miércoles, julio 12, 2006

PRISIONERO POR CASI 11 AÑOS

Fragmentos de la entrevista realizada por Orlando Oramas León a Orlando Cardoso Villavicencio, hoy teniente coronel y escritor: La epopeya de su recuperación.

La estrella que lleva en su uniforme lo identifica como Héroe de la República de Cuba, un título que nunca imaginó merecer, ni siquiera cuando en su oscura y húmeda celda de Lanta Buur, Somalia, donde estuvo encerrado casi 11 años, soñaba despierto y dormido con el día en que regresaría a la Patria, a los suyos.
Diez años, siete meses y un día, casi todo el tiempo aislado y rodeado del odio de sus captores. Orlando Cardoso Villavicencio, aquel prisionero de guerra, rompió algunos de los más íntimos cercos del dolor y relató, en su libro Reto a la soledad, esa odisea de la resistencia humana, de la "dignidad de un cubano".
No es necesario que el periodista reedite los detalles, ya él los escribió, aunque el diálogo permite constatar la marca de las penalidades, la hondura de los abismos que el combatiente internacionalista, de apenas 20 años, afrontó desde el día de la emboscada mortal en que murieron sus compañeros y él se convirtió en rehén del régimen de Mohamed Siad Barre.
Más que ello, el encuentro queda pactado por la necesidad, no satisfecha aún para sus compatriotas, de conocer cómo fue la recuperación de Villavicencio, hoy teniente coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dedicado al trabajo político y, en particular, a dar cuerpo a sus inquietudes literarias.
Su reincorporación a la vida familiar y social es otra epopeya: "Muchos me preguntan qué sentí el día que recobré la libertad, cuando llegué a Cuba o cuando el Comandante en Jefe me impuso el título de Héroe de la República. Todos piensan en una respuesta de euforia, de alegría. Recuerdo que en la cárcel leí un libro de Dostoievski. Relata que sufrió 10 años de trabajos forzados en Siberia y sostiene que no sintió nada cuando salió de aquel presidio. Yo en la celda no lo entendía. Pero me pasó absolutamente lo mismo. Sufría mucho por ello, consideraba que era una injusticia mía no poder abrirme al mundo nuevo de cariño, amistades, luego de casi 11 años incomunicado.
"El ser humano crea mecanismos psicológicos para protegerse. Recuerdo los primeros años en prisión, horribles, la soledad, la carencia total de bienes materiales, las torturas a apenas tres metros de la celda. Todo eso me hacía mucho daño y psicológicamente estaba destruido. Pero poco a poco, a través de los años, mi organismo fue creando mecanismos de defensa basados esencialmente en la indiferencia."
¿Cómo se manifestaban?
"Se creó alrededor mío una muralla hermética. Cuando torturaban frente a mi celda, claro que me interesaba, lo lamentaba, pero no repercutía para hacerme el daño que me producía antes: taquicardia, palpitaciones, falta de aire, parecía que me iba a morir, y luego me deprimía. Ya al final no pasaba.
"Pensé que llegar a Cuba sería algo de mucha alegría. Primero estuve en Etiopía, allí hubo un periodo de adaptación artificial. Tuve mis crisis, pero el equipo que estuvo a mi cargo me dispensó una atención esmerada, entre ellos médicos, psiquiatras, altos oficiales. Allí me encontré con la vieja en el aeropuerto, el 30 de agosto de 1988, un día antes de mi cumpleaños. Fue una carga emotiva tremenda, nos abrazamos, lloré mi poco, pero con una rapidez increíble, como avergonzada por haberse abierto, la muralla se volvió a alzar. Yo hacía un esfuerzo por emocionarme, pero no podía."
¿Y la llegada a Cuba?
"Luego fue peor en Cuba, con el Ministro de las FAR esperándome en el aeropuerto. Tenía tremendo respeto y admiración por Raúl, por todo lo que representa, pero no sentía la emoción que podría haber esperado cualquiera, y me molestaba. Lo mismo cuando el Comandante en Jefe me colocó el título de Héroe de la República de Cuba. Me sentía muy mal con eso. La secuela del daño carcelario fue terrible.
"Pero fíjate, hace unos seis o siete años me entregan en Santiago de Cuba su maxima distinción, lo hacen en el Ayuntamiento, en el mismo lugar donde me habían hecho Héroe de la República de Cuba, y me pidieron unas palabras. Resultó una gran emoción y decía que ojalá hubiera sentido la mitad de esos sentimientos unos años antes, cuando aquel honor entregado por Fidel. Quizás los compañeros no se dieron cuenta del orgullo por recibir aquel Escudo."
¿Cómo fue la recuperación?
"Te hablo de un tiempo en que tuve problemas para reinsertarme en la sociedad, le hice rechazo a muchas cosas, incluso a mi familia, no quería saber del mundo. Yo llegué al aeropuerto José Martí y de allí, con el Ministro de las FAR y Vilma fuimos para El Cacahual, a la ceremonia de bienvenida. Luego Raúl me acompañó al hospital CIMEQ, donde ingresé y me hicieron exámenes de todo tipo.
"Afortunadamente la psicóloga que me atendió fue muy paciente. Pero hay algo de lo que me jacto. Aproximadamente al octavo mes de estar ingresado, ella fue a verme como todos los días a la habitación. En esa ocasión entró a darme psicoterapia y salió recibiéndola. Y dije, `hasta aquí'. Su ternura fue decisiva. Me explicaba que no esperaba una recuperación total. Yo mismo tenía mis dudas, pero lo encaré y me vanaglorio de recuperarme sin tomar una sola pastilla. Si había sido capaz de aguantar esos casi 11 años, rodeado de enemigos y de su odio, sin tomar un diazepán, cómo iba ahora a recurrir a esos medicamentos."
¿Aquella barrera desapareció?
"Esa barrera de indiferencia duró mucho y no ha desaparecido, solo está dormida y hay momentos en que se levanta cuando hay algo que no me interesa o me puede hacer daño. A veces le achaco que me falle la memoria. Consulté a un neuropsicólogo, se echó a reír, pues se leyó el libro Reto a la soledad y asegura que es imposible, si pude rememorar aquellos tristes pasajes de mi vida. Pero me molesta que me falle la memoria, tengo mis responsabilidades y no me gusta que afecte mi trabajo. El otro día olvidé una guardia que tenía en la oficina. Me dicen que a todo el mundo le pasa, pero en eso tengo mi complejo. Temo que algún día me traiga algún problema y les digo a mis compañeros de trabajo en Verde Olivo que me apoyen en cualquier coyuntura de ese tipo, y ellos la verdad que hasta me malcrían. Pero esa muralla me preocupa, y creo que a veces le doy demasiada atención. La psicóloga dice que no coja lucha con eso."
"Reto a la soledad se ha reeditado durante tres años, con ediciones de 20 000 ejemplares, que es mucho para las condiciones de Cuba. Pero hay Cinco cubanos presos en Estados Unidos a quienes no les ha llegado; ellos me lo han pedido, parece que no se lo permiten. Todos me han escrito; he hablado por teléfono con René y Ramón, con cuya familia tengo mucha afinidad. Él tiene una hija contemporánea con la mía. Viene muchos fines de semana y siempre nos acompaña de vacaciones a la playa."

Orlando Cardoso Villavicencio afirma que "hay sufrimientos que no tienen compensación", pero en sus palabras no hay rencor hacia aquellos que le hicieron sufrir en Lanta Buur. "A Hawale, quien luego murió mientras hacía los rezos, lo perdoné hace mucho tiempo. Me concentro en el presente y el futuro y, subráyalo ahí, sigo creyendo en la perfección; creo que Fidel también piensa así".