacer otra cosa que
adaptarse a las órdenes de sus nuevos dueños”. (Soderqvist y Bard, 2003,
p. 66).
*Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
Artículos relacionados:
- Lecciones de libertad de expresión
- Pinochetismo por otros medios: @ConsueloSaav y @24HorasTVN contra @Camila_Vallejo
Referencias:
● Carmona U., Ernesto (2002), Los dueños de Chile, Ediciones La Huella, Santiago, Chile, pp. 9-12/69.
● Carmona U., Ernesto (2010),
“Implicaciones éticas de la concentración de medios y sus vinculaciones
políticas y económicas en América Latina”, Seminario CIESPAL, Quito,
Ecuador, “Periodismo, ética y democracia”, en http://www.proyectocensurado.org/america-latina/ponencia-carmona-ciespal/, pp. 4-21, consultado el 23 de julio 2012.
● Mönckeberg, María O. (2009), Los magnates de la prensa, Editorial Debate, Chile, pp 25-50.
● Soderqvist, Jan y Bard, Alexander
(2003), La Netocracia. El nuevo poder en la red y la vida después del
capitalismo, Prentice Hall. Madrid, pp. 39, 100.
● Sunkel, Guillermo y Geoffroy, Esteban
(2001), “Concentración económica de los medios de comunicación”, LOM
Ediciones, Chile, pp. 35-50.
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