Abel González Santamaría
Tomado de Granma Digital
El
pasado 6 de noviembre se realizó una de las elecciones más caras y
reñidas en la historia de Estados Unidos. Con ambas campañas
presidenciales, los partidos y las agrupaciones externas gastaron 2
600 millones de dólares (6 000 millones de dólares en total si se
incluyen las legislativas federales). Finalmente se impuso Obama y
conquistó el voto latino, el afroestadounidense, el de las mujeres y
el de los jóvenes, quienes apostaron por darle una segunda
oportunidad para que realice las promesas incumplidas de su primera
campaña.
Pero sería muy pronto pronosticar sobre la posible agenda
doméstica y de política exterior de Obama en su segundo mandato.
¿Mantendrá la continuidad y realizará algunos reajustes tácticos
como en su primera administración? Durante su discurso en el Centro
de Convenciones de Chicago, al conocer de su reelección dejó solo
algunas señales. Prometió que volverá a intentar gobernar con apoyo
bipartidista, estimular la economía y sacar adelante una reforma
migratoria. También reafirmó el excepcionalismo norteamericano como
supuesta nación elegida y hasta prometió que "lo mejor está por
llegar":
"[... ] Hemos recuperado nuestro rumbo, y sabemos, desde el fondo
de nuestros corazones, que, para los Estados Unidos de América, lo
mejor está por llegar [... ] Queremos transmitir un país seguro,
respetado y admirado en todo el mundo, una nación defendida por el
ejército más poderoso de la tierra y las mejores tropas que ha
conocido el mundo. Pero también un país que avance con confianza más
allá de esta época de guerra para construir una paz basada en la
promesa de libertad y dignidad para todos los seres humanos [... ] Y
juntos, con vuestra ayuda y la gracia de Dios, continuaremos nuestro
viaje y recordaremos al mundo por qué vivimos en la mejor nación de
la tierra".
¿Qué será lo que está por llegar? ¿Transferirá fondos millonarios
del Pentágono para desarrollar programas sociales que mitiguen las
profundas desigualdades? ¿Renunciará a las aventuras bélicas y
limitará el poder del complejo militar industrial? ¿Rectificará su
política hacia América Latina y el Caribe como gratificación del
voto latino?
Existe la tradición que los presidentes estadounidenses en sus
segundos mandatos dedican más tiempo a la política internacional. De
ahí que tendrá Obama muchos retos por delante a escala global,
regional e incluso nacional, para lograr además una sucesión
demócrata en las elecciones del 2016.
Hacia lo interno entre sus principales desafíos buscará la forma
de superar la crisis económica; reducir la tasa de desempleo, que
permanece cercana al 8 % (alrededor de 23 millones de
estadounidenses están desocupados o subempleados); crear salud y
educación; garantizar la independencia energética; promulgar una
reforma migratoria, la que prometió a los latinos que votaron por
segunda ocasión por él; así como disminuir la deuda pública que
asciende a la cifra astronómica de 16 millones de millones de
dólares, mientras que el déficit presupuestario alcanzó un millón de
millones de dólares.
También deberá buscar consenso en el Congreso para resolver el
llamado "abismo fiscal", una mezcla de alzas de impuestos y recortes
de gastos que restarían unos 600 mil millones de dólares a la
economía estadounidense. Si no se logra evitar este abismo, el
mercado mundial y estadounidense podría sufrir grandes afectaciones,
al tiempo que la economía del país caería en recesión.
¿Podrá Obama frenar o reducir la desigualdad en Estados Unidos?
Lo que había proyectado el presidente Lincoln en 1863 de un
"gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", realmente se
ha convertido —según el economista estadounidense premio Nobel
Joseph Stiglitz— en "un sistema del 1 %, por el 1 % y para el 1 %,
en el cual el 1 % de la población obtiene el 25 % de los ingresos y
controla el 40 % de la riqueza del país. Ese 1 % disfruta de lo
mejor en viviendas, educación y estilo de vida, ignorando que su
suerte está ligada a cómo vive el otro 99 %".
Resulta interesante el peso que van adquiriendo los latinos en la
dinámica interna de Estados Unidos. Un país con 50,5 millones de
personas de origen latino que representan el 16 % de la población y
casi el 12 % del electorado. Se convirtieron en la principal minoría
del país y son mayoría en 28 ciudades, con un crecimiento de casi la
mitad (43 %) en la última década. Sin duda, Obama logró atraer con
sus promesas a casi el 75 % del voto latino, la mayor cifra obtenida
por un candidato presidencial, al superar el 72 % que obtuvo el
expresidente demócrata William Clinton, en los comicios de 1996. La
deuda con la comunidad latina de promulgar una reforma migratoria no
podrá esperar mucho más.
A escala global tendrá que afrontar disímiles retos, enmarcados
fundamentalmente en culminar la guerra prolongada durante una
década, en la cual Obama se comprometió con el retiro de las tropas
de Afganistán a finales del 2014. Según Stiglitz, "el gasto público
directo en estos conflictos durante estos diez años asciende
aproximadamente a dos millones de millones de dólares, lo que
significa 17 mil por cada hogar estadounidense".
Tendrá también que lidiar con la crisis de deuda de Europa y
buscar nuevas fórmulas intervencionistas para manejar la compleja
situación que han estimulado en Siria y el programa nuclear iraní,
en el contexto de su gran estrategia imperial para el Medio Oriente.
Obama tendrá que gestionar de manera hábil las relaciones con
China y Rusia. Priorizará sus vínculos con el nuevo liderazgo
político del gigante asiático, no solo por ser la segunda economía
del mundo, sino porque además es la principal compradora y tenedora
de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Mientras que con Rusia las
relaciones girarán en torno al despliegue del sistema de defensa
antimisiles (DAM) en Europa y el cumplimiento del tratado sobre
armas nucleares firmado por Obama con el entonces presidente ruso
Dimitri Medvedev.
Las principales expectativas se centran en el previsible
escenario hacia América Latina y el Caribe. En esta región la
promulgada Alianza "Inteligente e Igualitaria" que ofreció Obama en
su primer mandato, quedó en la retórica. En las dos Cumbres de las
Américas que participó (Trinidad y Tobago, 2009 y Colombia, 2012) no
presentó ninguna iniciativa concreta hacia sus vecinos, incluso en
Cartagena de Indias no se logró suscribir por los mandatarios una
declaración final por falta de consenso con Estados Unidos,
principalmente por su oposición a la participación de Cuba en las
reuniones del mecanismo hemisférico.
La realidad es que el mapa político del continente americano
muestra un cambio considerable en los últimos años, con la victoria
en los comicios electorales de representantes de movimientos
progresistas. Los países latinoamericanos y caribeños lograron crear
el 2 de diciembre del 2011, por primera vez en la historia de
Nuestra América, una organización que avanza hacia la verdadera
integración y unidad de nuestros pueblos: la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). También tendrá que tener en
cuenta la victoria perfecta que obtuvo el presidente de Venezuela,
Hugo Chávez, en las elecciones del pasado 7 de octubre, al ser
reelegido por más de ocho millones de votos. Nuevamente el pueblo
bolivariano optó por mantener el rumbo del Socialismo.
Por tanto, uno de sus principales desafíos en las relaciones con
la región será el "cambio" de política que ha prometido Obama, quien
tendrá que presentar sus resultados concretos en la VII Cumbre de
las Américas que se celebrará en el 2015 en Panamá, o de lo
contrario continuaría reforzando la decadencia del sistema
interamericano que ellos mismos crearon como mecanismo de
dominación.
¿Asumirá Obama en su segundo mandato hacia la región una política
"diferente, creíble y eficaz" como ha declarado? ¿Cambiará la
política hacia Cuba? ¿Será el Gran Garrote o el Buen Vecino?
Esta es otra oportunidad que tiene Obama para rectificar su rumbo
hacia la región y en particular hacia Cuba. Es hora de pasar de las
palabras a los hechos, dejar a un lado la retórica anticubana y no
inventar más ningún pretexto absurdo. No existen razones para que
mantenga en su segundo mandato la fracasada política de bloqueo,
cada vez más rechazada por la comunidad internacional.
No obstante, la política de la Revolución cubana, respaldada por
la inmensa mayoría de su pueblo, fue bien definida por el presidente
Raúl Castro: "el día que quiera discutir, discutimos, en igualdad
de condiciones, sin la más mínima sombra a nuestra soberanía y de
igual a igual. Estamos dispuestos a hacerlo cuando lo decidan ellos,
sin intermediarios, directamente. Pero no estamos apurados, no
estamos desesperados, y, por supuesto, ya lo dijimos, y lo dijo
Fidel también desde hace años: No discutimos con garrote y
zanahoria, ya eso pasó, ya eso era otra etapa".
¿Pasará Obama a la historia por ser el único presidente
estadounidense capaz de normalizar las relaciones con Cuba? ¿Honrará
su Premio Nobel de la Paz?
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