El 10 de febrero 2005 fallecía el
dramaturgo y guionista Arthur Miller. Además de por su extensa obra
literaria y teatral, el escritor judío norteamericano destacó por su
lucha a favor de la igualdad, la libertad y la justicia. En los años 50,
sufrió las persecuciones del Macartismo después de ser acusado de tener
vínculos con el comunismo. Más tarde, fue uno de los artistas que se
opusieron abiertamente a la Guerra de Vietnam.
Autor de obras consagradas como Las brujas de Salem, Muerte de un
viajante o El Precio, Arthur Miller recibió múltiples premios
literarios, como el Pullitzer que le fue otorgado en dos ocasiones.
También fue galardonado en 2003 por el polémico Premio Jerusalén, el
mismo que Antonio Muñoz Molina recogió ayer en Jerusalén. Coinciden las fechas. Coincide el premio. Coincide la ocupación de Palestina por el Estado israelí. Pero no coinciden las acciones. No coinciden los discursos. Ni la denuncia del Estado de Israel.
Aunque inicialmente consideró rechazarlo,
Arthur Miller aceptó el premio Jerusalén porque, como informó a la
prensa, “quería tener una plataforma para entregar un mensaje que en su
opinión tenía que ser escuchado”. Miller no acudió a Jerusalén para
recoger el Premio y su discurso fue pronunciado en diferido. En la
alocución que envió por vídeo, Arthur Miller denunció la política
colonial de Israel, el nacionalismo excluyente y la construcción de
asentamientos ilegales. “Hace mucho tiempo, dijo Miller, que pienso que
esta gran ira nacionalista va a llevar a Israel a su autodestrucción,
como ocurriría en cualquier otro lugar, y sería perjudicial hasta para
los judíos y para Israel, si alguien que piensa, como yo pienso, que
esta ira está literalmente destruyendo la identidad israelí a los ojos
del mundo y a sus propios ojos, decidiera callarlo”.
En su obra Después de la caída,
Arthur Miller quiso presentar “el juicio de un hombre llamado a rendir
cuentas, ante su propia conciencia, de sus valores y sus actos propios”.
En su lecho de muerte, Arthur Miller no tuvo que arrepentirse por haber
silenciado la colonización de Palestina, ni legitimado la limpieza
étnica que practica Israel, ni intentado justificar su acto con
declaraciones demagógicas sobre la supuesta “pluralidad” de la sociedad
israelí.
Tampoco tuvo que rendir cuentas, ante su propia conciencia,
por desconocer y descalificar al movimiento de Boicot, Desinversión y
Sanciones. Este movimiento civil global no-violento que busca acabar con
el Apartheid israelí, aún no existía cuando Miller recibió el premio.
En el ámbito cultural y académico, la campaña de boicot contra Israel
nacería un año más tarde, bajo el empuje de John Berger, otro reconocido
dramaturgo de origen judío. El propio Berger es uno de los ochos
escritores y artistas que en una carta abierta, han solicitado a Antonio
Muñoz Molina que renuncie al Premio Jerusalén -solicitud que ha sido
secundada por el movimiento internacional BDS, el grupo israelí Boycott
from Within, la plataforma palestina PACBI, la red solidaria contra la
ocupación de Palestina, y muchas personas a título individual-.
Mientras esta semana, Muñoz Molina
aparcaba la justicia para entregarse a un ejercicio de autojustificación
a ultranza, otros intelectuales y académicos, encabezados por la
profesora de filosofía y escritora feminista Judit Butler, han sufrido y
soportado la presión ejercida por el lobby sionista de Nueva York,
enfurecido ante el anuncio de que en la Universidad de Brooklyn, se iba a
celebrar una conferencia sobre Boicot contra Israel. Víctima de una
persecución que rozó la histeria colectiva, no muy alejada del argumento
de Las Brujas de Salem, la Rectora de dicha Universidad, Karen L.
Gould, resistió las amenazas y garantizó que la conferencia se
celebrara finalmente sin mayores incidentes. En un artículo que ha
publicado en The Nation en respuesta a las acusaciones de
antisemitismo lanzadas contra los organizadores y la propia Universidad,
Judith Buttler afirma, en contradicción con lo que Muñoz Molina hoy ha
declarado en entrevista con medios españoles, que Israel no es una
democracia ni respeta la libertad individual ni acata el derecho
internacional.
Ignoramos si Arthur Miller cobró la
cuantía económica que acompaña el Premio y el destino que, en este caso,
le reservó. Pero sí sabemos, porque se encargó de proclamarlo a quien
quisiera oírlo —y a quién no también—, que decidió aceptar el premio con
el único propósito de denunciar públicamente la ocupación israelí de
Palestina. De haber existido en 2003, la campaña de Boicot, Desinversión
y Sanciones contra el estado de Israel, caben pocas dudas sobre el
apoyo que Miller la habría brindado. Porque a Miller le movían valores
universales como la igualdad, la libertad y la justicia.
Hoy Muñoz Molina consigna en su blog “Qué
alivio, haber vuelto a la habitación del hotel, con su balcón que da a
la colina ciudad antigua, que se parece mucho a la colina de la Alhambra
vista desde el mirador de San Nicolás”. Resulta casi increíble que tras
haber sido oportunamente puesto en antecedentes, el escritor no
mencione el estatuto de ciudad ocupada que tiene Jerusalén Oriental.
¿Tampoco habrá reparado en que Jerusalén
trae reminiscencias de Granada, porque su Ciudad Vieja al igual que la
Alhambra, es árabe? Y seguirá siéndolo a pesar de las muchas
demoliciones y remodelaciones que la Municipalidad israelí ha realizado,
ayudada en eso por un ejército de arqueólogos y arquitectos empeñados
en demostrar que los hebreos tienen el monopolio cultural e histórico de
una ciudad tres veces sagrada.
Muñoz Molina afirma que “un cierto número de presuntos partidarios de la paz y de la justicia desde la seguridad de Europa, de España,
manifiestan un odio de una furia verbal y de una intensidad que él no
había experimentado nunca, o casi”. Como Red Solidaria contra la
Ocupación de Palestina queremos aclarar que las cartas que han emanado
del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (han sido publicadas
en nuestra página web www.nodo50.org/causapalestina)
difícilmente podrían haber contenido odio, furia o amenazas, como
también hemos leído en algún diario. Porque desde sus inicios, se define
como un movimiento no-violento que lucha contra la discriminación, el
racismo, la colonización y la intolerancia. Integrado por defensores y
defensoras de derechos humanos y de la legalidad internacional, el
movimiento BDS ha demostrado su disposición a intercambiar, exponer y
contrastar argumentos.
Lamentamos profundamente que Muñoz Molina
no haya respondido a la invitación de diálogo que la RESCOP le envió el
21 de enero por correo electrónico y por carta entregada en mano en la
Universidad de Nueva York donde es profesor. Nos consta que tampoco
contestó a Boycott from Within, un grupo de activistas israelíes cuyo
compromiso con la paz está más que demostrado, porque tienen el valor y
la honestidad de denunciar en su propio país el Apartheid que ejercen,
sobre la población palestina, las autoridades israelíes. Las mismas que
Muñoz Molina tilda, tan generosamente, de democráticas.
No procede elucubrar sobre los motivos de
Muñoz Molina para aceptar el Premio, ni sobre aquellos que le han
conducido a pronunciarse en contra de la campaña internacional de boicot
contra Israel, sin preguntarse siquiera por qué la defienden
personalidades como el Relator especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos, Richard Falk, o el Premio Nobel de la Paz,
Desmón Tutu. El escritor ha anunciado que donaría los diez mil euros
del premio a una ONG israelí. Muñoz Molina haría bien en considerar que
para el pueblo palestino, que ya ha sufrido tanta ocupación,
desposeimiento y humillación, sin denuncia, no hay lavado de cara que
valga.
No, definitivamente: Muñoz Molina no es Miller. (Tomado de Público.es)
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