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Casi tan apasionante como leer esas historias suyas de las que cuesta mucho desentenderse resulta entablar un diálogo con el afamado escritor Daniel Chavarría, Premio Nacional de Literatura 2010, a quien se dedica la Feria Internacional del Libro 2013.
Nacido en Uruguay, pero hijo incuestionable de esta Isla —donde vive desde 1969, y a lo que debe, por muchas razones, el haber podido escribir ese excelente material narrativo que es su obra—, este amante de la palabra tiene el don de cautivar a su interlocutor, sea el lector o el auditorio, tanto por la profundidad de sus razonamientos como por la ocurrencia solícita de sus comentarios.
Ama los misterios de la traducción, que ha ejercido como pez en el agua, gracias a su dominio de cinco lenguas, si bien reconoce que "es un arte ingrato porque nadie conoce cuánto talento y saber contiene una buena traducción"; y aunque salió airoso cuando incursionó en el cine como guionista de la película Plaff, prefiere verla. "Es que soy un hombre de la palabra y en el cine se sirve a la imagen. Y para un escritor retórico y algo barroco el cine resulta una jaula. Te obliga a describir con la cámara y a diálogos telegráficos. Me siento amarrado".
A sus casi 80 años, bien nutridos de experiencias extraordinarias y curiosos aconteceres, este creador de una veintena de novelas al que tanto le ha aportado la intensidad con que ha vivido, no lo piensa dos veces para asegurar que "duermen muchas más novelas de las que mis musas en inevitable retirada podrían despertar" y que no se considera un gran escritor "porque espero mucho más de mí. Esto implica una proyección hacia el futuro y cuando uno anda ya por la octava década es importante no ser todavía un gran escritor y querer serlo. Es una forma de estar vivo y sentirse joven".
Prefiere entre sus creaciones, aunque diga "con la misma falsedad de muchas madres que quiero por igual a todos mis hijos", la novela histórica El ojo de Cibeles y sabe debido a la biografía del tupamaro Raúl Sendic "que se me dan fáciles los géneros biográficos y pretendo efectuar un libro de entrevistas a personajes como el bailarín Carlos Acosta, o Kcho, y numerosos artistas de todos los géneros, auténticos productos de la Revolución".
Con la apacible seguridad de su carácter niega la presencia de sacudidas en el acto mismo de la creación, "y si alguna emoción siento, suele ser cuando releo lo que escribí y olvidé, en general fragmentos breves, a lo sumo un párrafo que siempre apunta a mis grandes amores o convicciones". Sin embargo, y ya después de ese sublime espacio un cauce sentimental lo conduce a sus ficciones. "Hoy día, en que los años me impiden el hedonismo, me refugio en mis personajes. Con ellos me levanto, zambullo desde la madrugada en sus peripecias y en los mismos excesos que ahora cometen ellos; y de rebote vivo un poco".
Dos de sus últimas entregas, El aguacate y la virtud y Cuentos para ser oídos nos lo revelan como autor también de este género donde sintió en un principio que no cabría su modo de desarrollar las historias por resultarle pequeño ese formato. "Después de haber creído durante 30 años que el cuento me estaba vedado, ya aprendí un truco para escribirlos sin pasar trabajo. Tienen sobre la novela la ventaja de que te sientas hoy, pasado mañana tienes un cuento de 8 o10 páginas y puedes publicarlo de inmediato en periódicos, revistas o prensa digital. Y como también gustan, te ofrecen esa ventaja de la inmediatez. Luego puedes convertir algunos en novelas. Para mi oficio de narrador es un gran hallazgo y pretendo seguir escribiendo cuentos mientras me de la cuerda.
Uno de los más hermosos homenajes a José Martí lo leí en uno de esos cuentos, El desmemoriado. ¿Quién es para Chavarría el más grande de los cubanos? ¿Qué significa para usted que junto con Martí se le dedique esta Feria?
"Martí es enorme. Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar es una divisa que entronca con los grandes libertadores. Bolívar, Morazán, Artigas demostraron con sus gestas y vidas, que también ellos la llevaban en sus corazones. Y a su condición de impecable luchador por una causa patriótica, Martí suma, como ninguno de los próceres de Nuestra América, su poesía augural y su genio de ensayista político. Yo lo venero, y el que esta Feria del Libro donde se me reconoce por mi obra, coincida con el 160 aniversario de su natalicio, es solo casualidad, pero también me alegro de ella".
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