No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. Traspolando ese viejo refrán a la situación de la mediación de Oscar Arias en el conflicto hondureño, se podría decir que no hay golpe que dure más de un mes ni pueblo que lo resista. Ya los hondureños se adentran en una guerra de desgaste popular y lo estipulado en la Resolución emitida por Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo el inciso No. 2, que "exige el retorno al orden constitucional en la República de Honduras mediante el retorno de Zelaya en forma inmediata, segura e incondicional".
Como dijo Patricia Rodas, la Canciller del verdadero gobierno hondureño en el acto celebrado en Managua, Nicaragua, por el aniversario 30 de Frente Sandinista de Liberación Nacional, “se les acabó el tiempo; se acabaron los golpistas, este día comienza la marcha definitiva hacia Tegucigalpa (…) al frente nuestro presidente Manuel Zelaya”.
Con la prepotencia del bandido que se siente protegido, oído y representado, los golpistas se retiraron ayer, como expresé en el comentario, para “consultar con los amos la posición a asumir”. Era evidente que para ellos el juego no podía terminar ayer, incluso hoy. Las 72 horas previstas para adoptar una decisión ya van pos 200 y se estiran como el elástico y lo van a hacer estallar.
En realidad están protegidos, son capaces de oponerse con fuerza al retorno de Zelaya en primera instancia, tampoco asumen que han propinado un golpe de Estado y que son ellos los que han violado la Constitución, ponen nuevas condiciones y lejos de ser a ellos a los que se les va a aplicar la justicia, son los que injurian a Zelaya y lo amenazan de pasarlo por el Tribunal Supremo para que responda por las 18 acusaciones que tiene, entre ellas la de traición a la Patria y violación de la Carta Magna.
Hasta dónde se puede ser descarado. ¿No se han dado cuenta después de haber pasado más de 20 días que nadie que se respete los ha reconocido ni apoyado? Eso tiene sus lecturas y no hay peor ciego que el que no quiera ver.
Solo con la acción resuelta de los grupos sociales que llamaron al Paro Nacional, de los revolucionarios que abundan en Honduras y la masa del pueblo en la calle exigiendo volver al orden, a la constitucionalidad, a devolver la gobernabilidad arrebatada por la fuerza, que ha traído una estera de muertes, heridos, desaparecidos, perseguidos, allanados, torturados, reprimidos como si ese actuar fascista pudiera doblegar la decisión de un pueblo a conquistar sus derechos.
La extrema derecha norteamericana y las organizaciones terroristas que allí radican, se alimentan y actúan, estarán levantando copas por el fracaso planificado de la mediación y la plantada del presidentillo de facto, pero han olvidado que la vida transcurre a partir de la sucesión de los días: uno detrás de otro. No nos apuremos, los buenos, los honestos, las capas del pueblo explotadas, vilipendiadas y excluidas están seguras de la misión que les corresponde cumplir ahora para salvar la democracia y la constitucionalidad, que es salvar a su país y luchar por el presente y futuro de América.
NO es posible permitir semejante injuria a la libertad de los hombres, a la legitimidad de los gobiernos, al ejercicio del derecho internacional, a la autoridad de los organismos internacionales para hacer cumplir sus acuerdos y resoluciones.
¿Por qué no actúan y siguen dejando pasar el tiempo con discursos huecos, campañas y entretenimientos mediáticos? Lo que sí está claro es que la justicia tendrá que aplicarse consecuentemente y el daño que los gorilottis le han hecho al pueblo hondureño tendrán que pagarlo bien caro, incluso con sus propias vidas si fuera necesario.
La decisión está tomada, el pueblo enaltecido se dirige a Tegucigalpa, tocando las campanas que anuncia la decisión de emprender la ofensiva final contra los golpistas hasta reducirlos a cero a cualquier precio. Porque como bien expresó Fidel en su reflexión del 28 de junio, Un error suicida, “los golpistas, acorralados y aislados, no tienen salvación posible si se enfrentan con firmeza”.
Estamos seguros de que así será.
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