En mayo de 2010 Ramón Lobo era el designado por el diario español El País para tender una trampa periodística a la editora del sitio Cubadebate, Rosa Miriam Elizalde.
Hoy leo que el señor Lobo está entre los 129 trabajadores despedidos
por el periódico madrileño este 10 de noviembre. Ahora que es Lobo quien
está en una trampa tendida por El País, quizás no esté de más recordar aquella historia.
El País tóxico
- A propósito de un “Almuerzo con…” el diario madrileño.
Estaba curiosa de lo que publicaran, porque sabía que poco o nada serio podría salir de aquel almuerzo con el
periodista que confundió a Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento
cubano, con el ex vicepresidente Carlos Lage; que no se acordaba bien
del nombre de la bloguera a quien Prisa le concediera con suma prisa el
Premio Ortega y Gasset; que tenía una vaga idea de cierto episodio con
un estudiante en Cuba, del cual tampoco recordaba cómo se llama -Eliécer Ávila-
y daba por hecho que había sido expulsado de la universidad.
Un viaje a
la Isla con un novia en tiempos remotos, donde “la pasé bien”, y
algunos chistes envenenados que le escuchó al corresponsal de su diario
en La Habana. Esa era toda la información sobre Cuba con la que se
sentó Ramón Lobo a la mesa del Café de Oriente, en Madrid.
El océano que le faltaba, Lobo lo llenó
con sus prejuicios y su imaginación. Me presentaría luego a los
lectores como directora de Cubadebate -el director es Randy Alonso- y
describió como comisario político a Jorge Ángel Hernández, uno de los
escritores más interesantes de su generación, que no es ni militante del
Partido, a quien ignoró soberanamente en todo el almuerzo sobre una
mesa para tres. Por supuesto, jamás le preguntó su nombre, porque la
historia estaba hecha antes de que me sirvieran aquel pescado que
parecía de goma.
Sin embargo, excuso a Lobo de la responsabilidad de este nueva emboscada de El País contra
Cuba. Sus editores probablemente eligieron al más ignorante y al más
dócil de todos para hacer pasar por entrevista lo que fue otra planeada
operación de propaganda negra del diario, con su catecismo de
esteriotipos y abstracciones, de fórmulas -”dictadura”, “embargo”, “web
oficial”, “libertad”…-, que usan como comodines para explicar las cosas
más contradictorias. Como no pudieron manipular mis palabras,
manosearon el almuerzo e intoxicaron a los lectores con un plagio
mediocre de Archipiélago GULAG.
No es accidental que en los últimos años,
y particularmente en los últimos meses, El País no haya generado una
sola nota sobre Cuba digna de memoria y sí, en cambio, un gigantesco
basural de palabrería conservadora y autoritaria sin contacto con la
realidad de los problemas cubanos. Como prueba esta entrevista que no
fue y esta Cuba que no existe en “Almuerzo con…”, que publicara el periódico el jueves.
Este nuevo portento anticubano del diario
madrileño es tan absurdo, que justamente por eso debería interpretarse
como grave. Si El País intoxica de tal manera a sus lectores a costa de
papelazos periodísticos impensables para cualquier otro tema
internacional o de política interna, quiere decir que, detrás, hay algo
más que paranoias ridículas.
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